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Las campanas tocan a rebato en defensa propia

Los campaneros programan un toque simultáneo para reivindicar su sonido como patrimonio inmaterial

Luis Baldó y Carlos Jiménez, en el campanario de la iglesia de San Ildefonso de Madrid.
Luis Baldó y Carlos Jiménez, en el campanario de la iglesia de San Ildefonso de Madrid.ULY MARTÍN

Luis Baldó no había cumplido los diez años cuando tocó por primera vez una campana de iglesia. Su curiosidad, unida a la generosidad del cura de Fuente el Saz (Madrid), hizo que aquel singular interés infantil por hacer sonar más o menos rítmicamente el instrumento se repitiera con cierta asiduidad. Lo que el cura no le enseñó, Baldó lo encontró viendo vídeos en Internet y viajando por España para conocer a maestros campaneros. Ahora, con 21 años, este madrileño, estudiante de electrónica, lidera un grupo de voluntarios que se han propuesto recuperar el toque manual de los campanazos, algo que se perdió con la mecanización. Ahora, las campanas se tocan con un botón.

Baldó practica regularmente en la iglesia de San Ildefonso, en el barrio de Malasaña de Madrid. El cura le abrió el campanario hace un año cuando solo despertaba el interés de las palomas. Allí recrea cuando tiene tiempo los toques que tradicionalmente guiaban la vida en comunidad, como el del Ángelus, al mediodía. “Este lenguaje diverso del toque manual, que es patrimonio sonoro, es el que se está perdiendo. Las campanas no están vivas, se programan con un ordenador y se ha homogeneizado el sonido”, cuenta.

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Para reivindicarlo hay un llamamiento europeo. Los campaneros españoles moverán los badajos manualmente al mediodía del 21 de abril. Los repiques se extenderán simultáneamente por Holanda, Italia o Francia para visibilizar una tradición compartida, pero olvidada, con motivo del Año Europeo del Patrimonio Cultural. El inventario que Francesc Llop i Bayo, campanero de la catedral de Valencia y uno de los mayores especialistas en el campo, realizó para el Ministerio de Cultura precisa que existen 1.117 campanas en 95 catedrales. El 70% de ellas se encuentran en un grave estado de deterioro.

“Su tañido guiaba la vida de la gente. Ahora no sabemos qué significan los toques. Con esta convocatoria, empezamos a trabajar la candidatura para que el toque tradicional sea Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”, explica Araceli Pereda, presidenta de Hispania Nostra, asociación que auspicia esta convocatoria. El Senado aprobó en junio una propuesta de Compromís para proteger esta tradición.

Con la desaparición de los campaneros tradicionales se ha perdido también la diversidad de los toques, distintos según regiones. Unos anunciaban tormenta, otros el cierre de la muralla o informaban de la muerte de un vecino. Paradójicamente, ahora es la tecnología la que conecta a los aficionados. Baldó documenta en vídeo los toques que descubre y los sube a YouTube. Internet le ha llevado hasta Carlos Jiménez, un biólogo de 24 años, que le acompaña en el reto de recuperar este arte sonoro. “Somos cuatro voluntarios fijos en Madrid. Empezamos desde cero. Aquí la mano del hombre se ha desligado completamente del campanario”, apunta Jiménez.

A diferencia del estado convaleciente de la capital, las campanas sí doblan en Tarragona, Zamora, Navarra, ciudades de Aragón y, sobre todo, de la Comunidad Valenciana. Esta región cuenta con más de 20 asociaciones, integradas mayoritariamente por voluntarios menores de 40 años. “Es como la pólvora, tiene su riesgo. Las campanas te pasan muy cerca, algunas son muy pesadas. Además, está el sonido. Te sometes a un nivel alto de decibelios. Muchos lo prueban y ya no se separan de ellas”, explica Llop i Bayo.

Entre los aficionados, destacan los campaneros de Albaida (Valencia), localidad que mantiene el toque manual desde el siglo XIII y que fue declarado bien de interés cultural inmaterial por la Generalitat. Ellos darán la primera campanada en la convocatoria europea de abril. “Ahora tenemos WhatsApp. Ya no vamos a tocar a rebato para informar de que hay fuego, pero sí podemos hacerlo contra la violencia machista”, dice Antonio Berenguer, presidente de la asociación de Albaida.

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