«Nuestro programa sirve para viajar hasta un punto de tu vida especial»
Las creadoras de contenido Andrea Compton y Lalachus presentan Cuarto Milenial, un viaje a la adolescencia de toda una generación y el primer videopodcast de Spotify España. Con ellas charlamos sobre los rigores de la nostalgia, el éxito de las mujeres en la comedia o la lección aprendida tras el paso de Gisela por los Oscar.
Acaban de grabar dos programas del tirón y, aunque la adrenalina comienza a cristalizar en cansancio, confirman que la ilusión puede más. “Es que cuando haces las cosas con amigas se nota, es un formato que podríamos haber hecho las dos solas en mi casa perfectamente”, apunta Laura Yustres, más conocida como Lalachus desde que sus vídeos de humor en redes hicieran de ella un fenómeno viral en plena pandemia. De viralidad algo sabe quien está sentada a su derecha, Andrea Compton, que lleva casi una década creando contenido para Youtube y compartiendo en diferentes programas de radio su obsesión por la cultura pop.
Ahora, ambas lideran el proyecto Cuarto Milenial, el primer podcast en vídeo que estrena Spotify en España el 9 de marzo y que produce PRISA Audio. Un formato que busca convertirse en un abrazo escapista para todos aquellos que consiguieron pasar de las pesetas a los euros, de los videoclubs a las plataformas de streaming o de los ‘toques’ a los WhatsApp sin perecer en el intento. Con las guías de este viaje a la más tierna –o sonrojante, allá cada cual– adolescencia hablamos sobre los rigores de la nostalgia, el éxito de las mujeres en la comedia, la fragilidad de las generaciones pasadas o la lección aprendida gracias al paso de Gisela por los Oscar.
Dicen que los millennials son una generación agotada, infeliz, frustrada… ¿Tan mal la veis vosotras?
Andrea Compton: Yo creo que cuando seamos mayores vamos a estar fatal porque ahora ya no estamos bien del todo. (ríe)
Lalachus: Estamos bastante cucú, pero lo importante es que sabemos identificarlo y ponerle voz. Mis padres también se morirían de la ansiedad, pero seguían adelante sin más. Ahora sabemos lo que pasa, lo decimos y por eso parece que estamos peor.
AC: Eso hay que agradecérselo a la generación Z, que lo ha puesto sobre la mesa.
¿Nos han hecho espabilar los que vienen detrás?
AC: Por supuesto. Sobre temas como el bullying, el machismo, los abusos… Mi hermana, que es del 99, me ha enseñado escuchar y a replantearme ciertas cosas.
LL: Me enfada mucho la gente de nuestra edad –o mayor– que es muy crítica con los jóvenes porque nos están dando sopa con ondas en todos los aspectos. Hay que asumir que las cosas cambian todo el rato y toca adaptarse.
¿Cómo controlamos esa nostalgia para que no se convierta en un sentimiento reaccionario o en un lastre?
LL: Vivir en la nostalgia, y lo digo yo que soy una persona muy nostálgica, también es idealizar cosas que no molaban tanto. Esa estética, esas series… solo te recuerdan a una época en la que no tenías las preocupaciones que tienes ahora de adulta.
AC: Este programa es como un cheat meal, al que puedes acudir en un momento determinado para viajar hasta un punto de tu vida especial. A mí me pasa con Avril Lavigne cuando tengo ansiedad, que me la pongo y me recuerda a ese punto específico. Pero no se trata de vivir ahí siempre.
Una de las dudas que más surge sobre nuestra generación es si viviremos mejor que nuestros padres. Mi pregunta es otra: ¿reiremos mejor que ellos?
AC: A mí es que mis yayos me contaban que el padre de mi abuelo no les dejaba ni reír en la mesa. Ha habido tanta censura en todo… Si llegamos a la edad de nuestros padres creo que sí habremos reído un poco más.
LL: Una cosa que caracteriza a los millennials es que sabemos reírnos de nosotros mismos. Siento que en otras generaciones están como más enfadados, tienen más cosas intocables y nosotros es en plan, ‘somos un cuadro, mira que pintas llevábamos’.
¿Notasteis esa sensibilidad con la controversia que generó el documental ¿Quién se ríe ahora?, del que formabais parte? ¿Cómo la vivisteis?
AC: Dicen que la generación Z son la generación de cristal y yo recuerdo que un señor montó un pollo porque en la última de 007 la que conducía era la pava. ¡Qué drama! Ellos sí que son la generación de cristal, son muy sensibles.
LL: Son los contextos de cada época y aquella España era muy machista, todavía quedan resquicios y ahí siguen aferrándose. Igual nos ponen un vídeo de ese documental dentro de 20 años y decimos cosas que entonces no gustan.
AC: A mí me pasa con los vídeos de humor que hacía en Vine. Ahora mismo los veo y podría hacerme un ¿Quién se ríe ahora? perfectamente. Hay que ser crítico con uno mismo y hasta con aquello que te gusta.
LL: Yo he dicho cosas que, si ahora mismo me viera por un agujero, me daría un bofetón. Pero no pasa nada, tu vida puede seguir adelante pese a que haya unas chicas comentando un vídeo de Jaimito Borromeo. ¡Te lo juro que sí!
¿Cómo bautizaríais a esa generación de cómicas y presentadoras que conformáis junto a Carolina Iglesias, Victoria Martín, Inés Hernand o Henar Álvarez?
LL: ¿Generación de las putas amas? (ríe)
AC: Hostía tía, qué fuerte a lo que te has lanzando… ¡Pero adelante! Lo inspiracional es que Estirando el chicle llene el WiZink y venda 17000 entradas en unas horas. Tener un referente cuando eres pequeña es importante, y ellas, como Deforme semanal, han sentado un precedente. Mira todas las tías que estamos ahora haciendo podcast. Mi única duda es si esto durará siempre…
¿Tenéis miedo de que pueda ser una moda pasajera?
AC: Tengo miedo de que los de arriba, los que manejan los números, digan, ‘ale, ya se ha pasado el momento de las chicas’.
LL: Sí, que estemos un ratito y que vuelva lo de antes. Yo ahora pienso que ojalá hubiera tenido el acceso a los programas que hemos mencionado cuando iba al instituto. Me habría cambiado bastante la vida.
Laura, tú comentaste en esta misma revista que tenías miedo a cansar. ¿Te sigue preocupando?
LL: Visto con perspectiva no es el hecho de cansar en sí, sino la exposición a la crítica. Cuando empiezas a entender que no puedes gustar a todo el mundo vives un poco más tranquila.
AC: Hay que asumir que pasas de moda porque el fenómeno fan va perdiendo intensidad. A mí me pasó con Vine… pero mientras busques tu hueco y sepas reinventarte puedes tener trabajo siempre. Hay que aceptar que se pasa de moda y punto, no tiene nada malo.
LL: Como dice ella esto es una montaña. Yo dejé el año pasado mi trabajo de recepcionista y no se me caerían los anillos por buscar otro trabajo dentro de un tiempo.
¿Han pasado muy rápido esos dos años?
LL: Ha sido muy loco todo. Desde la cuarentena a hoy, casi un abrir y cerrar de ojos. Lo que sí te juro Andrea, que no sé si te lo he dicho alguna vez, es que cuando te veía en Yu: No te pierdas nada decía, ‘tengo que conocer a esta chica’. Era muy fan. Y trascayú, haciendo un podcast con mi colegota.
AC: Me encanta. Es el destino.
LL: Para mi es un sueño. ¿Y si canso? Pues que nos quiten lo bailao, hasta luego Maricarmen y tirando millas.
Siempre se habla de cómo una generación de gurús tecnológicos salió de sus propios garajes. Vosotras, sin embargo, habéis salido de vuestros cuartos. ¿Da tablas la webcam del ordenador?
LL: Lo que te da sobre todo es naturalidad, no ser unas teatras. Lo bueno que tiene esto es que fuera y dentro somos la misma persona.
AC: Cada formato siempre da unas tablas. Como cuando Gisela fue a los Oscar a cantar Frozen y era la única que miraba a cámara. Se notaba que tenía unas tablas de estar tres meses en un programa rodeada de ellas…
LL: ¡Qué gran ejemplo! ¡Es lo más!
AC: Gisela sabía perfectamente cómo conquistar una cámara, otras personas están más acostumbradas a un teatro… Yo ahí me sentiría absolutamente torpe, pero se me da bien todo lo que tiene que ver con la cámara, el control y la edición. Al final solo se aprende lanzándose.
LL: A mí me resulta muy fácil ponerme frente una cámara y hacer el tonto en casa, pero hacer monólogos y subirme a un teatro me pone muy nerviosa. Las tablas las da la experiencia.
Estamos a unos pocos metros de La Chocita del Loro, donde explicaban que “el nivel de las mujeres para la comedia es más bajo”. Sin embargo, unas cuantas tenéis ya varios programas de éxito. ¿Las dos Españas?
AC: Absolutamente. Hay muchísima España que dice eso de “las mujeres no son graciosas”, mientras que en la España de verdad están triunfando. Es una idiotez.
LL: Están ciegos. No hay más que añadir. Si no quieres ver esa realidad es porque estás en tu casa sin televisor, ni internet… Es una cosa tan evidente como que esta mesa es blanca.
Podcasts, Youtube, Twitch… ¿Es la televisión generalista la última frontera?
AC: Sí, ¿y sabes qué pasa? Yo era muy fan de quedarme en mi espacio, en el mundo Youtube, pero Carol (Iglesias) me dijo, ‘Tía, en el lado offline, en el tradicional, siguen sin vernos. Toda nuestra gente está aquí y es importante que llenemos esos espacios’. Y le dije, ‘bueno, llenadlos vosotras’, pero tiene toda la razón.
LL: Molaría mucho que en esos programas se nos viera, pero está todo tan impostado. A mí me pones en televisión con un guion y no sería la misma. Pero si surgiese un formato en el que pudiésemos estar a gusto… adelante.
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