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El lugar donde la hora siempre está cambiada

El desfase en Galicia respecto a su huso horario natural causa trastornos en tareas como el marisqueo y la agricultura

Puesta de sol, el sábado pasado, en la Illa de Arousa (Pontevedra).
Puesta de sol, el sábado pasado, en la Illa de Arousa (Pontevedra).ÓSCAR CORRAL
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Galicia: The Spanish region where the clocks are always out of sync

Santiago Pérez, labrador gallego, despacha desde su finca Los Cuervos (Castres, Teo, A Coruña) un caviar que nace de la tierra, el guisante lágrima, a 80 restaurantes de postín de toda España. Los chefs le encargan también unas lechugas tiernas y descomunales, y todo tipo de vegetales exclusivos, a la carta, que el agricultor ha rescatado del olvido o ha decidido cultivar cuando nadie aquí lo hacía. El teléfono, en su huerta, comienza a sonar pasadas "las siete de la mañana". Son los restauradores "catalanes y valencianos", "los del Mediterráneo", que "ya están todos operativos porque siguen unos ritmos europeos". "A las 10, telefonean para hacer sus pedidos los madrileños", y "nunca antes de las 11 empiezan a llamar los cocineros gallegos". En los restaurantes de la mitad oeste de España "a las siete no descuelga el teléfono ni el Papa", bromea.

Pero lo que para este labriego no es ninguna broma es la batalla contra el reloj que él y sus ocho empleados deben librar cada día para compaginar el horario natural de Galicia (la comunidad autónoma de la Península donde más tarde se pone el sol), con la convención del cambio de hora de octubre y el huso horario impuesto, que es totalmente discorde con "la receptividad de las enzimas de las plantas". Estas sustancias que gobiernan la vida vegetal (y también la animal), se rigen por "dos parámetros, la luz y la temperatura" y empiezan a activarse "pasados 90 o 120 minutos" desde el alba, lo que hace que "las primeras horas de la jornada sean horas muertas para sus cuidados". "En Almería son más productivos porque tienen la hora más centrada", defiende el agricultor que antes fue aviador en Florida y sabe bastante de amaneceres sobre las nubes.

Y si a esto se suma que a las 17.30 horas, sea invierno o verano, se presenta en Castres el furgón que transporta todas sus exquisiteces fuera de Galicia, el trabajo en Los Cuervos se comprime hasta la extenuación con el cambio horario del otoño. Los empleados de Santiago Pérez "agradecen la jornada partida", dice el jefe, pero en invierno trabajan en la tierra "todo seguido, de 8.30 a 4.30", porque en su lucha contra esa hora hurtada al día no pueden "parar para comer".

Cualquier trabajo en la naturaleza se ve condicionado por esa conveniencia social, y sobre todo urbana e industrial, de ahorrar luz eléctrica. Aunque en el campo no se encienda una bombilla. "A los del sector primario, el retrasar la hora nos contrae el trabajo", protesta Pérez, mientras el agente forestal Xosé Santos, de la comarca ourensana de A Limia, afirma que, por el reloj, Galicia "está totalmente desconectada de la realidad". "Los animales funcionan por el horario solar", dice, "los pájaros que cantan fuera de su hora son los de la ciudad, desorientados por la contaminación lumínica". El reloj que se impone en las relaciones y actividades humanas "es algo artificial", sigue argumentando el agente. Y ese "desfase brutal" se nota de manera extrema en la comunidad autónoma, donde no hay más que cruzar al sur la frontera con Portugal para encontrarse en la carretera, por ejemplo en Valença do Minho separada de Tui solo por el río, un panel anunciador que advierte de que allí (aunque parezca mentira porque el cielo es el mismo) es una hora menos.

"Aunque tenemos una pequeña parte de trabajo de oficina, los agentes forestales no deberíamos mantener el mismo horario que una notaría, y sin embargo, así es", explica Santos. En verano y hasta octubre, durante la temporada de alerta de incendios, se cubren en dos turnos las 24 horas, mientras que en invierno hay personal "de ocho a tres de la tarde" y otro turno similar en número de plantilla "desde las dos hasta las nueve de la noche". "A partir de las seis está ya oscuro, y es imposible dedicarse a tareas fundamentales como son la gestión del monte, el control de vertidos y furtivos y, sobre todo, el cuidado de la fauna y las zonas de cría". Los horarios de los agentes forestales se regulan "por el ritmo laboral de todo el mundo" y no por el sol, critica el trabajador de la Consellería de Medio Rural. "Lo que deberían es adecuarse" para realizar actividades en el monte encaminadas a la protección de especies "como el urogallo, el lobo, el oso, las aves rapaces o el salmón".

Este domingo, según las tablas de MeteoGalicia, el sol empezó a salir a las 7.58 horas y llegó a su ocaso a las 21.08 en A Coruña. El 26 de junio, en la misma ciudad, el primer rayo del alba brilló a las 6.54 y el horizonte empezó a tragarse el astro rey a las 22.18. Los hosteleros alargan la jornada de verano porque la tarde dura más y es en este momento del día, esto en cualquier época del año, cuando se concentra la vida social. Según la Federación Española de Hostelería, la gente que desayuna fuera lo hace con sol o sin él, pero tras el recorte drástico de luz que supone el cambio de hora de otoño, la gran mayoría se retira a casa más temprano. Este colectivo defiende el horario de verano porque su cambio "distorsiona los hábitos de las personas" y la luz de la tarde "fomenta más las actividades de ocio y tiempo libre".

Juana Porto, profesora de música en el IES de Oroso (A Coruña) con alumnos de entre 12 y 16 años, también es partidaria de que se mantenga el horario de verano, aunque no cree que el cambio de hora influya "demasiado" en la capacidad de atención de los chicos. "Por la mañana, los niños están dormidos siempre, no solo cuando les cuesta adaptarse" a un reloj que se atrasa en octubre y se adelanta en marzo, comenta. "Entre los del gremio solemos hablar de que a los alumnos el buen tiempo y la luz que entra por las ventanas los estimulan muchísimo; pero esto no aumenta su atención, sino sus ganas de estar fuera. Porque a estas edades lo que más les importa son las relaciones entre ellos". En cambio, confiesa la educadora, cuando se reparten los turnos en el centro ella siempre pide "las primeras horas" porque los adolescentes están "menos nerviosos" y la clase "funciona mejor". Entonces, incluso con el horario de invierno, que gana luz por la mañana cuando el día es más breve, "las lámparas están encendidas" y, a medida que va entrando la claridad, "el bedel apaga las del pasillo".

Daniel Amado, chófer de una línea de autobús entre ciudades gallegas, tampoco quiere volver a cambiar al horario de invierno. Antes era conductor de camión, salía mucho fuera de Galicia, y llevaba muy mal "los cambios" hasta que se "acostumbraba". Prefiere las tardes largas y "conducir con luz natural por comodidad y seguridad". Porque hace años "viajaba por las noches" y volvía a casa preocupado, diciéndole a su esposa que a lo mejor "tenía visiones", porque del cansancio de conducir sin luz "veía en la carretera formas que en realidad no había".

En el mar, la vida también se mueve por el horario natural, pero al final sus trabajadores dependen del reloj de las lonjas y los mercados de toda España para ganarse el pan. José Luis Villanueva, presidente de la Agrupación de Productores de Parques de Cultivo de Carril (Vilagarcía de Arousa, Pontevedra), que cosechan almeja junto a la isla de Cortegada, asegura que el cambio horario, para los mariscadores, es "un trastorno". "Tener un gremio que anda por libre es muy complicado", lamenta: "Nosotros estamos sujetos a la marea, que a su vez depende de la luna. En Mercamadrid y Mercabarna tienen sus horarios, no nos esperan, y no le podemos decir a la marea que baje cuando nos conviene trabajar en la playa".

"En invierno, el trabajo siempre nos toca de noche; el cambio de hora, al aire libre, no nos supone ningún ahorro", recuerda Villanueva: "Yo, personalmente, prefiero el horario de verano". Después de recoger el marisco, "hay que procesarlo, clasificarlo por lotes, por tamaños, por especies, y prepararlo para la venta". Todo, siempre, "antes de las seis menos veinte de la tarde", cuando, en cualquier época del año, "empieza la subasta en la lonja" antes de que la mercancía emprenda viaje España adelante.

Una petición unánime de los partidos gallegos

elisa lois

A finales de 2006, la propuesta de un afiliado de base del Bloque Nacionalista Galego (BNG), llevó a este partido, que entonces gobernaba la Xunta de Galicia en coalición con el PSOE, a defender oficialmente una hora menos para Galicia. Por eso le llovieron las críticas de otros partidos que incluso ridiculizaron aquel cambio tachándolo de “chorrada”, como así lo definió el entonces ministro, el socialista gallego José Blanco.

La llevó hasta el Senado al año siguiente, a través del BNG, Francisco Jorquera. “Tenemos el mayor desfase entre el reloj y el tiempo de luz, y son muy pocos los beneficios que la comunidad autónoma obtiene de retrasar la hora al mismo punto que el resto de la Península”, defendió Jorquera. Su petición era que en Galicia se fijase “su hora natural”, la misma que tienen Portugal, Canarias o Inglaterra.

Pero en 2016 la opinión general cambió y el Parlamento gallego, con el PP en el Gobierno, aprobó por unanimidad una propuesta como la defendida diez años antes por Jorquera y que dirigentes populares habían calificado, entre otras cosas, de “aberración científica”. Machaconamente, durante una década, los nacionalistas habían defendido su tesis, avalada por reputados expertos.

Galicia compartía la hora de Polonia, Suecia o Noruega, mientras otros países alineados en su meridiano tenían una hora diferente. Geográficamente, Galicia está situada en el GMT-1, pero su hora oficial es el GMT+1 y, en verano, las zonas más occidentales de la Comunidad llegan a tener una diferencia de dos horas y media con respecto a la solar.

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