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Un novedoso estudio sobre estrés adolescente propone un nuevo método para afrontarlo: optimizarlo en lugar de evitarlo

La revista ‘Nature’ publica una investigación con más de 4.000 adolescentes que demuestra los beneficios de una intervención preventiva de 30 minutos para aumentar la tolerancia y mejorar la gestión de situaciones estresantes

Una joven estudia en su cama para preparar el examen de Selectividad.
Una joven estudia en su cama para preparar el examen de Selectividad.DAVID EXPÓSITO
Jessica Mouzo

Son tiempos convulsos los de la adolescencia. Llenos de cambios físicos, psicológicos y adaptativos, expectativas al alza y gran estrés social. Es “un período crucial”, dice la Organización Mundial de la Salud, para el desarrollo de hábitos sociales y emocionales importantes para el bienestar mental. No en vano, la mitad de los problemas de salud mental brotan en esta etapa de la vida. La prevención, en mayúsculas, se ha convertido en una urgencia e inspira a la comunidad científica hasta para darle la vuelta a uno de los grandes factores de riesgo de la mala salud mental: el estrés. Un estudio publicado hoy en la revista Nature con más de 4.000 adolescentes afronta esta amenaza en los jóvenes y propone, a través de una intervención online de apenas 30 minutos, una especie de cambio de chip sobre el significado del estrés: nada mejor para protegerte de él que tolerarlo, entender qué le sucede al organismo cuando suben los niveles de estrés y convertirlo en algo positivo para mejorar el aprendizaje y la gestión de estas situaciones.

Con una intervención online de una media hora, los investigadores rompen con la visión negativa del estrés y cambian el punto de mira. “Los adolescentes deben adquirir una amplia y variada gama de complicadas habilidades sociales e intelectuales a medida que hacen la transición a roles sociales de adultos y se preparan para la independencia económica. Este proceso de desarrollo es inherentemente estresante, pero también es esencial para la tarea de convertirse en adulto”, defienden en su estudio. E invitan a relacionarse de forma positiva con los estresores académicos y sociales de esa etapa de la vida, como los problemas de relación entre iguales o el temor a ser rechazados, por ejemplo.

“El estrés es uno de los problemas más serios que enfrentan los jóvenes hoy en día, y la mayoría de los tratamientos no funcionan, por lo que necesitábamos una nueva innovación científica para desarrollar tratamientos novedosos”, justifica David. S. Yeager, investigador del Departamento de Psicología de la Universidad de Texas y firmante del estudio. Los autores proponen una intervención telemática que los chavales pueden hacer por sí mismos, sin vigilancia ni asistencia externa. En lugar de minimizar o evitar el estrés, apuestan por “optimizarlo”, por sacarle partido, explica Yeager: “A menudo, las personas les dicen a los adolescentes que enfrenten el estrés distrayéndose o evitándolo. Pero eso no llega a la raíz del problema, que proviene de todas las demandas estresantes de la escuela y el trabajo. Nuestra estrategia alternativa es enseñar a los jóvenes a aceptar sus desafíos y utilizar sus respuestas al estrés como combustible para un rendimiento óptimo. Lo hacemos cambiando su forma de pensar: sus creencias sobre sus habilidades y sobre sus respuestas al estrés”.

Los investigadores intervienen a través de “una actividad mental sinérgica”, que consiste en un doble abordaje: la mentalidad de crecimiento, que es creencia de que las capacidades de cada uno se pueden desarrollar y los factores estresantes pueden ser útiles y controlables al aprender habilidades para superarlos; y la mentalidad de mejora del estrés, que se basa en entender la respuesta fisiológica a esta situación (sudoración de manos, sensación de ansiedad…) y verla en positivo, como una herramienta para impulsar el rendimiento.

Todo el estudio se hizo a doble ciego: había un grupo de estudiantes a los que se hacía la intervención y otro, el grupo control, al que no, y ninguno sabía a quién le tocaba qué. En la práctica, la intervención consistió en dar información neurocientífica sobre el potencial del cerebro para desarrollar conexiones más fuertes cuando enfrenta y supera desafíos, explicar las reacciones del cuerpo ante los estresores (palpitaciones, sudores, sensación de ansiedad…), aportar un resumen de la investigación científica sobre el rendimiento humano y el estrés, y mostrar experiencias de participantes anteriores (alumnos mayores, en su caso). Al grupo control también se les ofrecía 30 minutos de una actividad online, pero con contenidos diferentes.

Los científicos probaron su intervención con seis experimentos en los que participaron, en total, 4.291 estudiantes estadounidenses. Todos los estudios se centraron en factores estresantes habituales en la adolescencia, como imaginar la realización de un trabajo en poco tiempo de la asignatura que más les disgustaba o tener que hacer una exposición oral. Luego, analizaron los niveles de estrés de los estudiantes, desde distintos parámetros, como el bienestar emocional, los síntomas de ansiedad o los niveles de cortisol, que es la hormona que segrega el organismo ante situaciones de estrés.

Los resultados de estas variables demostraron los beneficios de una sola sesión de 30 minutos de esta “actividad mental sinérgica” que, además, según recalcaron los investigadores, es fácilmente escalable a la población adolescente. Los científicos han visto efectos de esta técnica hasta nueve meses después de la intervención, pero quieren seguir probándola más a fondo, admite Yeager.

Esther Calvete, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Deusto y directora del Deusto Stress Research, conoce bien las técnicas de los investigadores estadounidenses. Son las llamadas “intervenciones inteligentes” —wise interventions, en inglés—, explica: “Es un paradigma de intervenciones que se caracterizan por estar basados en un conocimiento científico muy riguroso para llevar a cabo actuaciones preventivas. Hay varios tipos, pero tienen en común que, en general, todas son breves, una única sesión, y se trata de un cambio de chip en la forma de interpretar algo en nuestras vidas”. Otra de las características de estas intervenciones, añade, es que “son sutiles”: “Se enmascara la intervención como que necesitamos su ayuda. Entramos desde el respeto, les pedimos que nos ayuden y eso, en los adolescentes, es un enfoque que hace que no se rebelen o no se resistan, que es lo que suele pasar con la mayoría de intervenciones [en este colectivo]. Así se implican más y asimilan mejor la información”.

En el caso del estudio de Nature, combina dos de estas wise interventions, apunta la investigadora: “Una es la de etiquetar los síntomas de manera diferente, porque cuando nos damos cuenta de que tenemos esos síntomas típicos del estrés, nos sentimos mal y entramos en un círculo vicioso en el que lo hacemos todo fatal”. Sobre la otra técnica, la de mentalidad de crecimiento, Calvete también ha hecho estudios y ha probado sus efectos en la victimización online entre iguales. “Podemos tener creencias de rasgos nuestros que son como algo fijo y no modificable, pero evolucionan. Podemos mostrar, con información científica sobre cómo funciona el cerebro, cómo puedes cambiar la creencia que tú tienes de tu inteligencia o de tu personalidad, por ejemplo”, agrega la investigadora. Este tipo de técnicas, concluye Calvete, “te llevan a interpretar las cosas de forma adaptativa y te sientes más capacitado para manejar los estresores”.

Gran potencial

Antoni Ramos Quiroga, jefe de Psiquiatría del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, defiende la “potencia” de la investigación estadounidense. “Es una intervención muy inteligente porque parten de una realidad, que es que el estrés existe. Y se trata de darle una vuelva a estas situaciones y ver que las puedes mejorar tú mismo”, apunta el médico, que no ha participado en el estudio. Ramos Quiroga pone en valor, además, que se trata de un “sistema online de autoayuda que hace uno mismo, no necesita un psicólogo al lado”.

Víctor Pérez, jefe de Psiquiatría del Hospital del Mar de Barcelona, también valora positivamente esta intervención: “Tiene un potencial tremendo si se implementa en todo Estados Unidos, por ejemplo. Se podría hacer en los colegios”. El psiquiatra, que tampoco ha participado en el estudio, señala que, ante situaciones de estrés conocido —como los ejemplos cotidianos que expone el estudio—, “se puede hacer una aproximación progresiva, entrenar al sujeto para conocer ese estrés y aprender a manejarlo”. “Si vas adaptándote progresivamente al estrés, tu capacidad de evitarlo, disminuye. Es lo que hacemos en terapia con fobias”, agrega el psiquiatra.

La clave, asegura Pérez, está en entender que el estrés tiene partes positivas: “Se trata de hacer un reconocimiento del estrés, que no siempre tiene por qué ser negativo y puede ayudarte a reaccionar. Y este es un tema de rabiosa actualidad porque las comunidades autónomas también nos estamos planteando hacer intervenciones en adolescentes para trabajar el manejo de las emociones y el estrés”. Yeager asegura que cualquier escuela, universidad o centro de trabajo podría compartirlo “durante las sesiones de orientación, para ayudarlos a tener una mentalidad que los prepare para el éxito” y como es una intervención corta en el tiempo, “podría hacerse de forma amplia a un coste muy bajo”.

Desde el punto de vista técnico, el psiquiatra de Vall d’Hebron destaca el número tan elevado de participantes y que el estudio ha logrado replicar los resultados positivos en seis experimentos diferentes. Calvete añade que la metodología es muy solvente: “Hay varios experimentos y con medidas poligráficas. Tiene un soporte científico impresionante y una metodología del máximo rigor”.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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