La crisis climática aumenta el riesgo de agresiones de género en el mundo, advierten varios estudios académicos
Las olas de calor, las inundaciones y la meteorología extrema afectan en mayor medida a los grupos más vulnerables y suponen un factor de estrés que agrava el maltrato hacia las mujeres, según los investigadores
Pilot Lenaigwanai se cubre la boca cuando habla, intentado ocultar un diente roto que le recuerda amargamente todo lo que soportó antes de encontrar cobijo en un refugio para supervivientes del maltrato en el norte de Kenia. La mujer, madre de tres hijos, llegó al albergue tras verse obligada a abandonar su hogar a causa de las agresiones cada vez más frecuentes. Su marido ya la maltrataba antes de que la peor sequía en décadas arrasara el árido norte del país. Cuando murieron las 68 cabezas de ganado que constituían el único medio de subsistencia de la familia, el maltrato se hizo imposible de aguantar. “Se sentía frustrado y se ensañaba conmigo y con mis hijos”, cuenta ella. “Creo que quería que nos fuéramos porque no podía seguir manteniéndonos”.
Lenaigwanai es una de las docenas de mujeres que han llegado al refugio de Umoja en los últimos meses huyendo de una violencia que, según explican, se agravaba a medida que sus familias se iban hundiendo en la pobreza con cada año seco que pasaba. La comunidad de pastores seminómadas samburu a la que pertenece se encuentra particularmente indefensa ante la sequía, ya que depende de un ganado cuyos cadáveres demacrados cubren las tierras yermas que antes proporcionaban abundantes pastos.
Para estas y otras muchas mujeres de todo el mundo, la amenaza de la violencia puede estar aún más presente a medida que los fenómenos meteorológicos extremos se vuelven más intensos y frecuentes a consecuencia del cambio climático.
Los científicos llevan mucho tiempo advirtiendo de la desproporción de los efectos de la crisis climática para los más desfavorecidos y vulnerables del mundo. Los negociadores de los países ricos que participaron en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en Egipto se comprometieron a hacer más para ayudar a los países más pobres que ya se enfrentan a sus devastadoras consecuencias. Hasta ahora se había prestado relativamente poca atención al perjuicio desmesurado que la crisis causa a las mujeres y a las niñas, pero el años pasado, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático reunido por Naciones Unidas descubrió que existe una relación entre la perturbación del clima y la violencia. Y mencionó las pruebas, cada vez más numerosas, de que los fenómenos atmosféricos extremos vienen acompañados de violencia doméstica, lo cual tiene repercusiones para la salud pública y la igualdad de género a escala mundial.
La violencia doméstica era un 60% más alta en las zonas de Kenia afectadas por una meteorología extrema, según un estudio realizado en 2021 por la Universidad Santa Catalina, en Minnesota (EE UU)
Un estudio de 2021 sobre los episodios meteorológicos extremos en Kenia realizado por investigadores de la Universidad de Santa Catalina en Minnesota (EE UU) llegó a la conclusión de que la tensión económica provocada por las inundaciones y la sequía o el calor extremo agudiza la violencia contra las mujeres en sus hogares. La investigación, que utilizó datos de satélites y de las encuestas nacionales de salud, demostró que la violencia doméstica era un 60% más alta en las zonas afectadas por una meteorología extrema. Este análisis, así como otros 40 publicados este año en la revista The Lancet dentro de un estudio de alcance mundial, mostraba un aumento de las agresiones de género durante esos episodios o después de ellos.
Terry McGovern, director del departamento de Población y Salud Familiar de la Escuela Mailman de Salud Pública de la Universidad de Columbia, calificó de “abrumadoras” las pruebas científicas de esta relación. “Las olas de calor, las inundaciones y las catástrofes de origen climático aumentan el acoso sexual, el maltrato mental y físico y los feminicidios, reducen las oportunidades económicas y educativas, e incrementan el riesgo de ser víctimas de la trata debido a la emigración forzosa”, explica McGovern. Y añade que los datos siguen siendo limitados en frentes como la violencia psicológica o emocional y los ataques contra los grupos minoritarios.
Algunos expertos creen que, a diferencia de la ciencia dura del cambio climático, los complejos factores que mueven a la violencia no pueden reflejarse fácilmente en números
Algunos académicos, activistas y trabajadores humanitarios afirman que la conexión entre la violencia contra las mujeres y los fenómenos meteorológicos extremos necesita más investigación. Consideran que, a diferencia de la ciencia dura del cambio climático, los complejos factores que mueven a la violencia no pueden reflejarse fácilmente en números. “Todo el debate sobre el clima gira en torno a las cifras, pero las pruebas de la violencia y de los cambios en las dinámicas de poder no pueden traducirse en números, así que no se les concede la misma importancia”, explica Nitya Rao, profesora de Género y Desarrollo de la Universidad de East Anglia en Reino Unido. “Es muy difícil establecer una conexión lineal”.
En Umoja nadie duda demasiado de que la sequía esté provocando un aumento de la violencia: la multiplicación de casos es prueba suficiente. Jane Meriwas, cuya organización sin ánimo de lucro Samburu Women Trust ayuda a ser autosuficientes a las mujeres que han huido de hogares donde sufrían maltrato, dice que, en el último año, el número de residentes de Umoja se ha duplicado hasta alcanzar las 51. “A medida que las comunidades y las familias se quedan sin sus medios de vida y pasan hambre, vamos enterándonos de más casos de estructuras familiares rotas o debilitadas”. Y añade: “La mayoría se dedica a actividades peligrosas para conseguir alimento”.
Debido a su modo de vida seminómada, las mujeres samburu son especialmente vulnerables. Según Meriwas, su acceso a los centros de salud, la protección policial o los servicios de apoyo es escaso o inestable, lo que hace difícil que puedan denunciar el maltrato. “La realidad es que sufren en silencio”.
En el este de India, los detonantes de la violencia son los aguaceros frecuentes y las inundaciones devastadoras. La tensión económica repentina agudiza la pobreza, y la desigualdad social a menudo atrapa a las mujeres que viven con parejas u otros miembros de la familia que las maltratan, ya que no tienen a dónde ir y no pueden esperar que las autoridades las ayuden.
Devi, una mujer de 40 años madre de cinco hijos que pide utilizar su segundo nombre para proteger su identidad, dice que no sabe nada de cambio climático. Solo sabe que cada vez que hay inundaciones en su pueblo del estado de Bihar, su marido vuelve a casa enfadado y violento. Como el hombre trabaja la mayor parte del año fuera de casa como peón agrícola, cada estación puede traer problemas, pero Devi cuenta que la más dura, con diferencia, es la de los monzones. Entonces los ríos de su pueblo, situado en las tierras bajas hacia las que fluyen las aguas del deshielo de los glaciares del Himalaya, crecen hasta desbordarse, inundando grandes extensiones de tierra e imposibilitando el cultivo. Sin perspectivas de trabajo hasta que se retiren las inundaciones, su marido vuelve a casa y descarga su frustración con la familia. “La violencia es peor durante las inundaciones. Todo es peor en esa época: el hambre, la tensión. Las serpientes se meten en casa”, cuenta Devi. “Él desahoga su rabia conmigo. Son épocas de mucha inquietud y eso me impide dormir”, dice, secándose las lágrimas mientas uno de sus hijos pequeños se arrima a ella.
Devi, que comparte su casita con tejado de paja con su suegra, tiene poca intimidad para ahondar en detalles. Pero, cuando la anciana no puede oírla, cuenta que su marido le pega y le insulta “día y noche” en la época de las crecidas.
Shilpi Singh, que trabaja con mujeres en el Estado más pobre de India como directora de una organización de base llamada Bhoomika Vihar, afirma que hay una relación directa entre las inundaciones y la violencia. “La causa última es la penuria económica. Cuando la familia no tiene nada que comer, los hombres descargan su impotencia pegando a las mujeres, que han sido educadas en la creencia de que marcharse no es una opción”.
Devi se siente atrapada por las mismas aguas de la inundación, que rodean su casa y la aíslan a ella y a su familia del mundo exterior, acrecentando su vulnerabilidad. Cuando habla de su situación, invoca repetidamente una conocida fase en hindi que puede traducirse más o menos como “aguanto”, casi siempre en referencia al sufrimiento de las mujeres. “Si mis hijas se encuentran en esta misma situación, les diré que tienen que aguantar”, reconoce. “Aunque haya días malos, seguro que luego vendrán otros buenos”.
Los científicos insisten en que los fenómenos meteorológicos extremos no son la causa de la violencia doméstica ni de la de género, pero que agudizan las tensiones ya existentes o facilitan las agresiones. Según los estudios realizados en Bangladesh y en algunas zonas de India, los desplazamientos masivos que siguen a las catástrofes pueden poner exponer a las mujeres a peligros mayores.
Para las mujeres samburu de Umoja, escapar de la doble presión de la violencia y la sequía se ha convertido en la clave de su supervivencia. Rose Lairolkek está sentada a la escasa sombra del grupo de chozas tradicionales de adobe que componen el refugio. Cuenta que su marido volvió a casa enfadado tras descubrir que todo su ganado había muerto y la atacó, y que más de dos años después, todavía tiene la cicatriz en el hombro derecho. “Casi me cuesta la vida”.
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