La verdad sobre el crimen del contenedor
En 1994, entre la basura del Puerto de La Luz, se encontró parte del cadáver descuartizado de María del Carmen Diepa. Ocho años más tarde pudieron ser detenidos los culpables
Ocurrió en Las Palmas de Gran Canaria, en la noche del 7 al 8 de enero de 1994: Juan Andrés Medina Pérez buscó en la calle Alfredo L. Jones a María del Carmen Diepa Pérez y otras dos mujeres. Me referiré a ellas como D. y N. porque merecen que se respete su anonimato. D. era peninsular y N. una inmigrante ilegal procedente de Mauritania. Las tres eran drogodependientes y trabajadoras sexuales. Juan Andrés les propuso una fiesta con un cliente especial. Además, habría drogas. No mintió. Cerca de allí, en un piso de la calle López Socas, junto al Mercado del Puerto (a medio camino entre las instalaciones portuarias y la playa de Las Canteras), se reunieron con quien pagaba, Eufemiano Fuentes Martínez, Fani para los amigos. Y hubo drogas (sobre todo crack) y juegos sexuales de tendencia sadomasoquista.
Nunca quedó claro si fue porque Mari Carmen se negó a algún juego concreto (él llegó a quemar a las chicas con cigarrillos) o porque aprovechó un descuido de Fani para intentar robarle la cartera; el caso es que, en un determinado momento, él se encolerizó, le propinó un cabezazo y continuó golpeándola hasta derribarla. Cuando ya estaba en el suelo, desmayada o muerta, telefoneó a Juan Andrés para pedirle ayuda. Este se presentó en el lugar con otro amigo de ambos, Antonio Carmelo Sánchez, y un cuarto hombre no identificado para ayudarlo a deshacerse de quien para ellos era ya solo una prostituta muerta. A pesar del desconcierto, las otras chicas supieron ponerse a salvo: D. huyó y N. se escondió en un arcón congelador hasta que pudo también darse a la fuga. El miedo a las represalias las haría guardar silencio durante años.
El mismo día 8, a mediodía, cundió la alarma en la ciudad cuando, a una manzana de allí, en la calle Albareda, unos trabajadores del mercado encontraron en un contenedor de basura la cabeza, los brazos y una de las piernas de Mari Carmen. El juez de guardia acogió la noticia con inicial incredulidad: tenía que ser un error, una broma; aquí no pasan estas cosas. Y, sin embargo, sí, sí que pasan.
Rumores y etiquetas
Claro está, el hallazgo conmocionó a la ciudad tranquila y aparentemente segura. El suceso fue bautizado enseguida por los medios como “el crimen del contenedor”, uno de esos casos con nombre y con misterio, de los que venden periódicos. Como las huellas dactilares permitieron identificarla pronto, los titulares no tardaron en etiquetar a la víctima: una prostituta de 23 años, drogadicta con antecedentes.
En la lotería de la vida, María del Carmen tenía muchas papeletas para los premios malos, y le tocaron todos
Aunque las premuras informativas impidan en ocasiones recordarlo, las personas son mucho más que una etiqueta. María del Carmen Diepa había nacido en Venezuela, hija de emigrantes canarios, y era la menor de 12 hermanos que quedaron huérfanos cuando ella aún era un bebé. Para que los servicios sociales no los separaran, vinieron a Gran Canaria y unos familiares les permitieron vivir durante un tiempo en la azotea de su casa en La Isleta, donde escaseaba la comida y abundaba el frío. De allí, se mudarían a otros barrios cada vez más humildes, más periféricos, más conflictivos. En la lotería de la vida, María del Carmen tenía muchas papeletas para los premios malos, y le tocaron todos: la maternidad adolescente, la toxicomanía, los maltratos, la prostitución callejera.
Tras la identificación, la policía comenzó a investigar el entorno de la víctima. La hemeroteca de esos días da cuenta de las sucesivas sospechas, alimentadas por el rumor, que es hermano del miedo: habían aparecido más cadáveres en otros contenedores, se buscaba a tres lituanos, a un rumano, a “un hombre de color”. En realidad, no había detenidos ni habían sido hallados, por el momento, más restos. De hecho, la policía todavía removía toneladas de desperdicios en el vertedero municipal en busca del tronco del cuerpo y la pierna que faltaba, cuando estos fueron abandonados en la misma calle López Socas en la madrugada del jueves siguiente, día 14. Los tiró en la calzada un hombre joven que, al verse sorprendido por un portero de noche, se dio a la fuga.
Ahora que el cuerpo estaba más o menos completo, el examen forense pudo dictaminar que las heridas que había sufrido la víctima estaban todas en la cabeza. No obstante, no llegó a determinarse si cuando comenzaron a descuartizarla Mari Carmen Diepa estaba ya muerta o solo inconsciente.
Un inspector que no olvida
Los esfuerzos policiales se redoblaron, se intensificaron las patrullas, las identificaciones, los interrogatorios. Pese a ello, poco más pudo sacarse en claro en esos días. Como en una novela de Sjöwall y Wahlöö, la investigación fue larga, complicada, se estancó en varias ocasiones e incluyó gestiones como la de localizar y entrevistar a N. en Mauritania, pero jamás cesó, porque el inspector al cargo y el juez instructor se negaron a olvidar.
Únicamente a finales de 2002, tras pasar más de ocho años reconstruyendo los hechos y reuniendo pruebas, lograron hacer detenciones. Para sorpresa de la opinión pública, el homicida y sus cómplices no eran jóvenes yonquis, no eran extranjeros, no eran de otra raza: eran hombres maduros y eran de los nuestros.
En concreto, Eufemiano Fuentes Martínez pertenecía a una de las familias más prominentes de la ciudad. Era sobrino de Eufemiano Fuentes Díaz, el todopoderoso industrial tabaquero, muy vinculado al régimen franquista, que fue secuestrado y asesinado en 1976. Y primo de Eufemiano Fuentes Rodríguez, el prestigioso y controvertido médico deportivo. Fani, como casi todos los hombres de la saga, era un tipo fuerte, apuesto, agradable a las mujeres. La suya fue la juventud de un hijo de familia bien: colegios buenos, fiestas selectas, coches caros. Hasta que se le fue la mano con las drogas y la noche y acabó estropeando su vida y cobrándose la de Mari Carmen Diepa. Ese podría ser el brutal resumen de esta desgracia: la del crimen del contenedor es, al fin y al cabo, la historia de una mujer que nunca había tenido nada y que muere asesinada por un hombre que lo había tenido todo.
La sentencia de noviembre de 2004, luego confirmada por el Tribunal Supremo, condenó a Eufemiano Fuentes Martínez a 12 años de prisión por homicidio, aplicándole de oficio la atenuante de drogadicción. Juan Andrés Medina Pérez y Antonio Carmelo Sánchez, como encubridores, fueron condenados a tres años. En cuanto al acusado de ser el joven sorprendido por el portero de noche, fue absuelto por falta de pruebas. En cualquier caso, todos ellos gozan de libertad desde hace tiempo.
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Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 50 años) es autor de La estrategia del pequinés (Alrevés) con el que ganó el Dashiell Hammett de la Semana Negra en 2014. Su última novela es Un tío con una bolsa en la cabeza (Siruela).
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