Silvia Clemente, un ‘Panzer’ en la política
No hay una mujer en Castilla y León con tanto bagaje político en los últimos 19 años
Silvia Clemente Municio (Pedraza, Segovia, 1967) ocupó su primer despacho oficial como funcionaria del Servicio de Agricultura, con 25 años de edad, y lleva a gala haber limpiado con diligencia las estanterías de expedientes apilados durante años. Ya entonces no se le ponía nada por delante, después de haber trabajado duro sirviendo raciones de cordero asado, los fines de semana, en el restaurante de unos familiares en Sotosalbos, la tierra del ‘Libro del Buen Amor’, del Arcipreste de Hita, a los pies del puerto de Malangosto, para costearse sus gastos mientras estudiaba Derecho.
Desde muy joven estaba convencida de que entregaría a la política su conocimiento y corazón, comenzando bajo el paraguas del PP, en una tierra conservadora, con tanta pasión que, no solo le ha impedido pasar desapercibida, pese a esconder cierta timidez, sino que le enfrenta principalmente con los compañeros de su entorno, algunos francotiradores de ‘fuego amigo’.
No hay una mujer en Castilla y León con tanto bagaje político en los últimos 19 años. Ha encabezado tres consejerías autonómicas Medio Ambiente, Cultura y Agricultura y Ganadería, aparte de haber desempeñado la presidencia del Parlamento autonómico, hasta este jueves, al que ha llenado de actividad pública, al margen de la legislativa, acercándolo a los ciudadanos, cuando el presidente de la Comunidad, Juan Vicente Herrera, con el que apenas tenía trato, últimamente, quizá le ofreció este sillón con ánimo de darle un retiro digno, como jarrón chino.
Pero no le conocen quienes puedan pensar que puede vivir en letargo, es una luchadora que pasa dejando huella como un viejo vehículo de combate blindado ‘Panzer’ de la Segunda Guerra Mundial. Por eso su marcha no puede ser sigilosa, cada paso que da tiene eco, o de sus seguidores o de sus detractores.
Y en este último grupo tiene a quien ella considera que han sido los autores de filtraciones como la de realizar gastos calificados de personales en Agricultura, lo que archivó el fiscal, o en el reciente caso sobre el origen de los fondos de su esposo, Javier Meléndez, empresario del sector de la patata, a lo que ella se considera ajena como reveló a los portavoces de todos los grupos políticos de las Cortes, que convocó en el momento de que surgió la información. Y no deja de dar vueltas a la cabeza, según reconoce a nivel reducido, que quien filtra las informaciones que le pueden hacer daño llegan de sus ya ex-compañeros populares.
Se entregaba a sus destinos, fuera para impulsar la ampliación del Museo de Arte Contemporáneo dedicado a Esteban Vicente, para sellar los vertederos repartidos por uno de los territorios más extensos de Europa o para convencer a los agricultores y ganaderos de la política agraria comunitaria, que exigía el mismo compromiso a su entorno, siempre pensando en continuar creciendo políticamente, por lo que no se conformó nunca con la candidatura a la Alcaldía de la capital segoviana, a la que nunca quiso acceder, cuando le trataban de alejar de Valladolid.
Después de la caída del expresidente del Gobierno Mariano Rajoy, con varios cadáveres políticos en sus espaldas, apoyó a la entonces secretaria general Dolores de Cospedal, pero, vencida en las primarias, enseguida se puso a las órdenes de Pablo Casado. En Castilla y León respaldó al actual candidato a presidente Alfonso Fernández Mañueco, frente al alcalde de León, Antonio Silván, que la nombró coordinadora del programa electoral 2019, pero no la dio cancha, se inclinó por apoyar el secretario autonómico, Francisco Vázquez, presidente de la Diputación de Segovia, que encabezará la lista regional en esta provincia donde, de haberse quedado, habría quedado relegada al segundo puesto. No lo podía consentir.
Ninguneada y humillada, mantienen quienes la conocen, las diferencias con el aparato regional de su partido venían de tiempo atrás, aunque logró meter un gol cuando, en el último minuto, Casado impuso como candidato para encabezar las listas municipales en Segovia al economista Pablo Pérez, cuando ya estaba designado otro oficial, interpretado también como una advertencia dirigida a Mañueco y Vázquez sobre quién manda en el partido. Pero Clemente no encontró en Casado el apoyo deseado.
Y puestos así, entre rabia y emoción, sorprendió con su dimisión, en un ambiente interpretado como de morir matando, pero que era solo un tránsito hacia otra vida, con más luz que la de gas con la que le venían alumbrando. Ha tardado poco menos de cuatro días en cambiar la camiseta azul del PP por la blusa naranja de Ciudadanos.
Ya ha levantado ampollas entre esta formación liberal, incluso el diputado por Valladolid Francisco Igea anuncia que se presentará a las primarias para hacerle frente en la carrera para encabezar el cartel a la Presidencia de la Comunidad, pero ella no apuesta sin cartas, sabe que cuenta con el respaldo de los dirigentes, encabezados por Rivera y Arrimadas, que ven en su perfil la posibilidad de conseguir el voto rural. No sale nunca a perder. Incluso, hay quien juega a la futurología y le plantean la hipótesis de que sea ella quien negocie con Mañueco, tras las próximas elecciones, al no obtener ningún partido la mayoría absoluta. El primero que esboza una sonrisa es el dirigente socialista Luis Tudanca.
Con todo el PP arropando a Mañueco, que tocó a rebato, incluso convocando a parlamentarios nacionales, acusado por Clemente de mediocridad y carecer de programa político, este lunes, se celebró el 36 aniversario del estatuto de Castilla y León. En los pasillos de las Cortes, en Valladolid, solo se hablaba de un nombre: Silvia Clemente que, en ese mismo instante, se presentaba junto acompañada por el secretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas. A tono con la marca de su nueva casa, vestía una camisa naranja.
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