La maldición del oro de Sudán
El país africano devastado por el conflicto lleva años sumido en la pobreza, mientras la explotación del mineral alcanza cifras récord y se destina principalmente a la exportación
El auge de la minería del oro en Sudán, cuya explotación en la última década lo ha situado como el tercer productor de África, se ha convertido en un catalizador del crecimiento de la pobreza en un país que ocupa el puesto 172º del Índice de Desarrollo Humano de la ONU —de un total de 191—. Mientras que las autoridades sudanesas anunciaban en enero que en 2022 se había logrado una producción récord del preciado mineral, los indicadores económicos del Banco Mundial apuntaban otra marca muy diferente para este Estado del cuerno de África: el porcentaje de la población por debajo del umbral de la pobreza había ascendido de forma continuada desde el 15,3% de 2014 hasta el 32,9% en aquel momento. Es decir, en este momento unos 15 millones de personas viven con menos de 2,15 dólares (1,96 euros) al día. Aunque la industria del oro no explica por sí sola la depauperación de Sudán, la lucha por su explotación incendia el actual conflicto que enfrenta al ejército sudanés y a la principal organización paramilitar, las Fuerzas de Apoyo Rápido, en las que el oro se ha convertido en una de sus principales fuentes de financiación. Al menos 604 personas han muerto y otras 5.127 han resultado heridas desde que el pasado 15 de abril estalló el nuevo enfrentamiento, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Nadie sabe con exactitud cuánto oro se extrae en Sudán, un sector que empezó a tomar especial fuerza desde la independencia de Sudán del Sur en 2011 para compensar los dos tercios de pozos petrolíferos que perdió Jartum con la independencia del sur del territorio. Aunque las cifras disponibles son confusas, sí ofrecen una dimensión del potencial económico del mineral. En enero, el director de la Administración General para la Supervisión y el Control de Empresas Productoras, Alaeldin Ali, aseguró en una rueda de prensa que el país había logrado un nuevo récord de extracción al haber superado por una tonelada y 611 kilogramos su mejor producción, alcanzada en 2017, que llegó a 107 toneladas. Es decir, la extracción del año pasado habría rondado las 109 toneladas, según estos cálculos oficiales. La Compañía Sudanesa de Recursos anunció en abril que la venta al exterior del mineral —unas 41,8 toneladas— había procurado en 2022 unos ingresos de unos 2.000 millones de dólares (1.800 millones de euros). Las divisas supusieron, según la institución gubernamental, un 47% de las exportaciones totales del país.
Ninguna de estas cifras contempla el tráfico de oro. “El Banco Central de Sudán ha reconocido que el contrabando [del mineral] es un problema importante en el país”, asegura Denise Sprimont-Vasquez, analista del Centro de Estudios Avanzados de Defensa (C4ADS). La experta señala a las empresas de extracción de oro controladas por las Fuerzas de Apoyo Rápido, dirigidas por Mohamed Hamdan Dagalo, Hemedti, como uno de los actores responsables de este saqueo —la otra facción en liza, la del Ejército nacional, dirigido por el general Abdelfatá al Burhan, explota otros sectores económicos del país—. También a la organización de mercenarios rusos Wagner, afín al Kremlin, a quien Estados Unidos y la Unión Europea acusan de explotar el oro sudanés a través de empresas pantalla. En enero de este año, se hizo público que tres rusos habían sido arrestados por sacar oro de contrabando de Sudán, recuerda Sprimont-Vasquez.
Tampoco el Estado tiene capacidad de contabilizar el oro extraído por la minería artesanal, que según la analista del C4ADS representa el 85% del total de la minería de oro del país. “En la medida que esta actividad es principalmente informal, es poco probable que sea contemplada por las estadísticas oficiales”, añade.
El golpe de Estado de 2021, que puso fin al Gobierno de transición con la llegada del Ejecutivo castrense de Abdelfatá al Burhan, aumentó la opacidad en el sector del oro, afirma Joseph Siegle, director de investigación del Centro Africano de Estudios Estratégicos. Durante el breve periodo que duró el Gobierno de transición de Sudán (desde la caída del dictador Omar al Bashir en 2019 hasta octubre de 2021), la auditoría realizada por el Ministerio de Finanzas, dirigido por un civil, reveló que la mayoría de los ingresos que proporcionaba el oro no eran declarados. “Solo en 2021, al menos 32 toneladas de oro quedaron sin contabilizar, según las inspecciones estatales, lo que supone un mínimo de 1.900 millones de dólares”, explica Siegle. La cifra la adelantó la CNN en una investigación en 2022. “La estimación que se hizo es que en 2021 la producción real de oro pudo alcanzar las 233 toneladas, una cifra muy superior a la de los datos oficiales”, añade Jesús García Luengo, experto en recursos de África subsahariana y miembro del Grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid.
El mineral como arma de guerra
Este oro financia parte de la contienda. “Proporciona a Mohamed Hamdan Dagalo un cofre de guerra profundo e independiente del Gobierno para financiar su conflicto, aunque las Fuerzas Armadas de Sudán, dirigidas por Al Burhan, también controlan muchas empresas y sectores económicos en el país”, subraya Siegle. Dagalo, según el analista, se ha convertido en uno de los hombres más ricos del país, entre otros factores, por el control del sector del oro —además de la ganadería e infraestructuras— en la región occidental de Darfur.
Este control de los recursos por parte de los actores militares es, para Siegle, un factor importante del conflicto actual y uno de los motivos que mantienen el país en una situación económica crítica. “Si las fuerzas armadas tuvieran que someterse a un Gobierno civil, como exigía el acuerdo marco que regía la transición a la democracia, entonces estos recursos entrarían en la tesorería del Gobierno, contribuyendo significativamente a la recuperación económica y la estabilización del país”, puntualiza.
Se cree que el oro extraído de Sudán ha ayudado a estabilizar la economía rusa desde la invasión rusa de Ucrania y las posteriores sanciones internacionales contra MoscúJoseph Siegle, director de investigación del Centro Africano de Estudios Estratégicos
Pero también Moscú se beneficia. “Wagner, bajo Yevgeny Prigozhin [conocido como el chef del presidente ruso, Vladímir Putin] se ha vuelto muy activo en el sector del oro de Sudán, incluso en estrecha colaboración con Hemedti”, explica Siegle. Según el experto, ha sido precisamente la llegada de Wagner, cuya presencia en Sudán ha negado Prigozhin, lo que ha llevado a escala comercial parte de la minería artesanal. “Esto explicaría los niveles récord de extracción; se cree que el oro extraído de Sudán ha ayudado a estabilizar la economía rusa desde la invasión rusa de Ucrania y las posteriores sanciones internacionales [contra Moscú]”, subraya. Según una investigación de la CNN publicada el pasado julio y basada en informaciones de fuentes oficiales sudanesas, entre febrero y julio del año pasado al menos 16 vuelos salieron de Sudán con rumbo a Rusia cargados de oro de contrabando.
Mientras actores paramilitares y extranjeros se reparten la explotación del oro de Sudán, esas 233 toneladas que se calcula que se extrajeron en 2021 hubieran supuesto ingresos de más de 13.000 millones de dólares [11.680 millones de euros], critica García Luengo. “Unas divisas”, recuerda, “fundamentales en un país donde la población tiene unas carencias absolutas, con unos indicadores en el Índice de Desarrollo Humano bajo mínimos y una inmensa necesidad de servicios sociales básicos”.
Además, la escasa ausencia de control en la minería áurea no solo eterniza la pobreza, sino que supone un importante problema medioambiental y de salud pública. Los mineros artesanales suelen utilizar mercurio, más barato que otras sustancias, para separar el oro de otros minerales. Durante el proceso, se calienta la amalgama extraída, aprovechando que el mercurio se evapora antes de que el oro se funda. Sin embargo, es inodoro y muy tóxico, por lo que es fácilmente inhalado por los trabajadores, a la vez que contamina la tierra y el agua.
Para medir el impacto de esta polución, García Luengo recuerda que en la minería artesanal sudanesa trabajan unos dos millones de personas, incluidos niños (la población del país es de más de 45 millones de personas). “Trabajan sin la protección adecuada”, lamenta, por lo que el negocio en torno al oro no solo les empobrece y genera violencia a su alrededor, sino que también les enferma.
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