Ser o no ser
Cada vez que llegan las vacaciones y tengo que decidir si quedarme en casa o salir de viaje, Hamlet se me mete en la cabeza
Esa parece la cuestión definitiva. Ser o no ser, según nos advirtió el teatro. Hamlet se vio venir la fascinante habilidad para la tragedia de su Shakespeare. Ser, y pedirle al alma que soporte la adversidad, o morir, deshacerse en la nada. Existe otra posibilidad, querido Hamlet, que es la de ir tirando, procurar que las cosas vayan ...
Esa parece la cuestión definitiva. Ser o no ser, según nos advirtió el teatro. Hamlet se vio venir la fascinante habilidad para la tragedia de su Shakespeare. Ser, y pedirle al alma que soporte la adversidad, o morir, deshacerse en la nada. Existe otra posibilidad, querido Hamlet, que es la de ir tirando, procurar que las cosas vayan poco a poco y la vida no se confunda con una elección entre el todo y la nada. Para eso conviene que el ser no sea una roca de identidades normativas y que el no ser evite la deslealtad ante los argumentos de la vida.
Cada vez que llegan las vacaciones y tengo que decidir si quedarme en casa o salir de viaje, Hamlet se me mete en la cabeza. Las ganas de conocer invitan al más allá. Claro que a veces, después de volar y recorrer ciudades extrañas, subimos a la habitación de un hotel y no encontramos en la cama con nosotros mismos. Para ir al infierno, no hace falta cambiar de sitio ni postura, nos dijo Rafael Alberti. Supongo que, para ir al paraíso, tampoco. Pero la quietud asfixia, aburre y nos expone a la renuncia o al cinismo. Cuando decido quedarme en Madrid, acaba adueñándose de la casa un paisaje entre japonés y filipino. Es que me da por hacer obras, arreglar cajones, indagar en las estanterías. Quedarme en casa supone reconocer lo lejos que estoy y todo lo que desconozco de mí. Los armarios de los hijos ayudan mucho.
Entre quedarse en casa y viajar a lo desconocido, el ser y el no ser, está la opción intermedia de una segunda vivienda, ir a la casa de la playa o de la montaña. Ni te encierras en el ser dogmático, ni te disuelves en las paradojas de la nada. Las sorpresas no suponen una acusación íntima de desconocimiento. El espejo no parece un periodista de los que te sueltan eso de “usted dijo hace cinco años”. Tampoco es la pareja que cierra los ojos y se calla la verdad de un error. Política: uno debe aprender a ir cambando sin traicionarse.