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tribuna
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El problema ruso de la socialdemocracia alemana

Una parte del SPD del canciller Scholz vive presa de una antigua nostalgia de la relación germano-rusa que le impide ser más firme en el apoyo a Ucrania contra Putin

El canciller alemán, Olaf Scholz, durante una visita oficial a Moscú en 2022.
El canciller alemán, Olaf Scholz, durante una visita oficial a Moscú en 2022.EFE
Wolfgang Münchau

Las disputas más trascendentales en la política suelen ser las que tienen lugar dentro de los partidos políticos, no entre ellos. En Alemania, estas rupturas internas son muy poco frecuentes. La última tuvo lugar en 1959, cuando el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD, por sus siglas en alemán) rompió con el marxismo y se convirtió en uno de los partidos de centroizquierda más populares de Europa. El SPD podría estar a punto de sufrir otro cambio de este tipo, pero esta vez las fuerzas de resistencia son más formidables.

Un grupo de eminentes historiadores alemanes, todos ellos miembros del SPD, ha escrito una carta abierta para criticar la negativa del partido a distanciarse de Vladímir Putin y por no apoyar a Ucrania. El más conocido de esos historiadores es Heinrich August Winkler, autor de la historia en dos volúmenes Der lange Weg nach Westen (El largo camino al oeste), que abarca desde la Revolución Francesa hasta la unificación alemana. El título del libro contrasta con la propia trayectoria del SPD desde la conferencia del partido en Bad Godesberg en 1959. A partir de la Ostpolitik (política de acercamiento hacia el bloque del Este) de Willy Brandt, el SPD ha ido mirando cada vez más hacia el Este, convirtiéndose en el partido de la relación germano-rusa. Nadie en el SPD personificó más esa tendencia que Gerhard Schröder, canciller desde 1998 hasta 2005, y amigo personal de Putin. Tras dejar el cargo, Schröder se convirtió en el principal cabildero del presidente ruso en Berlín. Y todavía pulula por los medios. La semana pasada se ofreció como mediador en la guerra entre Rusia y Ucrania alegando que llevaba muchos años trabajando con éxito con Putin. Si hay una característica única que distingue al SPD de otros partidos políticos de centro es la proximidad al país exsoviético.

Tras la invasión de Ucrania emprendida por Rusia en 2022, algunos ex jefes del SPD cambiaron de postura, como Sigmar Gabriel o Frank-Walter Steinmeier, el presidente alemán. Uno que no lo hizo es el líder del partido en el Bundestag, Rolf Mützenich. No hace mucho causó un gran revuelo con unos comentarios de que quería “congelar” la guerra en Ucrania, según sus propias palabras. Mützenich parece insinuar que el principal obstáculo para la paz en Ucrania es el apoyo occidental a Ucrania. Yo mismo he afirmado que me cuesta ver cómo este país puede liberar todos los territorios ocupados, teniendo en cuenta los actuales niveles de apoyo occidental. Incluso la congelación de la guerra sobre la base de las líneas de frente actuales requeriría un aumento del apoyo militar occidental muy por encima de lo que Mützenich y otros socialdemócratas estarían dispuestos a apoyar. El llamamiento de Mützenich a congelar el conflicto es cínico. Trata de explotar la profunda ansiedad alemana respecto a Rusia. Los sondeos sobre las actitudes en el país germano han mostrado un debilitamiento del apoyo de la opinión pública al suministro de armas a Ucrania, especialmente misiles de largo alcance. Ese electorado está actualmente cubierto por el ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán) y por un nuevo partido de izquierdas, fundado por Sahra Wagenknecht. Nacida en Alemania Oriental, Wagenknecht fue uno de los miembros más destacados del Partido de la Izquierda antes de abandonar oficialmente la formación el año pasado. Es sin duda una de las oradoras con más talento de la política alemana actual. Parte de su apoyo procede de los votantes del SPD. Mützenich y su SPD intentan recuperar a los votantes que están perdiendo en favor de los partidos radicales.

El propio Olaf Scholz nunca ha formado parte de la banda prorrusa dentro del SPD. Poco después de la invasión rusa, pronunció un discurso muy comentado en el que declaró un cambio de época en la política alemana. Al principio, el SPD le siguió con cautela, y ahora está dando marcha atrás. Especialmente en el este de Alemania, sigue existiendo una fuerte proximidad cultural y política a Moscú entre los socialdemócratas. La Alemania del Este desempeña un papel desproporcionado en la política alemana en estos momentos porque las únicas elecciones estatales previstas para este año se celebrarán en los tres estados alemanes del Este: Sajonia, Brandeburgo y Turingia. Dos de los tres partidos más fuertes en el este de Alemania son la AfD y el partido de Wagenknecht. En Sajonia, el SPD registra actualmente un porcentaje históricamente bajo del 6%, apenas por encima del umbral legal de representación.

Los cinco historiadores criticaban la posición de la dirección del partido en tres temas concretos. El primero son las evasivas respecto a la entrega de armas a Ucrania, incluida la ambivalente comunicación del propio Scholz y el secretismo con el que toma las decisiones.

El segundo es la incapacidad del SPD para aceptar su responsabilidad por el fracaso de la política alemana hacia Rusia. La forma en que los socialdemócratas tienden a rechazar las críticas a su pasado es diciendo que nadie podría haber previsto que Putin actuaría así. El Putin que conocieron siempre se mostró amistoso con ellos. Lo absurdo de esta afirmación es difícil de superar. Decidieron no reconocer la invasión de Georgia por parte de Putin en 2008, la anexión de Crimea en 2014 y una larga serie de asesinatos políticos, el último de ellos el de Alexei Navalny.

La mentalidad del partido queda bien reflejada en un comentario de Jens Plötner, asesor de política exterior de Scholz. Poco después de la invasión rusa, afirmó que la cuestión realmente interesante es cómo afectaría la guerra a la futura relación de Alemania con Rusia. Todo en la cabeza de un socialdemócrata moderno gira en torno al eje Berlín-Moscú.

El tercer punto de los historiadores es en cierta manera más contundente que los dos primeros. Sostienen que el SPD y Scholz se han encerrado en un búnker intelectual, rehuyendo el asesoramiento de expertos y alimentando una cultura de la desinformación. Un ejemplo fue el argumento de Scholz de que la entrega de misiles Taurus requeriría el estacionamiento de tropas alemanas en Ucrania. Esto no es cierto, como han señalado varios expertos en seguridad.

Cuando los partidos se reinventan a sí mismos, suelen hacerlo gracias a un liderazgo fuerte, junto con un sólido apoyo de las bases. Cuando este trabajo recae en un grupo de historiadores, no resulta difícil ver cómo fracasa. El SPD no tiene a nadie más, ni joven ni viejo, que pueda sacarlo de su ilusa nostalgia.

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