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“Parecía que los malos éramos nosotros”

Los policías que intervinieron el 1 de octubre en los colegios dicen que en ocasiones tuvieron que salir huyendo

En foto, dos de las abogadas de la defensa y, en la fila de atrás, Jordi Sànchez (izquierda) y Joaquim Form. En vídeo, un comandante de la Guardia Civil pone de relieve el papel de Trapero en el 'procés'.Foto: atlas | Vídeo: EFE / atlas

Lunes santo. Diez de la mañana. Tribunal Supremo. Medio aforo. La mayor parte de la afición independentista se ha cogido vacaciones. Solo comparecen, bien pertrechados de pañuelos amarillos, unos cuantos integrantes del colectivo Madrileños por el derecho a decidir. Ya se sabe que en la capital del reino, a excepción de mar, hay de todo. El juez Marchena pide que entre en la sala el primer testigo, el comandante de la Guardia Civil 29100C. Va haciéndole las preguntas de rigor —¿jura o promete? ¿sabe que mentir puede constituir un delito de falso testimonio?— hasta que salta la sorpresa:

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—¿Ha sido condenado en alguna ocasión?

—Sí, pero salí absuelto.

—¿De qué delito? —quiere saber el presidente del tribunal.

—De un delito de torturas. Fui condenado y después absuelto por el Tribunal Supremo.

El fiscal Cadena empieza el interrogatorio. Este comandante tenía que haber declarado el día 27 de marzo, inmediatamente después de su jefe, el teniente coronel Baena, pero le dio un arrechucho y el tribunal aplazó su comparecencia hasta este lunes. Ya está mejor. Al igual que Baena, el comandante ha estado detrás de casi todas las investigaciones policiales vinculadas al 1 de octubre. Y por eso, al igual que sucedió con su jefe, algunos de los procesados corren a esconderse detrás de sus abogados en una reacción instintiva de protección. De hecho, durante su declaración, Joaquim Forn, Jordi Turull y Carme Forcadell —que luce este lunes unos llamativos guantes amarillos— no dejan de dar indicaciones a sus letrados para que contrarresten las acusaciones del testigo. Y la estrategia da resultado. Porque el comandante es muy eficaz al dibujar una visión panorámica del desafío independentista, pero naufraga en las cuestiones concretas. Explica que lo que preveía el documento Enfocats y la agenda Moleskine de Josep Maria Jové —el segundo de Oriol Junqueras— fue cumpliéndose, y que si al final no resultó no fue por falta de determinación de los políticos ahora encausados ni por falta de colaboración de los Mossos d’Esquadra, a los que volvió a alumbrar con el foco de la duda:

—La figura de Trapero es imprescindible en la estrategia independentista —asegura el comandante.

Pero a la hora de defenderse, el comandante no tiene el cuajo del teniente coronel Baena. Se pone nervioso enseguida, titubea una y otra vez, se defiende preguntando a los abogados —hasta el punto de que llega a recibir una amonestación de Marchena— y, por si fuera poco, los defensores ya han aprendido a estas alturas del juicio que, como dicen en México, el que se enoja pierde. Aquel 27 de marzo en que Baena dejó en la sala el concepto "clima insurreccional" para definir el ambiente previo al referéndum, los abogados —liderados por Andreu Van den Eyden— se le echaron al cuello y la cosa terminó en tangana. Este lunes no. Los letrados atacan por los detalles concretos y el guardia civil no tiene más remedio que ensartar una retahíla de "no sé", "no me consta" y "no me acuerdo" que terminan poniendo en duda su prodigiosa memoria de hace solo unos minutos.

Tras el testimonio del comandante, y ya durante todo el día, se suceden los testimonios de los agentes de las Unidades de Intervención Policial (los antidisturbios) que entraron, o intentaron entrar, en los colegios electorales el domingo 1 de octubre. Destaca el testimonio de un oficial —el séptimo testigo de la jornada— que relata con detalle la salida del colegio Ramón Llull de Barcelona:

—Durante el tiempo que estuvimos allí, ante un muro de gente, nos decían de todo. Hasta que ETA tenía que volver y matarnos. Pero lo peor fue el repliegue. Nos cerraron por delante y por detrás. Aquello era una jaula. Nos gritaban: "¡Perros, hijos de puta, os tenéis que morir!". Yo me puse entre los que nos gritaban y mis agentes, y les decía: tranquilos, nosotros a lo nuestro. Así pasó media hora. Cada vez venía más gente. En cuanto nos intentamos ir, cayó sobre nosotros una lluvia de piedras, vallas, adoquines. A mí me golpearon en el pie y tuvieron que atenderme en el barco. Tuvimos que salir huyendo. Parecía que los malos éramos nosotros.

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