Matías
Tenía vocación para influir e intentaba que sus puntos de vista se tomaran en cuenta
La poliédrica personalidad de Matías Cortés exigía muchas veces de los amigos un ejercicio para descubrir los atributos personales que atesoraba y algunos que guardaba celosamente para no ser malgastados o impropiamente utilizados.
Su brillantez como abogado, su capacidad negociadora y sus clarividentes visiones en el mundo mercantil son de sobra conocidas y, por lo general, unánimemente aceptadas, de las que su dilatada biografía acredita un largo historial de éxitos.
Hay algunas cuestiones, sin embargo, que han pertenecido a esa intimidad que algunos hemos logrado acceder, conocer y disfrutar.
En primer lugar, su preocupación y actividad por la cosa pública. Nunca militó en un partido político, no abrazó ninguna bandería organizada pero participó muy activamente en muchos movimientos, desplegó con intensidad y tesón sus visiones de los asuntos de la gobernación pública de muchas y variadas maneras. Tenía vocación para influir, asesorar, trasladar sus puntos de vista e intentar que se tomaran en cuenta. Fraga quiso nombrarlo subsecretario de Gobernación en el primer gobierno de la monarquía, cosa que le suscitaba todavía una desbordante hilaridad al contarlo.
Sus relaciones en todos los frentes le situaban como una persona imprescindible para muchas instancias de poder de la sociedad española y su independencia de criterio y fuerte personalidad concedía a sus opiniones una singularidad y excelencia que le granjeó respeto y, por su firmeza, algunos disgustos y represalias de algunos mediocres.
Siempre, sin aspavientos, realizó una apuesta contundente y vital por la modernidad. Que para nuestro país se limitaba a que se cumpliera aquello que diría su gran amigo de la última etapa Felipe González, que España funcione.
Su decisiva participación en el nacimiento de EL PAÍS y su contribución a obtener la financiación necesaria para hacerlo posible es un deber pendiente de reconocimiento por la sociedad editora a cuyo consejo perteneció y en el que trabajó activamente desde los primeros tiempos hasta que lo dejó hará seis años.
Para muchos de los que hemos formado parte de los equipos de PRISA, sus opiniones independientes y, en no pocas veces discrepantes, han constituido una ayuda impagable a los aciertos que hayamos podido tener en nuestro trabajo y en la marcha de esta compañía.
Otras facetas de esa personalidad son la preocupación y afición por la música, que le acompañaba en varias de sus facetas, como una especie de oxígeno vital, que debía de conseguir y disfrutar bajo parámetros estrictos de alta calidad. Divertido y con curiosidad por todo lo humano, las conversaciones con él resultaban amenas, sus descripciones precisas y sus juicios, tamizados por el humor y la ironía, se depositaban con una capacidad de repentización que precisaban de una atención vigilante.
En los últimos años nos solíamos ver con sosiego en las estribaciones de cabo de Gracia, contemplábamos las arenas blancas de esas playas de Zahara, donde María, su mujer, era extremadamente feliz, y observábamos ese mar que señalaba el drama de la frontera que dibuja los límites de la vida digna y la pelea con la muerte de miles de seres por alcanzarla. Allí, en su refugio, bajo las luces del faro de Camarinal, encontraba la palabra adecuada del amigo, el acogimiento cariñoso de un buen compañero, y solíamos mantener conversaciones con nombres en clave y episodios cifrados, amasados por una complicidad intelectual que nos ayudaba a entender, explicar la realidad e intentar influir para transformarla.
En esos gratos momentos, descubrí una personalidad generosa, escondida en un férreo distanciamiento que practicaba con la ironía para tratar de ocultar inútilmente las emociones y sentimientos que experimentaba, como si éstas pudieran alterar la fortaleza de su personalidad.
En los últimos meses dedicó tiempo, inteligencia y medios para reunirnos a un grupo, a fin de poner en marcha el Círculo del Derecho, una asociación para divulgar en nuestra sociedad la necesidad y ventajas del derecho como herramienta para construir la base de la convivencia.
Otra faceta poco conocida es su titánica pelea frente a burocracias de todo pelaje para conseguir que Granada fuera la sede de la Fundación García Lorca y el legado del poeta volviera a su tierra y se pudiera levantar un polo cultural de carácter mundial con la figura de Federico. De su constancia, habilidad y capacidad didáctica de persuasión podemos dar testimonio un buen número de personas encabezados por Laura García Lorca.
De esa forma daba testimonio de su identidad andaluza y granadina que siempre cuidó, nunca exhibió, pero que formaba parte de sus prioridades más queridas.
Esta personalidad renacentista no se ha apagado hoy, sigue entre nosotros pues su recuerdo es imperecedero y su personalidad irrepetible
Augusto Delkáder es periodista
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