Juliana o la nueva historia de la migración en América Latina y el Caribe
Es necesario contar las historias de aquellos que conforman la nueva cara de la migración en la región. Y está en nuestras manos contribuir para que su potencial se desarrolle en destino. Algo a recordar en este Día Internacional del Migrante
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Hoy, Dia Internacional del Migrante es necesario contar la historia de Juliana, de muchas julianas, de quienes conforman el nuevo rostro de la migración en América Latina y el Caribe. Una, tiene 13 años y salió huyendo de la violencia de algún país del norte de Centroamérica y llegó a Belice a buscar refugio. No habla inglés y a pesar de haber sido aceptada en el colegio, cerraron las escuelas por la covid-19 y está en casa sin acceso a educación.
Otra juliana, de 23 años y madre de dos niños, de cuatro y dos años, camina sola con ellos por las carreteras de Colombia, tratando de llegar a la capital desde la frontera con Venezuela, desde donde huyó buscando sobrevivir.
La tercera y última, haitiana de 34 años, emigró a Chile hace tres años; consiguió trabajo como traductora y puede enviar cada mes dinero a su familia. Este es la cara de la migración en la región: diversa, compleja, afectando más a algunos que a otros, pero también con historias positivas sobre los aportes de los migrantes y refugiados a la sociedad de acogida.
Historias similares a las de otras regiones del mundo. ¿Qué tiene entonces de especial la migración actual en América Latina y el Caribe? La rapidez y el elevado número de migrantes han impuesto retos a los países de tránsito y acogida para los cuales no estaban preparados y han convertido este desafío en un tema de política pública de primer orden.
Revisemos algunas cifras: 10 países del Caribe se encuentran entre los 20 primeros del mundo con mayor porcentaje de su población como emigrante. En Belice, el 15% de su población es inmigrante, proveniente principalmente de El Salvador, Guatemala y Honduras. Cerca del 8% de la población de Chile ha migrado desde países de la región. Hoy, en Lima, el 10% de su población es extranjera, lo cual era impensable pocos años atrás.
Pero, es desde hace cuatro años, cuando la crisis política y económica de Venezuela desencadenó la emigración masiva más compleja en la historia del continente, cuando los ojos de la comunidad internacional se empiezan a posar sobre la región alrededor de este tema. Hasta la fecha, y según la plataforma R4V de la ONU, cerca de 5,4 millones de venezolanos han salido del otrora país más rico de la región. De estos, alrededor del 80% han migrado hacia países del mismo continente. Estas cifras situan a esta crisis de movilidad humana como la segunda más masiva del mundo después de la ocurrida en Siria. ¡En solo tres años, países como Colombia con casi dos millones, Perú más de un millón y Ecuador y Chile con más de 400.000 cada uno, han recibido el mayor porcentaje de migrantes y refugiados de Venezuela! A pesar de que la migración en la región no es un proceso nuevo, las condiciones recientes lo colocan en nuevo nivel dentro de la agenda de desarrollo regional.
Cientos de miles de ‘julianas’ a lo largo del continente seguirán buscando refugio, oportunidades, una vida mejor y aportando a la economía y a la sociedad que las recibe
Además de esta situación tan desafiante, la covid-19 afecta a los migrantes de manera particular. Un reciente estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) nos ilustra de cómo en la región todas las vulnerabilidades existentes se acrecientan para los migrantes en la pandemia.
En este contexto, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) creó a finales del año 2018 un fondo de recursos no reembolsables de 100 millones de dólares. El objetivo fue destinar recursos a 10 países receptores de migración. Con estos y otros conseguidos con donantes, se apoya a los países a la hora de implementar políticas en beneficio de migrantes y de sus comunidades receptoras en temas como el acceso a servicios sociales e identificación, así como a oportunidades económicas como el empleo. El BID incluso creó una Unidad de Migración para catalizar sus esfuerzos, y ha ampliado sus objetivos para trabajar con países de origen, y apoyar a los gobiernos para atender el retorno y tránsito de personas, incluir nuevos temas en la agenda y fortalecer el conocimiento, todo lo cual refleja la importancia del tema para la nueva Administración del BID y la voluntad de los países socios.
¿Es esto suficiente? La respuesta es no. Por esto, proponemos esfuerzos conjuntos con las agencias de Naciones Unidas, sociedad civil, organizaciones no gubernamentales, sector privado, banca multilateral de desarrollo, gobiernos de la región y países donantes para lograr sinergias que apoyen a los países de América Latina y el Caribe a potenciar la migración como factor de desarrollo y de crecimiento social y económico.
Cientos de miles de personas a lo largo del continente seguirán buscando refugio, oportunidades, una vida mejor y aportando a la economía y a la sociedad que las recibe. Está en nuestras manos contribuir para que su potencial se desarrolle y la historia de las julianas de la región sea, cada Día Internacional del Migrante, una historia positiva y alentadora. ¡Es posible!
Felipe Muñoz Gómez es Jefe Unidad de Migración del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
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