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Tramas sin fin de compras de visados en Marruecos

La falta de medios y controles fomenta un mercado negro de papeles en los consulados al precio de hasta 8.000 euros

Javier Casqueiro
Ciudadanos marroquíes hacen cola para poder acceder a la ciudad de Melilla.
Ciudadanos marroquíes hacen cola para poder acceder a la ciudad de Melilla.Antonio Ruiz

Rabat (2016 y 2018), Tetuán (2003), Tánger (1996 y 2010) y Casablanca (2007) han sido noticia por la aparición y detención de tramas de compra de visados ilegales en los consulados españoles. Desde que se impuso ese trámite burocrático en 1992 para cruzar el Estrecho, los casos y las irregularidades han ido saltando periódicamente y con procedimientos prácticamente idénticos. Una banda de falsificadores locales, más o menos relevante, se infiltra en las entrañas de los consulados españoles (que tramitan penosamente y con largas colas al año unos 150.000 visados), se hacen con los servicios de uno o varios “funcionarios locales” o españoles, y facilitan que se puedan superar las barreras burocráticas por un precio que ha oscilado en estos años de 5.200 a más de 8.000 euros. La semana pasada se produjeron las dos últimas detenciones en Rabat. Tras la operación anterior, denunciada en esas mismas oficinas en 2014, el Ministerio de Exteriores envió una inspección en 2017 que se saldó con dos funcionarios expedientados aún en fase de recurso. El volumen de falsificaciones y del negocio es incalculable.

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El caso de las mafias y las compras de visados ilegales en los consulados españoles en Marruecos (ocho) es el más preocupante e importante por su cantidad y por la proximidad del país a España y a su entrada en Europa. Pero no es el único. En marzo pasado la policía boliviana desarticuló una banda similar que operaba dentro del consulado de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, con métodos parecidos. Las señales de alarma detectadas han sido diferentes y el resultado de las operaciones y de las investigaciones internas prácticamente el mismo: silencio, olvido, mirar para otro lado y volver a empezar.

Una de las intervenciones realizadas en un consulado español de Marruecos saltó tras detectarse la falsificación del visado de un joven ingresado en un hospital belga. En Rabat la gran trama montada se empezó a deshilachar en 2014 gracias a la denuncia anónima de un periodista local de Nador, con el que habló personal de la embajada, que proporcionó muchos datos y se pudo encontrar de entrada 18 documentos falsos. Ese informe con la denuncia interna se envió a la sede central del Ministerio en Madrid que mandó una inspección general en 2017.

En la Oficina de Información Diplomática (OID) relacionan ahora esa inspección con las dos detenciones por parte de la Dirección General de Seguridad Nacional (DGSN) marroquí de la semana pasada, reveladas por el diario local Assabah. El periódico informó de una banda compuesta por 13 miembros y cuatro “funcionarios locales” infiltrados en los servicios de informática e investigados. Uno de ellos con doble nacionalidad. El Ministerio ha abierto otra investigación interna, aunque afirma que Marruecos aún no les ha comunicado el motivo de esas detenciones. La anterior, la de 2017, se concluyó con el despido de dos empleados que luego plantearon en Madrid una demanda al Tribunal de lo Social que acaba de ser desestimada. Uno de ellos, la exjefa de servicio Rosario Castillo García, había advertido, durante su etapa en el consulado de Tánger, de 25 visados falsos en una revisión de los concedidos en dos semanas. Luego, cuando fue descubierta en Rabat, pidió el traslado a Madrid y la jubilación anticipada.

Consulado de Rabat

El consulado de Rabat expide unos 35.000 visados Schengen al año y otros 9.500 de nacionales por reagrupación familiar. En el departamento de visados hay cuatro jefes y entre ocho y 10 empleados locales. Están saturados y más en el periodo veraniego, cuando las tramas intensifican hasta un 40% la presentación de papeles. Todos esos documentos son imposibles de verificar. Las falsificaciones, además, son buenas, muy profesionales. Cuando le llegan a la firma al canciller o al cónsul apenas tienen tiempo para estampar su rúbrica. Algunos jefes o empleados llevan en ese consulado o en otros de Marruecos (es habitual el trasvase dentro del mismo país) décadas y se saben todos los recovecos. El cónsul y el canciller cambian de destino.

En Madrid, en el Ministerio, aluden al aluvión de trabajo como justificación. Reciben unas 1.000 quejas al año de sus 90 consulados (de los dos millones de trámites que se efectúan) y en su plan anual se fijan obligatoriamente seis inspecciones.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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