Cuidar el futuro
La idea de convivencia es el fundamento y el objetivo de la Constitución, a cuyo 40º aniversario se ha referido el Rey para reivindicar los valores que presidieron su elaboración y su aprobación
El único sentido que tiene una Constitución es el cuidado de la convivencia entre los ciudadanos. Sin reglas comunes, aceptadas por todos, no hay libertad, ni igualdad, ni democracia, y sin libertad ni democracia no hay vida civil ni futuro. Muchos son los problemas que afectan a la sociedad española y merecen una evaluación en este final de año, especialmente cuando la tarea corresponde al Jefe del Estado. El Rey ha mostrado su preocupación por todos ellos —la democracia, la cohesión territorial y social, la economía, el paro, la educación, la corrupción o el terrorismo— pero ha dedicado una especial atención a la inaceptable violencia contra las mujeres y una aún más intensa reflexión a la convivencia entre los españoles.
La idea de convivencia es el fundamento y el objetivo de la Constitución, a cuyo 40º aniversario ha querido referirse para reivindicar los valores que presidieron su elaboración y su aprobación, tan frecuentemente olvidados en los combates políticos: la reconciliación y la concordia entre españoles; el diálogo y el entendimiento, que necesariamente debe ser obra de los partidos y los dirigentes políticos; y la integración y la solidaridad en las que son los ciudadanos los que deben sentirse comprometidos y protegidos.
También se ha dirigido a las generaciones que no vivieron la Transición y que pueden adoptar cierta distancia respecto a los ideales que impulsaron sus antecesores. No basta con la pedagogía política, imprescindible tratándose del cambio más radical y positivo de la historia de España que significó la construcción de un marco de convivencia constitucional, sino que es imprescindible dirigir todas las energías a proporcionar un futuro decente a los jóvenes, sometidos a dificultades indecibles a la hora de encontrar puestos de trabajo, salarios dignos, posibilidades de formar una familia y conciliarla con las responsabilidades laborales.
Hay que cuidar el futuro, porque sin futuro tampoco hay convivencia en el presente. Y al final, la convivencia es el mayor patrimonio de una sociedad. El Rey recomienda defenderla, cuidarla y protegerla. Le asiste toda la razón cuando asegura que siempre es frágil y que, por tanto, no podemos concebirla como algo garantizado para siempre. Hay que respetar la Constitución y concebirla como una realidad viva, es decir, reformable, que en ningún modo limita libertades y derechos sino todo lo contrario, sigue siendo su garantía.
El discurso del Rey llama a los españoles, y más en concreto a sus representantes, a trabajar juntos, a entenderse por encima de las diferencias por profundas que sean, y finalmente a llegar a acuerdos entre quienes sostienen las ideas y los sentimientos más distanciados. Estas ideas sirvieron hace 40 años para pasar página de la dictadura y construir el régimen democrático, plural y europeo que garantiza las libertades de todos y deben servir ahora, para sustraer al país de la radicalización, del extremismo y de la destrucción del futuro. Por cierto, estas ideas del Rey pertenecen a la mejor tradición del republicanismo cívico y liberal, diametralmente opuesto a las de quienes conciben la democracia como la expresión plebiscitaria e iliberal de unos pueblos soberanos siempre enfrentados en la competencia entre nacionalismos extremistas.
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