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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Secretas intenciones

Mientras subsista ETA seguirá sin haber igualdad de condiciones en la competición electoral

A tres meses de las legislativas, los objetivos de la izquierda abertzale parecen ser, a juzgar por sus últimas iniciativas, la legalización de Sortu y popularizar su propuesta de alianza nacionalista con programa soberanista, a la que ha invitado a sumarse al PNV. Sobre esto, la novedad más interesante ha sido la respuesta de Egibar, cabeza del sector soberanista del PNV, quien ha dicho que la existencia de ETA es un obstáculo insalvable para cualquier alianza.

 Es cierto que ese obstáculo no impidió al PNV cerrar acuerdos de calado en tiempos de Ibarretxe, pero la diferencia es que ahora la izquierda abertzale amenaza con arrebatar al nacionalismo tradicional su hegemonía en ese campo, lo que no ocurría en los años noventa. Pero es significativo que Egibar haya puesto el acento en la existencia de ETA, aunque esté en tregua, y en la negativa de Bildu a exigir su disolución.

Mientras la banda se mantenga presente, aunque sea como amenaza, seguirá la desigualdad de oportunidades electorales derivada de la existencia durante décadas de una banda que atacaba a los enemigos políticos del nacionalismo radical. El éxito electoral de Bildu se considera con razón un aval para la apuesta de Otegi y compañía por las vías políticas. Pero ¿qué pasaría si tuviera malos resultados el 20-N? ¿Consideraría ETA que eso le da un pretexto para romper el alto el fuego? ¿No condiciona eso el voto? Por eso es importante que el nacionalismo no ligado a ETA condicione eventuales alianzas con Bildu a la exigencia pública de disolución de la banda.

El mismo argumento vale para la legalización de Sortu. Con ETA de cuerpo presente, ¿que pasaría si el Constitucional decide no legalizarla? En general se da por supuesto que, tras haber dado vía libre a Bildu, el Tribunal lo hará también con Sortu. Sin embargo, no es seguro que los argumentos que sirvieron para Bildu (insuficiencia de las pruebas presentadas para tomar una medida que implicaría excluir de las elecciones a una coalición de la que forman parte dos partidos legales) sea de aplicación a Sortu, que no tiene esa condición.

En la manifestación por la legalización de Sortu celebrada el sábado en San Sebastián, los organizadores leyeron una declaración en la que por primera vez rechazaban “sin paliativos” los ataques recientes contra monumentos en recuerdo de víctimas de ETA. A continuación anularon el sentido de ese gesto al exhortar al PSOE y al PP a abandonar su “inmovilismo” y dar pasos que hagan “irreversible” el abandono de la violencia “por todas las partes”.

Pero también hay contradicciones entre los demócratas: agravios absurdos como decir que al PP le preocupa que se acabe ETA o que Rubalcaba no ha querido nunca del todo la derrota de la banda. En las últimas horas, mientras López y Basagoiti se conjuraban para mantener su pacto a resguardo de posibles diferencias sobre cómo gestionar el fin del terrorismo, Cospedal arremetía de la manera más artificiosa contra el lehendakari por decir que lo que lamenta son las actitudes de Bildu y no su legalización por el Constitucional.

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