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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Empleo récord contra viento y marea

España supera la barrera de los 21 millones de afiliados a la Seguridad Social, un dato que contrasta con el clima de crispación política

Un obrero, en unos trabajos en Valladolid.
Un obrero, en unos trabajos en Valladolid.Nacho Gallego (EFE)
El País

En un momento en el que la política española vive instalada en una polarización creciente y en medio de una sucesión de campañas electorales, la economía ha logrado mantener su buen desempeño al margen de la crispación política. El PIB cuajó un primer trimestre notable, con crecimientos muy por encima de la media europea y el empleo va en la misma línea. España alcanzó en abril un récord de afiliación a la Seguridad Social, con 21,1 millones de cotizantes, un dato histórico que dobla su importancia si tenemos en cuenta que el mercado laboral ha sido siempre el talón de Aquiles de la economía española.

Aunque la creación de empleo ha sido generalizada en todos los sectores, algo poco habitual, la hostelería acapara casi la mitad de todo el creado en abril pese a que la Semana Santa, momento de repunte, se celebró en marzo. Por su parte, el desempleo se ha reducido en 60.500 personas y se sitúa en algo más de 2,6 millones de parados, el nivel más bajo desde septiembre de 2008, que marcó el comienzo de la Gran Recesión. También el número de trabajadores autónomos registra su máximo en 16 años, con 3,36 millones de empleados por cuenta propia.

Estos datos, junto a los de la Encuesta de Población Activa conocidos la semana pasada, ofrecen conclusiones destacadas de cara al futuro. Por un lado, constatan que, en contra de las predicciones de los agoreros, las reformas laborales y la subida del salario mínimo (un 54% desde 2018) no han penalizado la creación de puestos de trabajo, al menos por ahora. Bien al contrario, han apuntalado la renta de los hogares y el consumo privado, lo que sumado a la aportación del turismo ha dado un empujón a la demanda que permite que el PIB español crezca muy por encima de la eurozona. De hecho, la renta per cápita española ha logrado finalmente superar el nivel previo a la pandemia.

La entrada de más de un millón de inmigrantes en los dos últimos años es otra de las razones que explican los datos del mercado laboral. Ni el estrés político nacional ni el contexto de incertidumbre global en medio de dos guerras que han disparado el coste de la energía y provocado una subida general de los precios empañan esa fotografía. La excepción ibérica, negociada en Bruselas por el Ejecutivo español, y el impulso a las renovables se han revelado muy positivos tanto para las empresas, a las que ha proporcionado una ventaja frente a sus competidores, como para las familias, que han visto contenida su factura mensual.

Con un escenario tan favorable en circunstancias tan adversas, la tentación de pensar que el empleo y la actividad económica viven al margen de la acción política es grande. Nada más lejos de la realidad. Por un lado, los buenos datos son en parte fruto de decisiones políticas. Por otro, es evidente que sin unos presupuestos que saquen partido a los fondos europeos y enderecen la situación fiscal para ganar margen ante futuras crisis es difícil pensar que la bonanza pueda mantenerse indefinidamente.

Con los ingresos impositivos en máximos históricos, el déficit público sigue por encima del 3% del PIB y la deuda supera el 100%, una senda difícilmente sostenible y a la que Bruselas exigirá cuentas tarde o temprano. Además, pese a las buenas cifras, el mercado laboral español lidera algunos de los peores datos de la Unión: la tasa de paro juvenil se sitúa en el 27,7%, diez puntos por encima de la media europea, y España concentra un cuarto de los parados mayores de 50 años de los Veintisiete. Son datos que no pueden esperar a que el ruido político se calme y que exigen la adopción inmediata de medidas para corregirlos.

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