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Soraya Sáenz de Santamaría, la jefa de casi todo

Soraya Sáenz de Santamaría ha acumulado más poder que ningún otro vicepresidente y ha provocado recelos en el PP por su empeño en mantener al Gobierno a salvo

Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno, en una rueda de prensa en marzo pasado.
Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno, en una rueda de prensa en marzo pasado.uly martín

Es la mujer que más poder democrático ha acumulado nunca en España. Y nunca antes un vicepresidente del Gobierno en la historia constitucional había asumido tantas funciones. Desde la portavocía del Ejecutivo a los servicios secretos, incluyendo la política de comunicación, la coordinación legislativa y la gestión de las crisis políticas que han afectado al Gobierno en esta legislatura.

Con el atrevimiento que muestra en el gesto característico de subirse enérgicamente las dos mangas mientras habla y que tanto desespera a sus asesores más cercanos, Soraya Sáenz de Santamaría (Valladolid, 1971) ha asumido todo.

Con la energía que muestra en el golpe que cada miércoles da en el Congreso al micrófono de su escaño tras contestar a la oposición se ha echado todo a la espalda. Todo, salvo la defensa del PP, porque si algo le reprochan en el partido es precisamente que ha activado una especie de muro de contención en torno a ella para proteger su parcela del Gobierno de los incendios de la formación. De ahí y de las inevitables diferencias personales con otros dirigentes del partido ha surgido la grieta cada vez más enorme e insalvable entre La Moncloa y Génova que ahora se pretende cerrar.

La vicepresidenta ha extendido por los cargos clave del Gobierno la red de abogados del Estado próximos a ella casi con la misma intensidad con que ha ido creando un grupo de fieles en el Gobierno y en las instituciones clave. Tan intensamente que ha innovado la etiqueta de los sorayos para describir al grupo de políticos fieles que empezó a crear en el Congreso cuando era portavoz parlamentaria de la oposición y que ha extendido ya en el Ejecutivo. Alfonso Alonso, Cristóbal Montoro o Fátima Báñez son algunos de los ministros que se pueden incluir en esa etiqueta; y José Luis Ayllón (secretario de Estado de Relaciones con las Cortes), Jaime Pérez Renovales (subsecretario de la Presidencia) y María González Pico (jefa de Gabinete) algunos de los miembros de su poderosa guardia de Corps en La Moncloa.

Ha aprendido de Mariano Rajoy (“el jefe”, según terminología de los sorayos) que hay que tener un equipo de colaboradores fieles, a los que cuidar y promocionar, e ir extendiendo los tentáculos de ese equipo por las distintas ramas de poder. El presidente del Gobierno empezó hace muchos años trabajando en el Ministerio de Educación con Ana Pastor, Jorge Fernández y otros que le han acompañado por todo su recorrido, y ahí siguen alimentando la leyenda de la alergia de Rajoy a los cambios de personas.

Sáenz de Santamaría llegó a ese equipo desde abajo. Era una joven abogada del Estado de León y cayó en gracia a Francisco Villar, entonces jefe de Gabinete de Rajoy hoy fallecido, al que mandó su currículum. Fue fichada y se ganó la confianza de Rajoy. En 2000 ya se encargó de coordinar la redacción del programa de Justicia del PP junto con el actual ministro, Rafael Català.

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Se supone que el ahora presidente del Gobierno vio en ella capacidad de trabajo y preparación técnica. Y, sobre todo, discreción, porque coincide con "el jefe" en la adversión a los titulares y la tendencia a bajar el balón cuando vienen mal dadas.

En 2004 salió de su puesto más discreto al ser incluida en el número 18 de la lista del PP de Madrid y luego en el Congreso del partido al ser designada responsable de Política Autonómica y Local, en lo que fue visto como una carrera meteórica en un partido al que le cuestan las renovaciones internas. En las elecciones se quedó a las puertas del escaño y solo lo ocupó al correr la lista cuando Rodrigo Rato dejó el Congreso para dirigir el FMI. Curiosamente, también Pedro Sánchez entró en esa legislatura cuando se fue otro exvicepresidente económico, en este caso el socialista Pedro Solbes.

Su poder fue creciendo en Génova a la sombra de Rajoy y tras las elecciones de 2008 dio el gran salto a la portavocía del Grupo Popular del Congreso, donde fue creando su poder y estrenó su perfil político. Su procedencia no era conservadora, pero por encargo de Rajoy en esos años firmó y encabezó junto a Federico Trillo un durísimo recurso contra la ley del aborto. Y encabezó la dura oposición al Estatuto de Cataluña y redactó la apelación al Tribunal Constitucional que anuló una parte de la norma. Mostró una especie de puño de hierro en guante de seda en la oposición frente al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, hasta convertirse en la número dos de Rajoy por encima de veteranos dirigentes del partido y de los que le habían acompañado desde el inicio de su carrera.

Tras las generales de 2011 fue nombrada vicepresidenta del Gobierno. Su principal fuente de poder ha sido el control de las iniciativas del Ejecutivo, del llamado índice de los Consejos de Ministros y de estructuras paralelas creadas como la comisión que estudió la reducción de la estructura administrativa, la que elaboró las medidas contra la corrupción o la de Transparencia, entre otras. Y ha evitado el desgaste de otras polémicas como la del aborto de la que no se le conoce opinión alguna, ni de la ley de Alberto Ruiz-Gallardón, ni de la rectificación, ni del resultado final. De perfil, como aprendió del jefe que había que ponerse cuando convenga.

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