Perdí mi casa por las inundaciones de Pakistán. Ahora ayudo a otros como yo
Akeela Qadir, orientadora de salud de Médicos Sin Fronteras, vivía en una de las zonas más afectadas por las lluvias monzónicas que han anegado el país
En junio y julio, las lluvias eran normales y la vida iba bien. Los fines de semana visitaba a mi familia en mi pueblo, que está a unos cinco kilómetros de Dera Murad Jamali (Baluchistán), donde trabajo con el equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF). Hacíamos visitas a las comunidades y ayudábamos a concienciar sobre la salud materno-infantil y algunas enfermedades. Llegó el mes de agosto y las lluvias parecían más continuas que otros años. El 17 de agosto, el agua empezó a llegar a nuestro pueblo y nos pidieron que nos fuéramos inmediatamente.
Apurados, mis padres y hermanos menores se marcharon. Por suerte, contábamos con la casa de mi tío en Dera Murad Jamali, así que se trasladaron allí, pero mi hermano y mi hermana se quedaron cuidando de nuestras vacas y cabras. Llevaron el ganado hasta un terreno más alto, pero cuando vieron que el agua empezaba a inundar el pueblo, tuvieron que huir. Se subieron al tejado de una casa cercana. Vieron cómo subía el agua y cómo la corriente se llevaba nuestro ganado, nuestras casas y nuestra granja. El agua llegó a alcanzar los dos o tres metros de altura. Fue muy angustioso.
En pueblos remotos, encontramos familias que vivían a la intemperie y sin cobijo. Sus casas habían quedado bajo el agua, y no tenían refugio, alimentos suficientes o agua potable. Mientras tanto, la lluvia seguía cayendo
Al principio, me tomé una semana de permiso para ayudar a mi familia, pero cuando vi que tanta gente necesitaba ayuda, y recibí una llamada de MSF solicitando apoyo para responder a la emergencia, la respuesta fue un sí rotundo. A los dos días, estaba de servicio haciendo evaluaciones en las aldeas afectadas por las inundaciones. Llegamos hasta algunos pueblos remotos y encontramos familias que vivían a la intemperie y sin cobijo. Algunas personas utilizaban dos camastros de madera (charpai) unidos con plásticos para resguardarse en un lado del camino. Sus casas habían quedado bajo el agua, y no tenían refugio, alimentos suficientes o agua potable. Mientras tanto, la lluvia seguía cayendo de manera intermitente.
Después de las evaluaciones, nos organizamos en equipos de emergencia, y yo me uní al equipo B. La primera aldea que visitamos fue Rabi Pull y el campamento de la central eléctrica de Uch, donde instalamos una clínica móvil y facilitamos agua potable. El agua fue suministrada por la planta depuradora por gravedad de MSF en Dera Murad Jamali, Baluchistán. Es una de las pocas plantas depuradoras que existen en la región. En nuestras clínicas móviles atendemos a pacientes con infecciones respiratorias, diarrea, malaria e infecciones cutáneas. La gente que vive aquí está bebiendo y utilizando el agua de las inundaciones, que está contaminada y transmite enfermedades. Nuestro personal médico se encarga de las revisiones, de la medicación y de derivar a las mujeres embarazadas y a las personas que necesitan atención especializada al hospital del distrito de Dera Murad Jamali.
También hemos distribuido 236 kits de higiene a personas que se encuentran cerca de la central eléctrica de Uch, donde se refugian las personas desplazadas internas. Hasta ahora también hemos proporcionado 70.000 litros de agua potable a las familias desplazadas y hemos atendido a 2.575 pacientes en diferentes lugares de Naseerabad, Jaffarabad y Dera Murad Jamali, en la provincia de Baluchistán.
Durante nuestra respuesta instalamos una clínica móvil en mi pueblo, en Mir Gul Hassan Manju Shori Barun Naseerabad, que se vio afectado por las inundaciones. Cuando nos dirigíamos hacia allí me sentí satisfecha. Los vecinos saben que trabajo con MSF, ya que los he visitado muchas veces durante nuestras actividades de divulgación. He formado parte del equipo de emergencia de MSF que presta apoyo a las comunidades, entre ellas, mi comunidad. Todas las casas de mi pueblo, incluida la mía, siguen estando bajo el agua y todavía puede pasar un mes hasta que se sequen por completo.
En uno de nuestros campamentos médicos había algunas personas en una orilla de la riada y algunas familias en la otra. Entre ellas, una familia con tres niños, todos con mucha fiebre. Los padres, al ver nuestro campamento médico, cruzaron por el agua en busca de ayuda para sus hijos. Muchos habitantes de otras aldeas más remotas siguen esperando que llegue la ayuda. Son personas que han abandonado sus casas y viven en campamentos. Algunos de ellos también están aislados y el acceso es difícil.
Esas personas me recuerdan por qué seguimos trabajando en nuestras clínicas móviles diarias y por qué facilitamos agua potable a las familias desplazadas.
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