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El cambio climático, los conflictos y la desigualdad frenan los avances en la lucha contra la malaria

El nuevo informe de la OMS destaca que en 2023 hubo 263 millones de nuevos casos, 11 millones más que en el año anterior. África concentra el 95% de las muertes y en la parte subsahariana, cada minuto un niño muere por malaria

Malaria
Un trabajador sanitario administra una vacuna contra la malaria a un niño en Yenagoa, Nigeria, el pasado lunes.Sunday Alamba (Associated Press/LaPresse)
Patricia R. Blanco

El cambio climático, los conflictos y las desigualdades en el acceso a la sanidad amenazan con socavar los avances alcanzados en la lucha contra la malaria. Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre esta enfermedad, publicado este miércoles, entre 2000 y 2023, los esfuerzos globales para controlar el paludismo evitaron 2.200 millones de casos y 12,7 millones de muertes en todo el mundo. Además, 44 países y un territorio han sido declarados “libres de malaria”, Egipto, el último de ellos. Sin embargo, pese a las tendencias “esperanzadoras”, la OMS alerta de un aumento en el número de enfermos: el año pasado se notificaron 263 millones de nuevos casos de malaria en 83 países, 11 millones más que en 2022, y 597.000 muertes, una cifra muy similar a la del año anterior. El 94% de los casos y el 95% de las muertes se concentraron en África.

“El aumento de las temperaturas, de las precipitaciones y de la humedad favorece la multiplicación de los mosquitos que son vectores de la malaria”, explicó el doctor Arnaud Le Menach, jefe de la unidad de Información Estratégica para la Respuesta contra la Malaria, durante un encuentro online con periodistas. El ejemplo más claro, según Arnaud, es el “incremento de casos que se produjo en Pakistán después de las inundaciones de 2022”, ya que, tras la anegación de las tierras, aparecieron charcos de agua estancada ideales para la proliferación de los mosquitos. Según los datos de la OMS, los casos de paludismo se multiplicaron por ocho en el país asiático entre 2021 y 2023, y pasaron de unos 500.000 a 4,3 millones.

“Muchos de los países más afectados por la malaria están también en primera línea del cambio climático. En el África subsahariana, donde un niño muere de malaria cada minuto, los cambios en los patrones climáticos, desde lluvias intensas a olas de calor extremas y sequías prolongadas no solo están alterando la geografía de la malaria, sino que también están profundizando las desigualdades existentes”, ha alertado Peter Sands, director ejecutivo del Fondo Mundial.

Tras las inundaciones de Pakistán de 2022, los casos de paludismo se multiplicaron por ocho en el país asiático

Pero además de los fenómenos meteorológicos extremos, hay otros factores que obstaculizan los avances contra la enfermedad. Por ejemplo, los desplazamientos forzosos impiden que los afectados puedan acudir a centros sanitarios o que la población en riesgo pueda disponer de elementos indispensables como mosquiteras para evitar el paludismo. En 2023, según calcula la OMS, 80 millones de personas eran desplazados internos o refugiados en países donde la malaria es endémica, el 70% de ellas como consecuencia de conflictos, aunque también del cambio climático.

En Myanmar, de acuerdo con los datos de la OMS, se registraron 847.000 casos de malaria en 2023, 10 veces más que en 2019, un incremento que el informe atribuye en gran parte a “la inestabilidad política y social, que ha debilitado los sistemas de control y prevención”. Otro caso es el de Etiopía, donde el número de afectados por la malaria pasó de 2,6 millones en 2019 a 9,5 millones en 2023 como consecuencia de los conflictos, el impacto del cambio climático o la resistencia a los insecticidas.

Precisamente la “expansión de la resistencia a los medicamentos antipalúdicos” es una de las mayores preocupaciones en estos momentos, señala Michael Charles, director general de la Alianza para Acabar con la Malaria, que ha hecho un llamamiento a buscar fármacos más eficaces. Hasta la fecha, Eritrea, Ruanda, Uganda y Tanzania han confirmado la presencia de resistencia parcial a la artemisinina, uno de los medicamentos más comunes contra la malaria, aunque hay sospechas de que también se dé en otros cuatro países (Etiopía, Sudán, Namibia y Zambia). Por otro lado, la OMS ha confirmado resistencia a los piretroides, los insecticidas más usuales contra la malaria, en 55 de los 64 países endémicos.

“África sigue siendo la región más duramente afectada”, alertó Daniel Ngamije, director del Programa Global de Malaria de la OMS. En concreto, solo cuatro países acumulan más de la mitad de las muertes mundiales: Nigeria (30,9%), República Democrática del Congo (11,3%), Níger (5,9%) y Tanzania (4,3%).

El impacto de la desigualdad

“El informe este año es muy claro en progresos, pero también en los huecos en los que se puede avanzar, como el de la equidad”, destacó Alia El-Yassir, directora del departamento de Igualdad de Género de la OMS, durante el encuentro con periodistas. Según la experta, los esfuerzos mundiales para luchar contra la enfermedad son un espejo de cómo las inequidades penalizan a las poblaciones con menos recursos.

Por primera vez, el informe anual sobre la malaria dedica un espacio a las desigualdades “en el acceso a los tratamientos o las herramientas de prevención”, destacó Ngamije, que denunció que “demasiadas personas en riesgo de contraer la enfermedad” no reciban la atención adecuada. Entre ellas, se encuentran los niños menores de cinco años, las mujeres y niñas, los pueblos indígenas, los migrantes, las personas con discapacidad y las personas que viven en zonas remotas con acceso limitado a la atención sanitaria. Por ejemplo, en 2023, más del 40% de menores de cinco años y de mujeres embarazadas en África subsahariana no durmieron bajo una mosquitera tratada con insecticida, una de las principales herramientas de prevención del paludismo.

En 2023, más del 40% de menores de cinco años y de mujeres embarazadas en África subsahariana no durmieron bajo una mosquitera tratada con insecticida

Como consecuencia de todos estos factores ambientales, económicos y de inequidad, los objetivos planteados en la Estrategia Mundial contra la Malaria están lejos de ser alcanzados. La tasa actual de incidencia es de 60,4 casos por cada 1.000 habitantes en riesgo, por encima de los 58 casos de hace 10 años y casi tres veces más alta de los 21,3 casos que plantea la estrategia para 2030. Además, en 2023, se produjeron 13,7 muertes por malaria por cada 100.000 habitantes en riesgo, más del doble del objetivo de 5,5 muertes por cada 100.000 habitantes.

“Nadie debería morir de malaria, pero la enfermedad continúa perjudicando desproporcionadamente a la gente que vive en África, especialmente a los niños más pequeños y a las mujeres embarazadas”, ha señalado Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS. Según ha subrayado, existe “un paquete ampliado de herramientas” contra la enfermedad, pero ha llamado a “aumentar las inversiones y las medidas en los países africanos con una alta carga para frenar la amenaza”.

Entre los nuevos medios para combatir la malaria figuran las nuevas vacunas, que ya se administran en 17 países de África. “El programa piloto en Kenia, Ghana y Malaui ha reducido la mortalidad en un 13% entre los menores de cinco años”, destaca Mary Hamel, jefa de equipo para vacunas contra la malaria de la OMS, que espera que los mismos resultados se den en el resto de los países. Además, se están desarrollando “mosquiteras de nueva generación”, que proporcionan una mejor protección y sortean la resistencia contra los piretroides.

Pero todos estos avances requieren fondos. “En los últimos años, han disminuido”, alerta Charles. En concreto, las inversiones totales para el control de la malaria sumaron en 2023 un total de 4.000 millones de dólares (3.800 millones de euros), por debajo del objetivo fijado por la OMS de 8.300 millones de dólares (7.885 millones de euros). El responsable de la Alianza para Acabar con la Malaria advierte: “El aumento de los fondos contra la malaria es urgente, el mosquito es cada vez más resistente y, cuanto más esperemos, será peor”.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.
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