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Innovación: Carta abierta a la ministra Garmendia

Se embarga en una retórica justificativa de la pura subvención a empresas olvidando sus obligaciones en la promoción de la excelencia y relevancia de nuestra ciencia

Señora Ministra,

El artículo que firmó esta semana en EL PAÍS resalta la importancia de la innovación. Nos dice que el reto es transformar el I+D en riqueza y empleo. Los investigadores asumimos que ésa es la dificultad que hay que vencer; muchos nos implicamos activamente en ese compromiso. Pero nos recuerda a continuación lo que España ha invertido en ciencia entre 2005 y 2009 y el argumento parece que queda incompleto, pues no se entiende si rememora esto para mantener ese compromiso, para exigirnos resultados en bienestar social, o para castigarnos por no haberlo conseguido en la proporción que sería deseable.

Con toda mi admiración al presidente Obama, usted no debe citarlo a él para abrir camino a sus ideas. Debería citar a su presidente o incluso a sí misma, si fuera posible. Obama ofrece algo de lo que aquí carecemos: dispone de una narrativa mediante la cual expresa un diagnóstico, formula una alternativa, explica ésta a los que quieran escucharle y entusiasma a los que son convencidos. En cambio, su narrativa a favor de la innovación es muy pobre.

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Mi problema es que yo no sé de qué innovación habla usted: ¿científica, tecnológica, educativa, industrial, de producto, de proceso, empresarial, organizacional, de mercadotecnia, institucional, social? A la vista del tono de su artículo, asumo que habla de todas. Pero entonces no sé para quién habla. Porque esa innovación es un reto horizontal que no puede ser erigido como meta por un ministerio en concreto, y menos por un ministerio cuyo fin es promover el mejor desarrollo científico y la transformación de éste en patentes, productos y procesos. Cuando dice esto, me parece que mira para otro lado: que se embarga en una retórica justificativa de la pura subvención a empresas, disfrazada de innovación para todos, olvidando sus obligaciones en la promoción de la excelencia y relevancia de nuestra ciencia, y obviando la naturaleza de la innovación social, que es mucho más compleja (y al tiempo más sencilla y seguramente barata) de lo que las políticas oficiales de innovación promueven.

Soy arqueólogo, y los arqueólogos tenemos cuatro millones de años de experiencia en innovación, porque estudiamos los cambios tecnológicos, cómo éstos se transformaron en desarrollo y, a veces, en progreso. Precisamente por eso, para nosotros es muy obvio un atributo de la innovación que las medidas de apoyo a ésta generalmente minusvaloran: sólo la novedad que se incorpora socialmente, que se diluye en el tejido social, se convierte en innovación, permanece, tiene éxito y transforma la realidad misma. Las auténticas historias de éxito colectivo tienen unas condiciones distintas a las que su política de innovación auspicia.

Felipe Criado Boado es Profesor de Investigación del CSIC

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