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Sara Torres: “Me gustaría más sinceridad sobre la fantasía sexual, que el feminismo hable de lo que nos excita”

La escritora se adentra en la trastienda del deseo a través de la relación entre dos mujeres separadas por 20 años en ‘La seducción’, su segunda novela

Sara Torres
Sara Torres lleva chaqueta de BIMBA Y LOLA y camisa de MM6 MAISON MARGIELA.Antártica

Esta es la primera entrevista que Sara Torres hace sobre su segunda novela, La seducción (Reservoir Books) y el discurso aún está fresco, huele a nuevo. Ella dice que piensa mientras habla, que aún no le ha dado tiempo a reflexionar, pero nada en su relato luce improvisado, sus palabras parecen venir de una larga maduración en uno de los idílicos espacios que le son propios: masías soleadas, hoteles solitarios, bibliotecas con molduras en el techo y grandes ventanales. No estoy en posición de confirmar si los lugares en los que se mueve Sara Torres son su ecosistema natural o solo una escenografía diseñada para dar un bello espectáculo a las lesbianas que la observamos, leemos y escuchamos con fascinación. La escritora es un vector que orienta, desde varios frentes, a su comunidad. Lo hace con responsabilidad desde la academia —se doctoró en la Universidad Queen Mary de Londres con la tesis El texto lesbiano: Fantasía, fetiche y devenires queer—, también desde el disfrute literario —cultiva una literatura del yo que explora las zonas liminales entre amantes y amigas, el roce entre la monogamia serial y todas las demás formas de vincularse, el cuerpo como un interlocutor cambiante—. Y desde hace poco hasta se ha convertido en asesora directa de nuestros problemas, respondiendo dudas como una Elena Francis moderna, buena y queer en el consultorio que tiene en elDiario.es

Su primera novela, Lo que hay (Reservoir Books, 2022), un debut que va por su octava edición, es la historia del duelo de una hija que simultáneamente se ve arrollada por el deseo. Ha publicado el poemario ilustrado por Marta Velasco Deseo de perro (Letraversal). La palabra “deseo” está en el centro de sus obsesiones porque se escapa entre los dedos, porque es la zona gris previa a la conclusión, no encerrada todavía en categorías estancas. En La seducción hay mucho sexo, pero casi todo es imaginado.

Sara Torres lleva gabardina y cinturón de la colección RohK x H&M. Los mocasines y las joyas son de la escritora.
Sara Torres lleva gabardina y cinturón de la colección RohK x H&M. Los mocasines y las joyas son de la escritora.Antártica

¿Dónde estaba, física y emocionalmente, al escribir el libro?

Estaba en un lugar pequeñito de Baviera, aislada, sin hablar alemán y haciendo un posdoctorado sobre escrituras que ocurren después de diagnósticos de cáncer. Leía diarios de personas diagnosticadas cada día, psíquicamente me metí en un lugar peligroso. De vez en cuando viajaba a España y pasaba tres días de eros y caos emocional. Fue un tiempo de escuchar la voz interior. Hay muchas cosas que contar de nuestras voces interiores.

La voz interior de la protagonista de La seducción, una fotógrafa de 30 años, está poseída por el deseo hacia otra mujer, una escritora de 50. ¿Qué le interesa tanto del deseo?

Es algo que te moviliza a vivir, pero también te coloca en un estado ansioso de revisión del valor de la propia vida, la identidad, el cuerpo. Me interesa mucho esta contradicción, nos viene a frustrar la seducción que podría ser un momento bellísimo de gran creatividad, de compartir al máximo y se ve interrumpida por procesos egocéntricos: “¿Quién soy yo para la otra?”, “¿cómo me está viendo?”. Despierta inseguridades propias de la adolescencia, muchas veces necesitamos consumir a la otra muy rápido porque no podemos sostener el tiempo de la seducción.

¿Y qué le interesa de la diferencia de edad?

Mientras escribía este libro leía casi exclusivamente Los ojos azules pelo negro de Marguerite Duras. Me identifico con su manera de trabajar, ella entiende a sus personajes como modulaciones de sí misma, esto permite hacer de la escritura un escenario donde pones a funcionar tus fantasmas. En nuestro presente conviven edades distintas. A veces tenemos la energía de la mujer de 50 que teme que la elijan por su poder o su influencia y a veces la de la niña caprichosa que necesita que le digan que es la favorita. La diferencia de edad tiene que ver también con el hecho de que cuando no sigues un modelo de vida productivo, reproductivo, de la norma heterosexual orientada a la pareja y los hijos, no tienes ninguna edad. Una lesbiana que no sigue un plan de vida familiar no se sabe qué edad tiene: si vives el tiempo de las amantes, de las amigas, el tiempo del arte, el tiempo de los perritos y los gatitos... Tu edad es un número que no tiene una identidad asociada.

De alguna manera nos podemos alejar de la tiranía del tiempo. ¿Y de la tiranía de la heteronorma?

La heteronorma es nuestro punto de partida por la educación, solo que algunas personas nos relacionamos con esa norma aprendida de formas distintas que rompen los esquemas clásicos. Me interesa esa tensión, partimos de estructuras heredadas, pero luego pasan cosas. Si tengo algún objetivo en mi obra es poder representar las resistencias y las fluctuaciones a la heterosexualidad, pero no el afuera, no creo que haya un afuera de momento, lamentablemente.

La nueva novela de Sara Torres.
La nueva novela de Sara Torres.

¿Cree que tratar de librarse de estos vicios impuestos a veces puede generar más ansiedad que liberación?

También hay que llevarlos con cierto orgullo y disfrute. Hay que tener herramientas críticas para entender cómo se educa nuestro deseo, pero luego no dejar de disfrutar, porque si vamos a ser justo las lesbianas las primeras que dejan de disfrutar de los vicios, no nos toca nada en el reparto. Hay algo en el deseo lesbiano que viene de la prohibición inicial de ese deseo y que, aunque se vive con tristeza, luego deja aprendizajes bonitos. Me refiero a esa sensación cuando de pequeña la amiguita te invitaba a comer a casa y solo por eso te sentías tocada por las diosas. Creo que los saberes propios del deseo lesbiano incluyen la experiencia de que el deseo hacia una mujer no tiene que llevarte a ninguna acción en particular, cumplir ningún fin. Para mí es una bella ética. El objeto de deseo no está ahí para servir tu plan de vida o de productividad. No hay un casting de compañera de proyecto. Aprendemos mucho deseando sin esperar nada, esa es la gran lección.

En un mundo en el que las relaciones están categorizadas, nombradas, empaquetadas y explicadas como tendencias, ¿es una forma de resistencia el hablar de la zona gris?

Como la zona gris no tiene palabras asociadas ni lemas, desaparece de los ejercicios representacionales, nos quedamos solo con aquella sensación y aquel afecto para el que encontramos un destino productivo: esta atracción me va a llevar a una novia, esta afinidad a una amiga. Luego está toda la habitación de atrás, lo innombrable que tiene un peso inmenso en la vida. Las emociones tienen más de esta vida secreta que de cosas conversables. Literariamente, me interesa sacar esto a la superficie, no puede ser que la vida sea tan compleja y las historias tan simples.

Es refrescante oír hablar de deseo en un debate público en el que parece que solo cabe el consentimiento.

Esto también atraviesa el libro. Me gustaría que se generase una conversación más sincera sobre la fantasía sexual, que el feminismo sea capaz de hablar de las imágenes que nos excitan sexualmente y cómo en ellas está la semilla de una norma obligatoria y cómo no nos libramos de ellas.

Sara Torres lleva un vestido de FENDI inspirado en la colección p-v diseñada por Karl Lagerfeld en 1999.
Sara Torres lleva un vestido de FENDI inspirado en la colección p-v diseñada por Karl Lagerfeld en 1999.Antártica

Desde fuera parece que el sexo está ocupando un espacio central en el feminismo. Siento que vamos en la dirección equivocada en este sentido, que estamos descarriladas.

¿En qué sentido?

Creo que hay una confusión entre afecto, sexo, deseo y marketing...

Lo que creo que está ocurriendo es que se está generando una sobreabundancia de representaciones de lo sexual, pero que estamos teniendo menos sexo y quizá estamos más distanciadas que nunca del deseo. Hay imágenes por todas partes, pero lo sexual aparece como fitness, es parte de las tareas obligatorias, nos genera ansiedad porque dentro de todo lo que tenemos que hacer y hacer bien y hacer feminista está lo sexual, y el deseo no tiene nada que ver con esto. El sujeto no puede sentir que la sexualidad es una obligación. Quizá estamos intentando un sexo identitario y la sexualidad es justo ese lugar donde la identidad se derrumba.

Aún sigue viviendo los efectos de su primera novela, Lo que hay. Algunas doctoras le escriben porque su trabajo les ayuda a entender mejor a las personas enfermas de cáncer.

Cuando la escribí tenía un compromiso con mi madre: escribir lo que ella habría querido decir en voz alta, quería contarlo de forma que mi madre hiciera una pequeña revolución después de morir. Como esa responsabilidad existía, el efecto fue amplio; muchas veces cuando trabajamos con nuestra verdad a escala pequeña estamos trabajando con la verdad a escala social.

¿Qué le gustaría que le devolviera su último libro?

Una vida menos represiva, menos ansiosa. Cuando era pequeña mi padre me contaba cuentos antes de dormir, cuando dejó de hacerlo me los empecé a contar a mí misma. Los libros hacen que a la gente le ocurran cosas. Escribo para que la vida cambie.

Equipo

Estilismo Paula Delgado
Maquillaje y peluquería  Paola García  (One-off Artists para Chanel)

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