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El teclado tradicional nos sobrevivirá a todos

Llevamos más de un siglo aporreando botones. ¿Es el teclado un interfaz inmortal? Repasamos las tecnologías emergentes y algunos intentos fallidos de reemplazarlo

Getty Images

Gest es como un Nintendo Power Glove que de verdad querrías usar". Así abría The Verge su reseña del que seis meses más tarde sería un fracaso valorado en casi 200.000 dólares. Gest iba a ser el interfaz del futuro. Este wearable, básicamente un par de garras con cables, nacía para ampliar las funciones de ratón y teclado. Y a la larga pensaba sustituirles... Pero no.

"Hemos sido incapaces de obtener los fondos que necesitábamos", admitía el equipo en Kickstarter, al tiempo que anunciaba el fin del proyecto y la devolución de las donaciones de los mecenas que no habían obtenido su recompensa.

¿Quién mató a Gest? En cierto sentido, lo hicieron las mismas teclas que están produciendo este texto. Fue Qwerty. El mismo teclado mecánico que aporreamos cada día y que Christopher Latham Sholes patentó en 1878. De ahí a las máquinas de escribir Remington y de Remington a la historia de la humanidad. Estos botoncitos negros nos van a enterrar a todos.

"Hay que tener en cuenta que el teclado es excelente en muchos sentidos", puntualiza Chris Harrison, director del grupo de interfaces futuros en Carnegie Mellon. Este laboratorio lleva inventando formas de interacción alternativas desde 2010. "Primero, son sorprendentemente rápidos. Si fuesen lentos, nos habríamos deshecho de ellos hace mucho tiempo. Una de las razones de que sigan aquí 150 años después de su invención es que su diseño es muy bueno. Los mecanógrafos más diestros pueden escribir casi tan rápido como piensan y componer textos de calidad", razona.

Los extraordinarios avances en las tecnologías de reconocimiento de voz ni siquiera representan una amenaza. "Los teclados son silenciosos. Preservan la privacidad. Puedo escribir en una biblioteca sin que la gente que está a mi lado sepa qué estoy tecleando. No puedo hacer eso con la voz", precisa Harrison.

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Los trabajos de este laboratorio, ubicado en Pittsburg (Pensilvania), se centran en la creación de interfaces que combinen distintos sensores en plataformas que vayan más allá de esta centenaria alfombra de botones. Wearables, realidad aumentada, paredes, piel... Estas son algunas de sus invenciones:

LumiWatch

¿Se te queda corta la pantalla de tu smartwatch? LumiWatch te propone extenderla por tu antebrazo a través de una proyección táctil. Unos 40 centímetros cuadrados de superficie interactiva.

Gaze+Gesture

Este sistema, más parecido al ratón que al teclado, combina los gestos y la mirada del usuario y convierte dos métodos que por separado no tienen suficiente precisión en una alternativa con posibilidades reales.

Wall++


Las paredes ya las tenemos. Solo nos faltan los sensores de tacto, sonido y movimiento que las conviertan en una superficie interactiva ideal para museos u hospitales.

¿Escaparemos de la dictadura de Qwerty? Tal vez. Pero tardaremos más en dejar de necesitar las manos. Harrison tampoco tiene claro que queramos hacerlo. "Las manos humanas son asombrosas", sentencia. En su opinión, las necesitamos para las tareas creativas, aunque sean digitales: "¿Te imaginas pintar con la voz? ¿O solucionar un cubo de Rubik? ¡Sería muy frustrante!". Los interfaces de voz seguirán ganando precisión y terreno en nuestras interacciones con la tecnología, pero seguiremos siendo más rápidos en tareas como corregir errores si llegamos a las manos.

Por lo pronto, Harrison ve más probable que avancemos hacia interfaces que resulten de una ampliación de los que ya conocemos. "Creo que es más probable que implementemos mejores habilidades de corrección y predicción de texto o incluso que fusionemos el texto escrito con el hablado". Pero esto es fácil decirlo. Que el teclado clásico siga gozando de una salud estupenda no quiere decir que no llevemos años intentando desbancarlo.

¿La tortilla lleva cebolla? ¿Colacao o Nesquik? ¿Es Qwerty la mejor distribución posible en el teclado? Hay opiniones. En este contexto, no hemos dejado de buscar distribuciones alternativas para nuestros dispositivos móviles, como el formato panal de Keybee o estilo sudoku de MessagEase.

MessagEase y Keybee
MessagEase y Keybee

Tampoco faltan propuestas en lo que a teclados para ordenador se refiere. Open Steno Project aboga por la recuperación de la taquigrafía sin invertir en dispositivos que cuestan miles de dólares: su estrategia es convertir los teclados convencionales en máquinas de taquigrafía a través de Plover, un programa de código abierto.

Morph apuesta por el todo en uno. Un solo panel con 20.000 sensores que sirven para una u otra tarea en función de la lámina que se les ponga encima: piano, producción musical, batería, edición de vídeo, gaming y teclado convencional.

En el extremo más conservador de la guerra contra el teclado clásico, SketchKeys ofrece pegatinas que identifican los atajos de Sketch y Photoshop. La idea de Nums es superponer un teclado numérico sobre el pad que utilizamos como ratón en los portátiles de Apple.

¿Acabará el reinado del teclado? "Esto es como preguntar cuándo desaparecerá el volante. Sí, hay otros métodos para controlar los vehículos y tal vez algún día queden inutilizados por los vehículos autónomos. Pero también sospecho que seguiremos haciendo coches con volante dentro de 150 años. ¿Por qué? Porque funcionan muy bien. La industria automovilística es un mercado altamente competitivo donde opera la selección natural", explica Harrison.

Con los teclados ocurre lo mismo. Siguen cumpliendo su función a las mil maravillas. "Sin duda aparecerán otros métodos, pero sospecho que seguiremos teniendo teclados a lo largo de muchas décadas, tal vez durante otros 150 años".

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