Villarejo en prisión: un líder respetado
El comisario vive obsesionado por la seguridad en la cárcel de Estremera
“Es un líder. Ha conseguido en menos de un año más que otros presos en una década”. Un exrecluso de la cárcel madrileña de Estremera resume así la ascendencia del comisario jubilado José Villarejo sobre los otros 47 policías, guardias civiles y funcionarios de prisiones que cumplen condena en el módulo cuatro. Un recinto de este penal destinado a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
Desde que pisó la cárcel el pasado noviembre, el presunto cerebro del caso tándem —una red de tráfico de información confidencial a golpe de talonario—, se ha forjado una imagen de hombre de honor. De tipo respetado. “Se ha hecho fuerte. Se dirige a los presos con tono paternalista, revisa sus recursos judiciales y valora estrategias de defensa [el comisario es licenciado en Derecho]. Sabe a quién dirigirse para conseguir cosas”, resumen fuentes próximas al recluso.
Villarejo se mueve por el penal con un sherpa o ayudante. Un preso guardia civil de mediana edad que estuvo destinado a la lucha antiterrorista en el País Vasco durante los años de plomo. El agente es la sombra protectora del comisario. Tocado con una gorra, pasea con su escudero por el pequeño patio del módulo, rodeado de muros y alambradas de varios metros de altura para evitar fugas. Guardia y comisario entrenan juntos en el gimnasio. E, incluso, el agente le hace la cama a Villarejo cuando al policía le aquejan dolores de espalda.
Método antiescuchas
El hombre que durante 25 años grabó en secreto a políticos, magistrados, fiscales, empresarios y periodistas teme ser escuchado. Y, por eso, llegó a tapar el interfono de su celda para evitar un episodio de espionaje. Una empresa poco efectiva: el dispositivo solo sirve para que los presos comuniquen con los funcionarios en caso de emergencia o enfermedad, según fuentes penitenciarias.
Con los funcionarios, el policía se permite ciertas licencias. “¡No vuelvas a cerrarme la puerta de ese modo!”, advirtió a uno de ellos, según un exrecluso.
Inquina a 'El Gato'
Tras devorar los periódicos que llegan a diario a prisión —EL PAÍS, El Mundo y Marca—, Villarejo analiza la actualidad con sus compañeros. Y es en estos corrillos donde airea enérgico y sin pudor su inquina hacia el director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), el general Félix Sanz Roldán. Se refiere a él como El Gato, en alusión a Félix el gato, el felino negro animado de cine mudo. Villarejo atribuye ante algunos internos al jefe de los espías su arresto e ingreso en prisión el pasado noviembre por pertenencia a organización criminal, cohecho y blanqueo de capitales.
Un guardia civil es la sombra del policía. A veces, le hace la cama y le ayuda en el gimnasio
“Cada vez que llama por teléfono, pasan cosas. Y llama mucho”, elucubra un exrecluso. Una fuente que atribuye al comisario una frase: “Si no me sacan pronto, habrá novedades a finales de septiembre. Y la traca final… antes de Navidad”. Lo cierto es que Villarejo apura cada semana las diez llamadas telefónicas de un máximo de cinco minutos de las que disfrutan los 1.100 internos de Estremera.
Con frecuencia, Villarejo presume en los corrillos de la munición de alto voltaje que registró durante más de dos décadas su grabadora. Airea ante los reclusos supuestos escándalos económicos y de cama que salpican a los prebostes del establishment. Apoyado sobre el borde de una mesa o recostado en las columnas de la sala de estar donde se reúnen los internos cuando salen del patio, el policía gesticula con sus brazos y dirige las conversaciones de los escasos presos a los que confía sus confidencias. El resto, observa desde la distancia.
Para blindar su dinamita sonora, el comisario les ha explicado a los reclusos que mantiene copias de seguridad de sus discos duros en Bélgica y Suiza. Un extremo que los investigadores del caso tándem todavía no han acreditado, según fuentes próximas a la causa.
El hombre que se autodenominaba "agente encubierto" llegó a alardear de haber tenido hilo directo telefónico con el exfiscal general del Estado José Manuel Maza, que falleció en Buenos Aires el pasado noviembre, dos semanas después de que el comisario ingresara en Estremera.
Villarejo elude a los presos condenados por violencia machista y violación. Y frecuenta a atracadores y sentenciados por otros delitos menores. A uno de ellos, el comisario le ofreció trabajo. “Cuando estemos fuera, te llamaré”, le prometió. Antes, el viejo policía le advirtió de la importancia de cumplir su código de honor: “Si incumples un trato, tientas a tu suerte”.
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