La izquierda ‘abertzale’ contagia su radicalidad a los integrantes de Bildu
La política de la coalición queda desdibujada por la presión de los violentos Los altos cargos de la formación se rodean de políticos de Batasuna Concejales de EA y Alternatiba ya no se posicionan contra ETA
La exBatasuna ha necesitado apenas tres meses para colonizar por completo la coalición soberanista Bildu hasta conseguir que sus integrantes —ciudadanos independientes, Eusko Alkartasuna (EA) y Alternatiba— hayan quedado desdibujados por la estrategia política que le marca la izquierda abertzale. Este control absoluto está siendo muy visible en las mociones de condena y por la disolución de ETA que se vienen debatiendo en varios Ayuntamientos vascos en las últimas fechas. Bildu, más que una suma de sensibilidades políticas, demuestra ser una pieza monolítica. Los concejales de EA y Alternatiba, que antes de formar la coalición electoral expresaban sin dobleces su rechazo a la banda terrorista, ahora siguen a pies juntillas la disciplina radical y no participan en las votaciones contra ETA.
Bildu rehúye fijar su posición sobre la banda —evita incluso nombrarla— porque, según dicen sus miembros, “Euskal Herria vive nuevos tiempos” que conducen hacia la paz. Para el edil donostiarra del PSE Ernesto Gasco, los “nuevos tiempos” de los que habla Bildu significan que “Alternatiba y EA han pasado de condenar a ETA al silencio”, y lamenta que estos dos partidos ahora no repudien los asesinatos terroristas “porque forman parte de una coalición con la izquierda abertzale”.
Desde el pasado 11 de junio, Bildu (obtuvo 208.000 votos en los comicios municipales en Euskadi) tiene en sus manos 101 alcaldías vascas, además de la Diputación de Gipuzkoa, el mayor poder institucional que jamás alcanzó la histórica Batasuna en sus mejores tiempos. Durante esta corta estancia en la poltrona, la coalición abertzale no ha tomado aún decisiones de calado —“no nos dais tiempo ni para confundirnos”, asegura un edil donostiarra de Bildu— porque quieren en primer lugar “analizar la situación” de las instituciones que han pasado a gobernar. “50 días de gestión no dan para mucho”, afirman.
Al poco tiempo de tomar posesión, el alcalde de San Sebastián, Juan Karlos Izagirre, decidió modificar el programa de las fiestas de la Semana Grande —se celebran a mediados de agosto— para retirar del cartel de conciertos a Melocos y La Mala Rodríguez por los grupos euskaldunes Beti Txarrak y Su Ta Gar, cuyo cantante compuso una canción de apoyo a Bildu para la pasada campaña electoral. Pocos días antes, el mismo regidor había ordenado retirar el retrato del Rey que presidía el salón de plenos porque, así se justificó, “ese cuadro no representa a la ciudad” de San Sebastián.
Lo simbólico, todo aquello que reconforta a las bases de la izquierda abertzale más radical, adquiere mucha importancia en las actuaciones de Bildu. Por eso, la delegada donostiarra de Cultura, Nerea Txapartegi, acostumbra a expresarse en euskera en sus reuniones de trabajo, aunque tenga enfrente a personas que no conozcan esa lengua, sin importarle si su interlocutor es el director del prestigioso Jazzaldia o el de la Quincena Musical.
Una de las primeras medidas aprobadas por Bildu en varios consistorios y en la Diputación guipuzcoana ha consistido en bajarse los sueldos. En Andoain (Gipuzkoa) no lo consiguieron al decaer la propuesta con los votos de los partidos de la oposición. En el terreno de la gestión, Bildu ha dejado su impronta en la capital guipuzcoana al anunciar su intención de paralizar la gran mayoría de los grandes proyectos de la ciudad, como el metro, la nueva estación de autobuses, la reforma del estadio de Anoeta o la pasarela de Mompás. Y las banderas españolas siguen ondeando donde solían, tanto en la fachada de la casa consistorial donostiarra como en la Diputación que preside Martin Garitano, porque su retirada supondría violar una orden judicial.
Las intenciones de Bildu se han dejado ver cuando han tenido que designar a sus asesores y cargos de confianza, para los que han elegido a personas que, en muchos casos, han tenido un papel destacado en la ilegalizada Batasuna y su entorno. El brazo derecho de Garitano, su jefe de gabinete, es Iñaki Errazkin, el exalcalde de Azpeitia por ANV que fue depuesto por no condenar el asesinato a cargo de ETA del empresario de la citada localidad Inaxio Uria. Como responsable de comunicación nombró a Marian Beitialarrangoitia, exregidora de Hernani de ANV y portavoz en varias ocasiones de la dirección de la izquierda abertzale. En la capital guipuzcoana, Izagirre está siempre asistido por el exedil de EH Josetxo Ibazeta y cuenta como jefe de gabinete al abogado de presos de ETA Aitor Ibero.
En todo caso, Bildu alterna decisiones como el rechazo al ataque contra el monolito en memoria del que fuera gobernador civil de Gipuzkoa, Juan Mari Jáuregui, cuyos destrozos costeará el Ayuntamiento de Tolosa (Gipuzkoa), en manos de Bildu y Aralar, con el arrope institucional que recientemente ofreció Garitano en el palacio foral a un grupo de jóvenes que están siendo juzgados por la Audiencia Nacional por pertenecer a Segi, una organización juvenil ilegal.
La coalición independentista da muestras, por un lado, de intentar un acercamiento a las víctimas de ETA asistiendo a sus homenajes, como anunció la semana pasada la presidenta de las Juntas Generales de Gipuzkoa, Lohitzune Txarola (EA), y evita, por otro, votar siquiera un texto que exige el fin de la banda terrorista.
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