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Elecciones en Estados Unidos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Trump y la amenaza populista

La vulnerabilidad de las democracias liberales tiene a la primera gran potencia en el centro de la vitrina

Donald Trump
Donald Trump en un evento de campaña, en Allentown, Pensilvania, el 29 de octubre de 2024.Brendan McDermid (REUTERS)
Diego García-Sayan

Francis Fukuyama, siempre preciso, agudo y directo, acaba de poner en blanco y negro ―en el Financial Times― algo muy claro y directo. Lo hizo al calificar, con aguda precisión, el triunfo electoral de Trump; y lo que se le viene a Estados Unidos y al mundo: una peligrosa amenaza populista y proteccionista, contra el otrora sacrosanto libre mercado.

En esa nota en Fukuyama apuntaba a que el statu quo estaba generando una “nueva era en la política estadounidense y quizás para el mundo en su conjunto”. Lo medular, en esencia, apuntaba a la reacción de los sectores populares y de trabajadores contra las políticas neoliberales.

A primera vista, una generalidad que, a primera vista, podría parecer insuficiente y no sorprender. De hecho, desde hace tiempo Fukuyama viene apuntando a las tendencias antidemocráticas y populistas en el mundo como las principales amenazas a la estabilidad política y al orden democrático. Muy cierto y muy sólido. El hecho es que esta amenaza global puso el tema otra vez sobre el tapete, con un resultado electoral de ese tipo pisando tierra en un espacio nacional particularmente relevante como es los Estados Unidos.

La vulnerabilidad de las democracias liberales tiene pues, a la primera gran potencia, en el centro de la vitrina.

Y, en estos tiempos, la amenaza a las democracias liberales ya no se da por una real o imaginaria “guerra fría”. Si no, directamente, por la conducta de dirigentes con capacidad de liderazgo, capitalizando el descontento social y ciertas debilidades institucionales. Como Trump de ayer y de hoy, no surgió de la nada.

No es novedad el accionar de Trump como una amenaza viva y constante a las reglas institucionales. Refiriéndose al deseo de Trump de saltarse las reglas institucionales ya Fukuyama había advertido el 2016 que Estados Unidos se encontraba en “una de las crisis políticas más graves que he vivido en mi vida”. Y tenía en cuenta la primera victoria electoral presidencial de Trump (2016). Impresión que confirmó Fukuyama con esa derrota del 2020 que Trump se negó a reconocer.

Pero, guste o no guste, el hecho es que la ciudadanía estadounidense votó otra vez por Trump el 2024, “con pleno conocimiento de quién era Trump y lo que representaba”. Pese a lo cual ―¿o gracias a eso?― ganó.

Crisis y populismo

El populismo, y los respaldos electorales y sociales que recibió el “trumpismo” del 5 de noviembre, surgen de retos y dificultades reales en las instituciones, su funcionamiento y su legitimidad. Es esa desconfianza -creciente- en la globalización y las instituciones tradicionales lo que alimenta y está en la base de ese populismo. Consistente en el rechazo a las élites políticas y económicas, y el actuar de las instituciones públicas.

Sólo alguien preciso, agudo y directo como Fukuyama podía ser tan claro afrontando y analizando a lo que él califica como “declive del liberalismo clásico”. Si es declive o caída libre es algo que el tiempo se encargará de precisar. Asimismo, lo que esto puede significar para el mundo y las relaciones de poder en nuestro planeta. Pero que la música que hoy marca el ritmo tiende a ser otra; de eso no cabe la menor duda.

¿Cuál sería el telón de fondo a que nos remite Fukuyama en su análisis? Destacaría tres aspectos medulares en su análisis.

Primero, que a partir de la década del 80, según Fukuyama, la economía de libre mercado generó prosperidad. Segundo, esa prosperidad, sin embargo, fue sobre todo para los ricos, al tiempo que se fortalecían potencias industriales de fuera de occidente. Tercero: la izquierda política, según Fukuyama, sustituyó la preocupación por la “clase trabajadora” poniendo el énfasis, más bien, en un “conjunto más reducido de grupos marginados: minorías raciales, inmigrantes, minorías sexuales y similares”.

La crisis política y el voto “por un pecador”

En tercer lugar, que a lo anterior, se suman interrogantes importantes de difícil respuesta. El Trump “triunfador” no era un candidato republicano cualquiera. Carga sobre sus espaldas varias condenas judiciales recientes y sonoros cuestionamientos a sus cualidades éticas.

Un jurado encontró a Trump responsable de abuso sexual, por el caso de la columnista E. Jean Carroll. Ella lo acusó de agredirla sexualmente en 1996 en una tienda de lujo -Bergdorf Goodman de Manhattan-, hubo un proceso judicial y fue encontrado responsable nada menos que del delito de abuso sexual.

Ninguna de esas máculas “pesaron” en su contra. Para Fukuyama el hecho que el país votara por él una vez más, “con pleno conocimiento de quién era Trump y lo que representaba”, demostraba que las “mareas de la historia” estaban cambiando una vez más.

En el artículo en el FT , Fukuyama sugería que el statu quo anterior estaba dando paso a una “nueva era en la política estadounidense y quizás para el mundo en su conjunto”. Lo atribuyó en gran medida a la reacción de la clase trabajadora contra las políticas neoliberales.

Impacto de ‘larga duración’

El debilitamiento/erosión del liberalismo ya está visiblemente impactando en los sentimientos populares y en los dos grandes partidos. Quienes antes estaban en un lado, pasan a otro sin que quede clara cuál es -o podría ser- la consistencia en las opciones políticas de la gente.

La dificultad de prever conductas y resultados, con ello, se ha acentuado. Por ejemplo, el voto de los trabajadores, que históricamente favorecían a los demócratas. Los buenos resultados de Trump entre la clase trabajadora, incluidos los votantes varones no blancos, apuntan a la preferencia por el populismo económico y a una clara toma de distancia del llamado “progresismo” social.

Nos recuerda Fukuyama, por otro lado, que en los últimos meses de la campaña, tanto Kamala Harris como Joe Biden se distanciaron de cuestiones “sensibles” lo de los derechos transgénero. Los dos partidos, también, rechazan, cada vez con más fuerza, las políticas liberales de inmigración abriendo tolerancia -y hasta apoyo- al cierre de fronteras y a las inhumanas -y costosas- deportaciones masivas.

A ello se podría añadir el proteccionismo aduanero, tan relevante en Trump que ahora amenaza con aranceles de más de 60% a bienes que hayan pasado por puertos como el recientemente inaugurado mega puerto de Chancay en el Perú, financiado principalmente por capitales chinos.

Mucho de lo que explica, pues, el resultado del 5 de noviembre parece haber llegado para quedarse. Se ha entrado, pues, en una fase de regresión de la historia, pero que tiene, paradójicamente, un sustento electoral.

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