Los pies de plomo del BCE
El Banco contiene la senda bajista del precio del dinero con un tímido recorte de 0,25 puntos
El Banco Central Europeo (BCE) bajó este jueves 0,25 puntos los tipos de referencia, desde el 3,75% al 3,5%, su nivel más bajo desde junio de 2023. Es una buena noticia para los hipotecados y para los empresarios que demandan un crédito. Sin embargo, la lectura que la entidad hace de la actual coyuntura deja entrever su preocupación por la situación de la eurozona.
El organismo que preside Christine Lagarde espera un repunte temporal de la inflación general de la zona euro —que bajó hasta el 2,2% en agosto— para finales de año, derivado de un aumento de los precios de la energía respecto a 2023. Más resistente es la inflación subyacente —la que no tiene en cuenta elementos más volátiles como los alimentos y la energía—, que se sitúa en el 2,8%, impulsada por los precios de los servicios, sobre todo por las subidas de los paquetes turísticos, los seguros y los incrementos salariales en convenio. El banco no prevé que la subyacente vuelva a bajar hasta la segunda mitad de 2025 y, pese ese incierto escenario de precios, ha decidido bajar los tipos por segunda vez en el año, señal de que ha mantenido el precio del dinero demasiado alto durante demasiado tiempo.
Ante dos vectores en sentidos opuestos —inflación al alza, crecimiento a la baja—, el BCE evita adelantar cuál será su orientación los próximos meses. No cabe duda de que en sus decisiones también influirá lo que haga la Reserva Federal, que previsiblemente recortará el precio del dinero la próxima semana, desde el rango actual del 5,25%-5,50%. Pero ni la situación de las economías a ambos lados del Atlántico (crecimiento del PIB del 3,1% en EE UU entre abril y junio frente al 0,6% de la zona euro) ni el diferencial de tipos pueden llevar a los dos bancos a adoptar decisiones similares.
Es comprensible la cautela del BCE tras el error que cometió al analizar el escenario inflacionista provocado por los problemas en la cadena global de suministros que siguieron en 2021 a la pandemia y por la crisis energética causada en 2022 por la guerra de Ucrania. La prudencia, sin embargo, puede acabar llevándole a incurrir en otro error: ignorar la debilidad de la economía europea, lastrada por el desfallecimiento alemán y por caídas significativas del consumo privado y de la inversión (en parte provocadas por la inflexible posición del propio BCE). La política del banco ha sido demasiado rigorista y prolongada y su relajación está siendo demasiado tímida y lenta.
Echando mano de un atrevimiento infrecuente, Lagarde hizo suyas este jueves las conclusiones del revolucionario informe presentado el día anterior por Mario Draghi, su antecesor en el cargo. Las reformas que propone Draghi —movilizar con deuda común unos 800.000 millones de euros anuales en inversión— son tan necesarias para revitalizar el proyecto europeo e impulsar su maltrecha competitividad como un análisis afilado de la política monetaria.
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