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N. Pino Luna: “La familia como institución es la gran ficción de la sociedad y por eso la literatura se alimenta tanto de ella”

La escritora chilena N. Pino Luna publica en España su primera novela. ‘Mientras dormías, cantabas’, con la que se inaugura la colección de 2025 y 2026 del sello Yegua de Troya, este año, a cargo de Gabriela Wiener.

N. Pino Luna
N. Pino LunaDaniela Canales

N. Pino Luna (Santiago de Chile, 1990) buscaba desentrañar las contradicciones humanas que surgen en las fiestas de Año Nuevo: “Estamos contentos, pero también estamos tristes, porque es el momento de echar la vista atrás”. Este interés por adentrarse en los duelos que emergen en este espacio de tiempo tan concreto es lo que ha dado lugar a su primera novela, Mientras dormías, cantabas, que acaba de ser publicada en el sello Caballo de Troya —el cual, bajo la edición de la escritora Gabriela Wiener— ha evolucionado a Yegua de Troya para dar lugar a “esas nuevas escrituras del sur”. La escritora usa todos los rituales que se usan para celebrar la llegada de un nuevo año para contar el duelo por la muerte de Leonor en una historia en la que la enfermedad y el dolor conviven con el baile y la pasión.

Pregunta. En Mientras dormías, cantabas recoges muchas cosas, entre ellas un claro homenaje a la cumbia, a sus ritmos melódicos y cómo estos afectan al propio cuerpo. ¿Por qué tiene un papel tan protagonista?

Respuesta. En las fiestas de Año Nuevo en Chile y en Latinoamérica es habitual escuchar cumbias clásicas de los años 70 y 80. Es un tipo de cumbia súper melancólica, y los bailes en torno a ella son bastante contenidos. En lugar de ser una algarabía resoluta, la cumbia clásica tiene una melancolía que coincide con la melancolía de la fiesta de Año Nuevo, con esta contradicción. Es un baile, es alegría, fiesta, jolgorio, pero las letras también hablan de algo que se perdió, hablan de una nostalgia. En las fiestas que yo viví en mi infancia siempre hubo un lugar para los muertos, para recordar a los que partieron. Había un lugar para el llanto, para la tristeza, pero también para el abrazo. Era un abrazo de alegría, pero también de consuelo. Esa contradicción me pareció mágica, literariamente hablando. Era un artefacto artístico en sí mismo.

P. Esos ritmos y contradicciones de la cumbia surgen en la propia escritura de la novela…

R. Sí, la novela es un baile en sí mismo: los cuerpos entran, los personajes salen, vamos de una casa a la otra y hay una especie de vaivén que posibilitaba el baile, la cumbia. Creo que esta novela sin la música no se entiende, al menos en la forma de concebir la novela como un ritmo. Es una historia que depende de las respiraciones de los personajes, de los bailes, de los cuerpos que se mueven. De hecho, Leonor, la protagonista, tiene una enfermedad respiratoria y eso también va en sintonía con el ritmo, la fiesta, el baile, el Año Nuevo y la cuenta regresiva.

P. Además de la afección respiratoria, el personaje de Leonor tiene una escoliosis severa que limita su capacidad de movimiento. ¿En qué momento decides situar a un personaje como este en una obra con tanta oscilación?

R. Una de las cosas más bellas de la escritura es que los significados surgen después. La primera imagen que yo tuve cuando quise escribir esta novela fue la de Leonor, una mujer enferma con escoliosis, una mujer que es azul por la cianosis, y me la imaginaba frente a un terreno baldío. Más tarde vino la idea de situar la historia de esta mujer en un Año Nuevo. Yo no pensé conscientemente en esa relación, sino que es ahora, en las lecturas posteriores, donde se van completando los significados. Creo que por eso me gusta tanto publicar una historia. Cuando yo escribo algo y se lo muestro a alguien, las novelas van creciendo con las lecturas de las personas. La literatura sobrepasa a los autores en tanto que se crean significados posteriores, especialmente la literatura que se hace con entrega, y eso es muy lindo.

P. Esta forma de hablar de la literatura también está muy presente en la novela. Algunas personas la han interpretado como una carta de amor a la literatura pero, más que eso, podría considerarse un homenaje a su enseñanza y a todo lo que se produce en torno a la lectura.

R. Sí. En varías ocasiones me han dicho que esta es una novela que se nota que la ha escrito una profesora. Yo trabajé como profesora de Lengua y Literatura en colegios con jóvenes de todas las edades, y en la novela uno de los personajes más cruciales es el de la profesora. La vida de Leonor, esta mujer enferma, cambia —o se vuelve un poco menos terrible — a propósito de los libros. La novela sirve de homenaje a las profesoras que iluminan las vidas marginales. De hecho, hay un momento en el que digo que este personaje de la profesora enseña a estudiantes que solo están alimentados a base de panes y fideos. Entre el pan y el fideo aparece la literatura, que es mucho más rica. Tiene todos los nutrientes de la vida. Y no solo eso, sino que, a veces, esos libros que llegan a tu vida pueden abrir puertas incómodas. Esta novela abre muchas puertas incómodas, incluso para mí como escritora. Por eso, al igual que los Años Nuevos, la literatura es una puerta a muchas cosas, a abrazarse al cuerpo del otro y a entender sus heridas.

P. En este homenaje que haces a la literatura, le das un lugar especial a la de tu país, Chile. Además de nombrar a autores contemporáneos como Alejandro Zambra, haces especial hincapié en Alcino de Pedro Prado. ¿Qué significado tiene para ti esta novela?

R. Alcino es una novela muy difícil de encontrar en Chile. No existe. Tú vas a una librería y no está. Solo aparece en una web llamada Memoria Chilena, que se encarga de recoger libros antiguos. Entonces, me parecía muy bello hacer un homenaje a esa novela rara en un libro contemporáneo. Pedro Prado era un poeta y lo que escribe en Alcino es lo más triste que yo he leído en mi vida. Es una novela en prosa poética sobre un niño que cree que puede volar, que se cae de un árbol y queda jorobado. Y creo que esa novela medio rara también está presente en el personaje de Leonor. Son esos seres que mantenemos medio ocultos a causa de la enfermedad, que tratamos de meter bajo la alfombra debido a las deformidades. Y esta novela me conmovió especialmente cuando la leí por este niño jorobado que desea amar, pero no puede ser amado.

P. Otro de los grandes ejes de esta historia es el silencio y las violencias que de este derivan. Leonor es, al mismo tiempo, tía y hermana del personaje de Marta, y la búsqueda de la verdad es algo que Marta persigue a lo largo de la novela. ¿Por qué te interesaba profundizar en estos silencios que se guardan dentro del contexto familiar?

R. En el tema de los silencios, el personaje que tiene un papel fundamental —y que además es mi favorito— es el de Clara, la mamá-abuela. Es ella quien escribe la historia de la familia. Creo que, si hay un poder que tienen las mujeres en las familias, es el de poder narrar sus historias, escribir los nombres, decidir los lazos filiales entre las personas. Clara vivió una historia terrible y ella decide tomar esa historia entre sus manos y cambiarla. Es una ficción para la sobrevivencia. Cuando alguien escribe una ficción, esa ficción también se alimenta de los silencios. Hay cosas que uno no puede decir para que esa ficción camine. Por eso, ante esas historias que nos sobrepasan, a veces es mejor dejar que la historia siga su curso. En el caso de las historias familiares, y en el caso de la vida, no siempre vamos a saber las historias. Ahí, el silencio se vuelve fundamental como arma narrativa y, dentro de la familia, como un arma que la mantiene unida. Hay un famoso dicho que dice: “Familia que reza unida, permanece unida”. Y ese rezo es el silencio. El silencio sostiene los lazos filiales y esas verdades medio tergiversadas que nos contaron y que nosotras también vamos a contar —o vamos a silenciar— de nuestra historia.

N. Pino Luna
N. Pino LunaDaniela Canales

P. De hecho, la familia —en lo cotidiano y como institución— tiene un peso muy importante en la novela. Por ejemplo, al personaje de Marta le piden dibujar en el colegio su árbol familiar y ahí expresa esa necesidad por alejarse (“Ella es la raíz que intenta escapar bajo el pavimento”), pero también hay un reconocimiento al lugar de donde se proviene (“No puedo irme de aquí. Somos lo que somos”? ¿Cómo se produce esta dicotomía?

R. La familia, los árboles genealógicos y los lazos familiares son una ficción. Todas las familias tienen mentiras que elegimos traer con nosotras y otras sobre las que elegimos no hablar. En el caso de Marta, ella es la raíz que intenta escapar bajo el pavimento, pero también esa misma raíz es desde la que se puede contar esta historia. A partir de esa inquietud, de ese trauma que a veces se genera en las familias, es donde se levanta esta historia, este árbol que es la novela. Entonces, las familias están llenas de contradicciones, son la institución fundamental en la mayoría de las constituciones de los países del mundo. Son el relato que le permite a la sociedad avanzar y fundar una moral, fundar una ética. Creo que la familia como institución es la gran ficción de la sociedad y por eso la literatura se alimenta tanto de ella. Es una literatura en sí misma, con sus silencios, con sus personajes. Todos cumplimos un rol en este árbol genealógico, todos sabemos también cuál es nuestro rol, quién es la “oveja negra” de la familia, quién es el descarriado, quién es la matriarca. Vivimos encerrados en nuestras propias novelas, que son, a su vez, nuestras familias.

P. Por otro lado, dentro de este contexto de enfermedad, violencia y silencios, también existe una exploración del deseo y la pasión del cuerpo enfermo. La posibilidad de que una persona enferma desee es algo que no forma parte de nuestros imaginarios, se consideran dos realidades opuestas. ¿Por qué te interesaba explorar eso?

R. Para mí, como escritora, la pasión es un tema fundamental. Trato de escribir sobre cosas que le pasan a la gente, que atraviesan a las personas, y eso son las pasiones. El cuerpo de Leonor es un cuerpo que está chueco y enfermo, pero es un cuerpo terriblemente pasional a la vez. Solo que nadie lo ve. La gente se refiere a ella como “la niña”, pero ella no era una niña, sino una mujer que deseaba a otras mujeres, que dibujaba a esas mujeres. La pasión es lo que la redime, lo que la acerca a esa vida que ella no pudo vivir. La literatura y el deseo son las dos cosas que rescatan a Leonor y las cosas que ella vive sin mirar dentro de las etiquetas que imprimieron sobre ella: “la niña”, “la enferma”, “la que no puede salir de la casa”.

P. Y, ya para terminar, esta novela fue publicada en 2021 en Chile y ahora llega a España de la mano de la escritora Gabriela Wiener en el papel de editora. ¿Cómo se produjo ese encuentro y qué sentiste al saber que iba a inaugurar la colección Yegua de Troya en 2025 y 2026?

R. Gabriela llegó a ella porque se la prestó mi editora chilena, Claudia Apablaza, que también es escritora. En ese momento, Gabriela estaba buscando a sus Yeguas de Troya, leyó mi novela, le encantó y decidió que quería que fuera la primera novela de la colección, porque, según ella, tenía muchas de las características que buscaba. Gabriela dice que mi novela tiene “mucha sangre” y tiene que ver con ese palpitar que también habita en su literatura. Estoy muy contenta de tener la posibilidad de ser leída por otras personas en estas tierras, que son muy importantes para la literatura, y ojalá me abra puertas y ventanas para llegar a más personas. Hace ya tres años que la publiqué y me siguen sorprendiendo los nuevos significados que encuentran las lectoras y lectores sobre ella, así que ojalá tenga una larga vida.

La portada de 'Mientras dormías, cantabas'.
La portada de 'Mientras dormías, cantabas'.

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