Lecciones del VIH para la covid-19
Referentes mundiales en la lucha contra el sida repasan lo aprendido en cuatro décadas y piden poner ciencia, liderazgo político y responsabilidad individual en el centro de la respuesta a pandemias
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El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y el SARS-CoV-2 no se parecen en casi nada, pero la respuesta a la pandemia de covid-19 tiene mucho que aprender de cuatro décadas de esfuerzos contra el sida. No solo en materia de investigación y desarrollo (I+D), sino también de comunicación, comportamiento humano, equidad e implementación de programas para prevenir, detectar y tratar la infección a escala mundial. Sobre todo, con vistas a evitar próximas olas de gran impacto y a preparar el despliegue de vacunas.
En el Día Mundial del Sida, EL PAÍS habla con referentes globales en el combate contra el VIH sobre cuáles son las lecciones de este campo para la covid-19; por qué países, incluso de altos ingresos, están fallando en la contención del nuevo coronavirus; y cómo la respuesta a la pandemia puede reforzar las estrategias contra el VIH/sida y otras enfermedades infecciosas, tanto las existentes como las que emergerán en un futuro.
Investigar hoy las epidemias de mañana
Han hecho falta décadas de investigación sobre cuestiones que nada tienen que ver con un coronavirus para que los prototipos de vacunas contra la covid-19 se desarrollen en apenas unos meses. Lo dice el fundador de las unidades de Investigación de VIH y de Cáncer de la Universidad de Harvard William Hasseltine, que lideró la labor para secuenciar el genoma del VIH en la década de los ochenta.
“La investigación sobre VIH has sido absolutamente vital para la covid-19: ha legado muchos de los científicos que ahora lideran la I+D sobre el nuevo virus junto con la infraestructura para realizar investigaciones y ensayos clínicos. A su vez, los primeros fármacos efectivos contra el Sida eran medicamentos que había sido rechazados para el cáncer”, dice Hasseltine que, casualmente, fue una de las primeras personas en salvar la vida gracias a otra innovación, la penicilina, en 1945.
Han hecho falta décadas de investigación sobre cuestiones que nada tienen que ver con un coronavirus para que los prototipos de vacunas contra la covid-19 se desarrollen en apenas unos meses
“Sin el fracaso de las vacunas frente al VIH no tendríamos el éxito de las vacunas frente a SARS-CoV-2” señala José Alcamí, que dirige la Unidad de Inmunopatología del Sida del Instituto de Salud Carlos III de Madrid. Prototipos como los de Moderna y Astra-Zeneca se basan en nuevos modelos de vacunas que se venían ensayando en enfermedades como zika, ébola, fiebre amarilla y, sobre todo, VIH.
La directora ejecutiva de la Sociedad Internacional de Sida (IAS), Birgit Poniatowski, destaca los niveles de colaboración sin precedentes suscitados por la covid-19 y cómo IAS está promoviendo el diálogo entre las diversas comunidades científicas. “Sin embargo, no debemos olvidarnos del VIH en estos tiempos difíciles; nos preocupa el hecho de que muchos investigadores se hayan pasado a la covid-19 y ya no tengan tiempo para continuar su trabajo en VIH”, dice. “También me gustaría que el mismo entusiasmo [en torno a la covid-19] se hiciese extensivo al resto de enfermedades infecciosas, incluyendo la tuberculosis, la malaria y el VIH, para el que todavía no existe una vacuna”.
La vicedirectora del Centro de VIH Desmond Tutu Linda-Gail Bekker habla desde Sudáfrica, uno de los territorios más afectados por VIH y tuberculosis del mundo y el país de África subsahariana con más casos de enfermos por coronavirus. “La implicación del sector privado en el desarrollo de vacunas y medicamentos para la covid-19 no tiene precedentes; no la hemos visto ni tan siquiera en el VIH o la tuberculosis”, afirma Bekker.
Vacunas sí, tratamientos también
Los fondos para investigación en covid-19 se han concentrado en el desarrollo de vacunas, dejando el desarrollo de fármacos en un segundo plano. Ello, a pesar de que la lucha contra el VIH ya puso de relieve la falsa dicotomía entre prevención y tratamiento y el hecho de que no existen panaceas, sino combinaciones de herramientas, según la directora del Centro Internacional de Investigación Clínica de la Universidad de Washington Connie Celum. “El VIH nos ha enseñado que el tratamiento también es prevención, en el sentido de que disminuye la carga viral hasta el punto de evitar la transmisión” dice, señalando que bien podría darse también con la covid-19.
Los medicamentos para la covid-19 podrían jugar un papel importante incluso en un mundo con vacunas. Sobre todo, teniendo en cuenta que su despliegue no se hará de la noche a la mañana. Los fármacos podrían evitar que los casos leves se conviertan en severos; reducir el tiempo de hospitalización y frenar el contagio, aunque según Celum haría falta una inyección de fondos para desarrollar productos específicos para el coronavirus en lugar de reutilizar los existentes.
Los expertos coinciden en señalar que la covid-19 ha llegado para quedarse y que la aspiración es lograr manejarla como al virus de la gripe. Pero ello requiere apoyar la investigación científica de forma sostenida o afrontar las consecuencias.
Hasseltine pone un ejemplo: en la década pasada, se estaban desarrollando fármacos contra el SARS y el MERS que también podrían haber funcionado contra el SARS-CoV-2, pero cuando pasó la alarma, se retiraron los fondos y la iniciativa quedó en el aire. “La lección es que no se debe bajar nunca la guardia cuando se trata de financiar investigaciones antivíricas”, dice el científico y también fundador de una docena de empresas biotecnológicas.
Generar confianza
Las normas son importantes, pero no bastan para contener enfermedades infecciosas como el VIH y la covid-19. Solo se pueden controlar si los ciudadanos confían en las estrategias de salud pública de sus países y deciden colaborar para protegerse a sí mismos y a los demás. Una de las labores primordiales de las autoridades, y también de los científicos, es generar esta confianza.
Preguntada sobre qué tal lo están haciendo los gobiernos, la directora del Instituto Peter Doherty de Infecciones e Inmunidad en Melbourne (Australia), Sharon Lewin, dice: “Es como si se estuviese examinando a cada país al mismo tiempo y en una habitación diferente; los resultados están siendo muy desiguales”. Dos elementos importantes para mejorar la nota de los gobiernos son una comunicación efectiva y mecanismos que faciliten cumplimiento de las políticas de salud pública, desde ayudas económicas hasta traducir las informaciones para inmigrantes.
“Es esencial que se escuche a los científicos y que la ciencia se transmita al público de forma clara y sin ambigüedades; y cuando algo no se sabe, hay que decirlo”, dice Bekker, del Instituto de VIH Desmond Tutu. Para Celum de la Universidad de Washington, los científicos también tienen un papel que jugar. Cuando saltó la alarma por el VIH en los años ochenta, por ejemplo, no existía Internet. “Como científicos, debemos ayudar al público a diferenciar entre resultados preliminares y pruebas sólidas, entre los estudios fiables y otros pequeños o mal diseñados”.
Las pandemias se hacen fuertes allí donde hay desigualdadWinnie Byanyima, ONUSIDA
Hasseltine está de acuerdo, pero también remarca la responsabilidad individual hacia el bienestar común. “La ciencia ha sido estelar tanto en el caso del VIH como de la covid-19, pero no es suficiente. Hace falta liderazgo político y solidaridad social para controlar estas pandemias”, dice. “La libertad individual es importante, pero tiene límites: cuando en plena pandemia decimos que estamos en el derecho de no ponernos mascarilla e ir al pub cada noche, estamos rebasando estos límites”. En un mundo globalizado, ello significa que el virus no solo se sigue transmitiendo entre vecinos, sino entre países, muchos de ellos con sistemas de salud frágiles ya antes de la llegada de la covid-19.
Defender los derechos humanos
Políticas subnacionales incoherentes y descoordinadas. Restricciones draconianas. Infracciones sonadas. Politización de la respuesta. Tensiones sobre el acceso a la vacuna. Contradicciones. Negación de la realidad. Según los expertos, la covid-19 ha hecho aflorar esto y más. Y, como el VIH, ha puesto de relieve cuestiones de vulnerabilidad social e inequidad en el acceso a los servicios de salud. “Las pandemias se hacen fuertes allí donde hay desigualdad”, afirma la directora ejecutiva de ONUSIDA, Winnie Byanyima, que defiende la prevalencia de la salud frente a los beneficios económicos a través de iniciativas como The People’s Vaccine Alliance. Hablando desde Nairobi, llama a una respuesta global, multisectorial y con liderazgos femeninos. Una respuesta que ponga a las personas más vulnerables en el centro de ella, sirviéndose de la experiencia con VIH.
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