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Marruecos combina una estrategia dura y política ante el yihadismo

Las fuerzas de seguridad detienen células terroristas pero el Gobierno opta por la prudencia en los foros diplomáticos

Javier Casqueiro

Esta nueva semana crítica en la lucha internacional contra el terrorismo yihadista ha retratado perfectamente la estrategia particular de Marruecos contra esa creciente amenaza para los países occidentales pero también para el Magreb. Duros pero hábiles diplomáticos. Contundentes internamente, con periódicas detenciones de células en los puntos clave del país, pero pragmáticos y difusos en los foros internacionales, para no quedar excesivamente marcados. Con motivo de la 69 Asamblea General de la ONU se han celebrado en Nueva York varios foros y encuentros entre los principales líderes mundiales bajo el monotema del desafío del Estado Islámico (EI). Marruecos ha participado a su manera.

El Ministerio de Protocolo y Asuntos Reales anunció al comienzo de la semana la asistencia del rey Mohamed VI a la cumbre en la ONU precisamente para remarcar la importancia de la posición del país claramente en contra del terrorismo yihadista. Los medios marroquíes difundieron ampliamente la noticia. El mismo día del discurso previsto del monarca ante la asamblea se supo, de manera nada oficial, que el rey había cancelado el viaje a última hora y que le sustituiría el jefe de Gobierno, Abdelilah Benkirane. Nunca se explicó la razón de esa cancelación. Apenas se ha informado en Marruecos de ese hecho. Algunos medios, como el prestigioso Le Economiste, han apuntado hoy la posibilidad de que se hubiera optado al final por esa solución “como medida de prudencia para no exponer a los marroquíes a riesgos inútiles”.

Benkirane, en su discurso y en sus citas bilaterales, dejó claro en Nueva York, como ha hecho su Gobierno y el ministro del Interior marroquí numerosas veces, su compromiso en la lucha y cooperación internacional contra ese tipo de terrorismo en todos sus aspectos. Así se lo agradeció expresamente el secretario de Estado norteamericano John Kerry. Pero el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, citó ante el Consejo de Seguridad a varios países árabes en su agradecimiento a este combate (como Túnez, Argelia, Mali o Mauritania) y no mencionó Marruecos. Benkirane no olvidó mencionar que la semana pasada su ejecutivo modificó el Código Penal vigente en varios artículos para endurecer las condenas en los delitos de captación y formación de terroristas.

Ese compromiso es claro y evidente. Para empezar porque Marruecos teme cualquier contagio interno de las diferentes ramas que están surgiendo de escisiones de Al Qaeda en los países árabes. Y porque sus fuerzas de seguridad son plenamente conscientes de que son precisamente los marroquíes que acudieron en su día a combatir en Siria e Irak (se calcula que unos 2.000) uno de los contingentes más peligrosos susceptibles de provocar un atentado a su retorno en su propio país de origen. El ministro del Interior, Mohamed Hassad, así lo remarcó este verano ante el Parlamento y subió al máximo el estado de alerta.

En lo que va de año las fuerzas de seguridad marroquíes han detenido tres células de captación y formación de terroristas en la misma zona, en el entorno de Nador, en el norte del país, frente a España. En enero se detuvo allí a más de 20 miembros de un grupo yihadista dirigido por un exmilitar español. En marzo pasado cayó una célula formada por siete miembros y dirigida por el español Mustafa Maya Amaya.

Sobre los ocho marroquíes detenidos esta madrugada, también en Nador, el Ministerio del Interior marroquí ha apuntalado que estaban ligados a Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), con dos células locales denominadas Tawid (monoteísmo) y Muahidim (monoteístas), y que tenían antecedentes de robos con violencia, narcotráfico y contrabando de coches de lujo para financiar la yihad. Ahora han pasado a disposición judicial.

Esta misma semana, el pasado día 24, el Departamento de Estado norteamericano ha actualizado su lista de organizaciones terroristas internacionales con dos nuevos grupos y diez líderes muy peligrosos. Uno de esos grupos es Harakat Sham al Islam (HSI), fundado en agosto de 2013 por el marroquí Abou Ahmad al Mouhajir, cuyo nombre verdadero es Brahim Benchekroun, detenido en la prisión de Guantánamo entre 2002 y 2004, con un discurso yihadista duro ligado a la rama siria de Al Qaeda (Jabhat al Nosra) y muy antichiita, y que podría disponer de unos 800 combatientes, la mayoría marroquíes.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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