España no invita a la lógica
Al observar la política, nos fijamos en el doble rasero, la hipocresía o el cinismo, pero quizá debamos asumir que somos surrealistas sin saberlo
Esta semana se han cumplido 100 años de la publicación del primer Manifiesto del Surrealismo. Presentaba un nuevo método de expresión, “un automatismo psíquico que intenta expresar el funcionamiento real del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”. Al observar la política, nos fijamos en el doble rasero, la hipocresía o el cinismo, pero quizá debamos asumir que hemos interiorizado ese principio vanguardista y somos surrealistas sin saberlo. El encuentro de la vicepresidenta de Venezuela y José Luis Ábalos en Barajas y toda esa trama a medio camino entre James Ellroy y Mariano Ozores se entiende mejor como la narración de un sueño: el Gobierno ha dado tantas versiones distintas porque lo onírico es confuso. “El que me la hace me la paga”, decía El Jaibo en Los olvidados, y lo repitió casi textualmente el presidente del Gobierno, en claro homenaje a Buñuel.
También nos hemos liberado de la rémora de la lógica. Cargos del partido principal del Gobierno se manifiestan por la vivienda y una vicepresidenta apoya la concentración, no se sabe si a favor o en contra de sí misma. El presidente dice que pondrá en marcha el bono al alquiler de los jóvenes: diez días antes se había confirmado que se extendían esas ayudas, idénticas a las de 2022 y 2023. Sumar rechaza esos bonos que formaban parte del acuerdo de Gobierno que firmó. Con respecto a la limitación de las condenas de los presos etarras, el Partido Popular ha pensado que la explicación menos dañina era estar en la inopia, y el PSOE, en vez de argumentar, presume de astucia y dice que es cosa de Europa. Pedimos la paz mundial, reconocemos a Palestina y deportamos a los activistas saharauis: yo soy yo y Miss Circunstancias. El fiscal general del Estado es investigado por el Tribunal Supremo por revelación de secretos y no solo no dimite sino que dice que lo mejor para la institución es seguir en el cargo: aún habrá que darle las gracias. Si declara, lo interrogará un subordinado suyo.
El manifiesto se preguntaba: “¿De qué manera serán juzgados los primeros actos delictuosos de naturaleza surrealista?” Respondía: “En su defensa, el acusado proclama que él no se considera autor, ya que lo juzgado solo puede considerarse una producción surrealista que excluye todo género de consideraciones acerca del mérito o demérito de quien lo firma, ya que este no expresa sus opiniones, y es tan ajeno a la obra como el mismísimo presidente del tribunal que le juzga”. Ya se sabe: es peligroso asomarse al interior.
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