Hijos y nietos del Magreb, o la memoria íntima y la colectiva
‘Antes del ocaso’, de Ali Essafi, y ‘Leur Algérie’, de Lina Soualem son valiosas obras de Marruecos y Argelia, respectivamente, que eluden el olvido. Esta semana podemos verlas en España
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La memoria íntima suele enraízar en la memoria colectiva. Incluso aunque quien recuerde sus episodios familiares de la infancia no pueda asociarlos directamente a los acontecimientos históricos de un pueblo. La memoria colectiva está hecha de memorias íntimas que un día se revelan, se cuentan y se hilvanan junto con otras situaciones. Ese Magreb tan cercano y tan lejano que entretejen las sociedades de nuestros vecinos, Marruecos y Argelia, ha vivido el colonialismo explícito durante buena parte del siglo XX y ha lidiado –mediante artes diversas– con tan ambivalente legado.
Esto incluye la actualidad de la diáspora, y las rebeldías y las heridas que quedaron al cabo de los arrebatos de injusticia que hubo también, tras las independencias, en su propio suelo desigual. Como vecinos, desde España podríamos hacer el ejercicio de acercarnos a la memoria del Magreb, a través de la sensibilidad de algunos de sus artistas. Estos realizadores que eligen relatar su perplejidad frente a la propia historia familiar, social y política, echando mano a material de archivo, pero escribiendo sus notas al margen, desde el presente. Hablamos de piezas audiovisuales hechas presente, con retazos significativos de memoria colectiva, como Antes del ocaso, del marroquí Ali Essafi, y Leur Algérie, de la francesa Lina Soualem.
Ellos están tocando a nuestra puerta, apenas basta con asomarnos: Antes del ocaso (Avant le déclin du jour) puede verse en una de las salas de la mega exposición Trilogía Marroquí, en el Museo Reina Sofía de Madrid, y Leur Algérie integra el programa de la presente edición del FCAT Festival de Cine Africano Tarifa-Tánger y está disponible, hasta el 6 de junio, en la plataforma digital Filmin. Por lo demás, tenemos aquí dos ejemplos claros de lo que diferencia una obra de un reportaje audiovisual, porque aunque muestran la realidad desde la perspectiva documental, abundan en su escritura los silencios, lo no-todo-explicado, hay lugar para la digresión y lo onírico, con un tempo moroso en cada secuencia y la posibilidad del detalle invita al espectador a seguir cavando hasta la raíz.
En el ensayo documental Antes del ocaso (2019), Ali Essafi (Casablanca, 1963) parte de objetos que evocan la cultura de los años 70 en Marruecos –portadas de discos y de revistas, panfletos, trozos de películas, pinturas y piezas de arte– para ir rellenándolos de historia vívida. Así, las imágenes de archivo no son únicamente una pieza de museo, sino el providencial atajo para volver a dar voz a algunos protagonistas de la movida artística urbana, ligada al activismo estudiantil y sindical marroquí, y a los que sufrieron la represión de la época más dura de los llamados Años de Plomo. En su metarrelato, Essafi se apoya, principalmente, en las imágenes que revelaron unos negativos, recientemente encontrados en la Filmoteca de Cataluña, de un filme emblemático que fue prohibido en Marruecos, tras un solo pase de preestreno en París, en 1975.
Esa película imprescindible es Sobre algunos acontecimientos sin sentido (De quelques évènements sans signification,1974), de Mostafa Derkaoui, que también puede verse completa y restaurada en una de las salas del museo Reina Sofía y, esta misma semana, en Tarifa, en el marco del FCAT (la historia completa del hallazgo en la filmoteca puede consultarse aquí).
La encarnadura sobre la que cicatrizarán aquellas heridas podrían ser estos fotogramas encontrados de Sobre algunos acontecimientos sin sentido, una película osada que propone una trama de ficción en medio de una indagación casi periodística (mediante entrevistas callejeras, micrófono en mano), acerca de qué cine querían ver los ciudadanos y las ciudadanas de Marruecos en los años 70, porque, claramente, la opinión de ellas sonaba menos miedosa, y, por tanto, más libre. “Queremos crear un cine marroquí genuino”, afirmaban estos hacedores de cine militante, que se miraban en el espejo de los maestros del género en América Latina, sus contemporáneos de luchas, desvelos estéticos y destinos salvajes de tortura, cárcel y muerte.
Por fortuna, al Magreb le quedan los nietos y las nietas, para empezar a desatascar la memoria
Essafi recopila metrajes de conciertos y escenas de cine de ficción, dotándolas de la verdad que puede vislumbrarse en perspectiva. Así, deja hablar en off a los integrantes de algunas células militantes que vivieron en la clandestinidad de las grandes ciudades y tuvieron que renunciar al abrigo de la vida familiar (incorporando, con dolor, la incomprensión y el sufrimiento de los suyos), por una causa revolucionaria que les hacía sentirse aislados, sin representación y disonantes, al margen de las gestas populares como la famosa Marcha Verde, para la que el entonces rey Hassan II animaba a todas las voces nacionales a expresarse “al unísono”. Sortear la persecución no parecía una misión fácil en el Magreb, aunque los que se atrevían a contestar, en los 70, creyeran que todo era posible, incluso “soñar con la República” o filmar delirantes escenas de mujeres de ensueño que ventilan tapetes con la cara de Karl Marx. Pagaron caras sus osadías, por cierto. Ahora, la película Essafi es un agradecimiento al arte que no se desentiende de su pueblo y un tributo al compromiso, más allá de los errores cometidos.
Por su parte, la joven cineasta y actriz francesa Lina Soualem también rinde un homenaje, en este caso, a sus abuelos, emigrantes argelinos que formaron parte de ese éxodo norafricano de reconstrucción de Francia tras la Segunda Guerra Mundial. Lo hace con una película chiquita e inmensa que se llama Leur Algérie (Su Argelia).
A partir de la separación matrimonial que decide su abuela, a los 81 años, Soualem inicia un diálogo, con ambos, sobre aquel país al que nunca volvieron y del que casi no le hablaron. A la directora le cuesta que alguien salga de su mutismo, pero quizá algunos gestos le valgan para destapar ese lugar clausurado por las obligaciones del pan. El flashback documental la lleva a revisar las filmaciones de la familia migrante, en las que ella aparece de niña, a seguir preguntando y a viajar, para conocer de dónde salieron estas personas que han trabajado medio siglo en las líneas de montaje de las fábricas europeas sin apenas abrir la boca. Soualem descubre esas otras represiones, más allá de los látigos, que apenas tuvieron alguna válvula de escape en la comunidad de pertenencia. Por fortuna, al Magreb le quedan los nietos y las nietas, para empezar a desatascar la memoria. Los vecinos estamos agradecidos.
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