Vestirse como en el siglo XIX para pasear por el madrileño barrio de San Blas
La imagen viral de dos mujeres paseando con crinolinas por un parque de la capital durante la nevada pone el foco sobre el desconocido universo de la recreación histórica. Nos lo explica una de las protagonistas en la nieve.
Los clásicos nunca mueren y quedó demostrado una vez más durante la gran nevada que dejó Filomena sobre la ciudad de Madrid. Entre las muchas imágenes blancas que se viralizaron, destaca la inesperada fotografía de dos mujeres paseando con un atuendo de 1860 por un parque del madrileño barrio de San Blas. Como si fueran dos personajes recién salidos de Mujercitas. Son Signora Camilleri y Lady Áyden Norwich y, junto a Monsieur Aubert de Maupassant, forman el trío que participó en una pequeña recreación histórica el pasado día 9. Estaba planeado que fueran muchos más: “Sabíamos que iba a nevar, no pensábamos que tanto, y nos íbamos a reunir varias personas para ir a San Lorenzo del Escorial y hacer una recreación allí”, explica Eire Aniorte, la administradora de la comunidad Anacrónicos Recreación Histórica. “Los pronósticos empeoraron y decidimos quedarnos en la ciudad, pero como nevó tanto, la gente ni siquiera podía salir de sus barrios. Así que hicimos algo minúsculo. Decidimos dar un simple paseo, como si estuviéramos en 1860”.
La instantánea viral ha abierto los ojos de muchos al fascinante universo de la recreación histórica, una actividad divulgativa que canaliza el amor por la historia. No es nuevo: los torneos mediavales en ocasiones tenían temáticas romanas y los propios romanos eran asiduos a reproducir batallas navales célebres en sus coliseos. No se trata de disfrazarse, sino de indagar hasta el último detalle de un periodo: “Requiere investigación, rigor y minuciosidad (joyas, accesorios y peinados) pulcritud en la educación y en la manera de comportarse. Es una divulgación patrimonial llena de sensibilidad y respeto fidedigno por los acontecimientos. Consiste en la reconstrucción de hechos del pasado o modos de vida de una forma fiel, manteniendo una escrupulosa rigurosidad en cuanto a materiales, lenguaje y comportamientos de la época”, apunta Aniorte.
En materia de vestimenta importan desde los tejidos hasta los colores: “Por ejemplo, el malva no se puso de moda hasta 1870 más o menos. El negro como sinónimo de luto lo impuso la reina Victoria de Inglaterra. Ella se casó de blanco y también es la responsable de esa moda. Las novias, antes de su boda en 1840, llevaban el vestido de los domingos”.
En esta asociación, que cuenta con 200 personas inscritas, algunos trajes se compran y otros, se confeccionan artesanalmente. “Antes del covid quedábamos alguna tarde a coser y a charlar sobre el próximo acto”. Internet ha hecho mucho por la expansión de estas comunidades y hoy la web y las redes sociales están llenas de cuentas que divulgan o venden sus creaciones. Además, la página de trabajos manuales Etsy es un buen pozo en el que bucear en busca de vestimenta de época; eso sí, solo si uno está dispuesto a desprenderse de varios cientos de euros. Allí puede comprarse un vestido Regencia, los más minimalistas y sencillos, por unos 600 euros. Pero si rastreamos trajes de noche de mediados del siglo XIX, capaces de tentar a la mismísima Escarlata O’Hara, el presupuesto deberá aumentar hasta los 2.000 euros. No es lo más caro: una recreación de un robe a la française que podría haber lucido Maria Antonieta asciende a casi 3.500 euros.
En Anacrónicos os centráis en el siglo XIX, ¿por qué este periodo?
En España vamos un poco más lentos que en otros países. En Rusia, en Francia e Inglaterra la recreación histórica lleva tiempo realizándose. Aquí ya hay muchísimos grupos, sobre todo de la Edad Media y de la época romana. Nosotros empezamos en el año 2010 y nos centramos en este periodo porque había muy poquito, sobre todo civil (sí hay más recreacionistas militares). Empezamos con lo más básico, investigando. Creemos que el siglo se estudia muy mal en los institutos y no se conoce mucho, se tienen muchas lagunas. Hay ciertas pinceladas porque la gente piensa en Mujercitas o Lo que el viento se llevó, pero las películas suelen estar muy edulcoradas. Nosotros buscamos dar una visión realista.
¿No es una romantización de aquel periodo?
No, precisamente eso es lo que queremos remarcar. Los usos, las costumbres, la indumentaria, la forma de movernos, de hablar entre nosotros… todo eso se basa en cómo se hacía en el siglo XIX. Es una reproducción fidedigna de cómo se vivía. Es cierto que hay grupos que no recreamos: no recreamos por ejemplo la servidumbre, porque evoluciona muy poco. El cambio se aprecia sobre todo en las clases más adineradas, porque son los que siguen las modas, sobre todo británicas y francesas. Nos proporciona más riqueza poder recrear un ambiente más elitista.
¿Cómo se recrea la indumentaria?
Sobre todo en la moda femenina no puedes recrear un aspecto exterior si no tienes la silueta formada desde dentro. Así que se empieza por el interior: la chemise que va debajo del corsé (eso de colocar el corsé directamente sobre la piel pasa solo en las películas), el corsé y el cubre corsé. Y luego ya las distintas camisas, los pololos, la enagua…
¿Y qué lleváis en la foto de la nieve?
A lo mejor en Rusia estaban más acostumbrados, pero aquí el traje para la nieve no existía. Si nevaba las clases adineradas no salían, porque para eso estaba el servicio. Las damas que quisieran salir, simplemente a pasear, o los niños que quisieran ir con las nodrizas a tirarse unas bolitas de nieve, iban con trajes de paseo de día, que es lo que llevamos en las imágenes. Sobre ellos se ponían una capelina que tapaba los hombros o una capa, un manguito para protegerse del frío y los guantes.
¿Qué se siente al ponerse un corsé?
No es tan molesto como la gente piensa. Además de dar forma a la figura, resalta las curvas. Si realmente está bien hecho, con varillas de ballena, es un modelo anatómico. De tal manera que se ajusta perfectamente a tu piel y te moldea. Evidentemente no puedes correr con él, pero es que una mujer de entonces tampoco lo haría. Esos trajes estaban diseñados para mantenerte recta y para demostrar, a través de la indumentaria, la posición social.
¿Sobre qué fuentes investigáis?
Lo principal son libros de la época. Para usos y costumbres lo más práctico son las novelas: de Benito Pérez Galdós, que es muy detallista, las novelas de Jane Austen, de Dickens, recetarios… de todas partes se sacan ideas para aprender desde cómo se colocaban los cubiertos, hasta cómo le retiraba la silla un caballero a una dama o la manera de ofrecer el brazo. También los museos: el Museo del Traje o el Museo del Romanticismo o los estudios de Pablo Pena sobre la indumentaria en el Romanticismo español.
Para el patronaje usamos modelos de la época que salen sobre todo de revistas de moda de entonces. Primero fueron las francesas e inglesas y luego aquí llegaron El correo de la moda o La moda elegante. Ahí se indica qué telas se pueden utilizar, qué estampados o qué colores estaban de moda esa temporada.
Y al terminar, ¿dónde guardáis tanta crinolina?
Generalmente tenemos un baúl, casas de abuelos, trasteros… Pero sí, abulta mucho.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.