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Los microplásticos están por todas partes, pero hay formas sencillas para esquivarlos

Los expertos recomiendan evitar el consumo de agua y otras bebidas embotelladas, no calentar la comida en recipientes plásticos y reducir el consumo de alimentos ultraprocesados

Microplasticos
La comida recalentada en recipientes de plástico genera desprendimiento de partículas y otras sustancias químicas que se transfieren a los alimentos.Jennifer (Getty Images)

El reloj marca las dos de la tarde en la oficina. Es la hora de sacar el táper con los restos de la cena de anoche, ir al comedor y ponerlo un par de minutos dentro del microondas. Para cuando el pitido del aparato suene avisando que la comida ya está caliente, esa tortilla de patatas va a tener un condimento añadido: partículas de microplásticos de su propio recipiente.

La comida, el agua y el aire están cargados de trozos invisibles de plástico que, muchas veces, llegan allí de maneras inesperadas, para luego terminar dentro del cuerpo humano. Las sustancias alcanzan a alojarse en los pulmones, los intestinos, los testículos, el útero y hasta el tejido cerebral. La evidencia de la omipresencia es cada vez más abrumadora, pero hay maneras de poner un freno a la entrada de microplásticos a nuestro organismo, según refleja un comentario publicado este martes en la revista Brain Medicine y que lleva la firma de Nicholas Fabiano, investigador de la Universidad de Ottawa (Canadá).

El trabajo de Fabiano y su equipo analiza un estudio muy reciente de Nature Medicine que encontró que el cerebro humano contiene en su interior el equivalente a una cucharada de microplásticos y nanoplásticos. Además, las personas investigadas en aquel estudio que contaban con un diagnóstico documentado de demencia tenían niveles entre tres y cinco veces más altos de presencia de estas sustancias, en comparación con el resto de la muestra. El estudio también llamó mucho la atención de la comunidad científica porque encontró que en los tejidos cerebrales había entre siete y 30 veces más microplásticos que en otros órganos, como el hígado y los riñones. El escrutinio de otros científicos ha desembocado en duras críticas a la metodología del estudio, la extracción de las muestras y su control de calidad.

Uno de los señalamientos más contundentes lo hizo Roberto Rosal, catedrático de Ingeniería Química de la Universidad de Alcalá, quien considera que los problemas experimentales llevaron a unos “resultados erróneos y sesgados”. Además, califica el estudio de “alarmista”. Carlos Edo, también químico de la misma universidad, advierte de que “la urgencia por publicar información sobre la presencia de microplásticos en lugares recónditos, incluso en el cuerpo humano, puede favorecer la aparición de estas publicaciones tan mediáticas”. Ambos realizaron estas declaraciones al Science Media Center España (SMC).

A la espera de nuevos estudios, que contrasten y precisen la influencia de los microplásticos en el cuerpo humano, preocupa el aumento de su prevalencia en el medio ambiente durante los últimos 50 años. Se estima que entre 10 y 40 millones de toneladas de microplásticos se emiten al ambiente anualmente, y se espera que esta cifra se duplique para 2040. Con este dato sobre la mesa, parece que evitar la ingesta o la exposición a los microplásticos es una tarea prácticamente imposible. Para contaminarse, basta con comer casi cualquier alimento comprado en el supermercado o salir a la calle y respirar el aire de la ciudad, donde el desgaste de los neumáticos de los coches libera partículas al ambiente que luego se inhalan.

Medidas de precaución

El comentario de Fabiano propone algunas medidas prácticas que se pueden tomar a nivel doméstico para intentar, al menos, reducir el consumo de microplásticos. La primera es dejar de beber agua y otras bebidas en botellas de plástico. “El agua embotellada contiene plásticos de origen, como todo ahora mismo en los sistemas naturales. Pero ponerla en una botella descartable implica que parte de ese envase se degrade y el plástico que se desprende llegue al líquido”, explica Eva Jiménez Guri, bióloga española de la Universidad de Exeter (Reino Unido). Y añade: “Habiendo una alternativa como el agua del grifo, que en muchos países pasa más controles de calidad que al agua embotellada, es una fuente totalmente evitable de ingesta de plásticos”. Además, las botellas de un solo uso generan un problema posterior a su consumo porque empeoran la contaminación del ambiente y hacen llegar más partículas de plástico a la comida y el aire.

Un estudio publicado en 2019 aterriza con datos esa idea: el agua embotellada puede contribuir hasta con 127.000 partículas de microplásticos anualmente en un adulto, mientras que el agua del grifo filtrada reduce esta cifra a 4.000 partículas por año. Roberto Rosal aporta un matiz. En declaraciones divulgadas por SMC, asegura que “los datos presentados en términos de número de partículas por unidad de volumen son engañosos”. Sus propios cálculos, publicados en Scientific Reports, también en 2019, indican que la concentración media es más baja y que una persona que consuma dos litros de agua al día necesitaría 850 años para ingerir un gramo de plástico.

El agua del grifo es una alternativa más segura frente a la embotellada en plástico, que puede contribuir hasta con 127.000 partículas de microplásticos anualmente en un adulto.
El agua del grifo es una alternativa más segura frente a la embotellada en plástico, que puede contribuir hasta con 127.000 partículas de microplásticos anualmente en un adulto.Nico De Pasquale Photography (Getty Images)

Otra sugerencia doméstica es no calentar comida en tápers o envases de polietileno. “Esto genera desprendimiento de partículas y otras sustancias químicas que se transfieren a la comida”, señala Jiménez Guri. Esto se puede extender al consumo de café u otras bebidas calientes: no tomarlas en vasos de plástico o de papel recubierto, como las sirven para llevar en todas las cafeterías; y al resto de la cocina, al evitar los utensilios de plástico para preparar o manipular alimentos. El vidrio y el aluminio son mejores alternativas.

“En general, si se cocina la comida en casa, habrá menos ocasiones para que se incorporen plásticos en ella porque cuantos más pasos o cadenas haya pasado un alimento, hay más probabilidades de contaminación”, apunta la científica de Exeter. Nicholas Fabiano, el autor del análisis recién publicado, agrega que una reducción en el consumo de alimentos ultraprocesados, alcohol, alimentos enlatados y mariscos —sobre todo los organismos que se alimentan filtrando el agua del mar, como las ostras, los mejillones o las almejas— también ayudaría a reducir la ingesta de microplásticos. Y arroja otra advertencia: las bolsitas de té. Un estudio demostró que los fabricantes de té están incorporando fibras plásticas en la producción de los saquitos y que al infusionar una bolsita a 95 °C se liberan 11.600 millones de microplásticos y 3.100 millones de nanoplásticos en una sola taza.

El que quiera tomar medidas más drásticas, puede llevar mascarilla al circular por zonas con alta concentración de vehículos, y también evitar la compra de prendas de ropa fabricadas con textiles plásticos, como el poliéster, porque desprenden fibras que luego se pueden inhalar y contaminan el agua con cada lavado.

Los efectos dentro del cuerpo

Cuando el plástico llega al cuerpo a través del agua o de los alimentos, pueden pasar muchas cosas. Si las partículas son lo suficientemente pequeñas, lograrán atravesar las paredes del intestino, colarse al torrente sanguíneo y llegar a todas partes. En cambio, si las partículas son más grandes, el cuerpo será capaz de eliminarlas a través de las heces, la orina y la sudoración. Aunque esta última conclusión no tiene evidencia sólida. Sale de un estudio pequeño, con 20 personas, en el que se detectó BPA —compuesto orgánico con el que se fabrican plásticos— en el sudor de la mayoría de los participantes.

Ethel Eljarrat, directora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua, señala en una nota de prensa que “deberíamos dejar de catalogar a todos los microplásticos como un único contaminante, ya que el efecto tóxico va a depender de varios factores”. ¿De cuáles? De su tamaño —cuanto menor es, mayor toxicidad—, de su forma y, lo más importante, de su contenido en aditivos químicos tóxicos. “Es necesario no limitar únicamente las investigaciones a los posibles efectos físicos que puede causar la presencia de plásticos en nuestros organismos, sino también centrarse en los efectos de los aditivos que están asociados a ellos”, apunta Eljarrat.

Aún faltan datos para ser concluyentes sobre qué tipo de efecto tienen los microplásticos en el cuerpo, pero estudios en animales y cultivos celulares sugieren que pueden provocar estrés oxidativo, inflamación, disfunción inmunológica, alteraciones en el metabolismo bioquímico y energético o proliferación celular anormal, entre otras dificultades.

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