“Gané el oro con la mente”
La nadadora ha cosechado 22 medallas olímpicas, las mismas que Phelps
Luce una sonrisa radiante. Y no es para menos. Acaba de regresar de Londres con seis medallas colgadas al cuello, una de ellas de oro. “No ha ido mal la cosa”, atenúa con una humildad poco común entre aquellos que alcanzan la cima. Toma asiento en la poltrona, se disculpa por el retraso, originado por la marabunta de micrófonos y loas que le abordaron a su llegada a Barajas, y dispara: “Esto parece El show de Truman. Jamás había tenido tantas cámaras encima”. A lomos de una silla de ruedas desde los 19 años, cuando una neuropatía paralizó sus piernas y transformó su vida, ligada desde entonces al cloro que rezuma la piscina, Teresa Perales (Zaragoza, 1975) exprime cada instante como si fuera el último. “Me cuesta mucho estar seria. Tengo que esforzarme. Dicen que soy como una aspirina, que alivio a los demás, pero es que existen muchísimos motivos por los que disfrutar”.
Verbaliza como una ametralladora, envuelta todavía por el frenesí de llamadas y flashazos de las dos últimas semanas, en las que su nombre llegó a ser trending topic (tema de moda) en Twitter y copó las páginas deportivas con su hazaña en los Juegos Paralímpicos. “Es una barbaridad. Cuando se supo que iba a ser la abanderada mi cuenta aumentó en 800 followers [seguidores). Ahora ya tengo 4.700”. El desafío era mayúsculo; su éxito, superlativo. Seis metales en seis pruebas. Una cosecha que engrosa una colección extraordinaria de 22 medallas. Las mismas que entronizan a Michael Phelps como mejor deportista olímpico de la historia. “No pensaba en eso. Mi objetivo era ganar, pero que te asocien a un tótem como él produce un poco de vértigo. Me dieron rabia algunos palos que ha recibido. Un día eres Dios y al otro, nada”.
¿Cuánto gana un olímpico por un oro? 96.000 euros. ¿Y un paralímpico? 10.000"
Desde la cumbre, no olvida aquella etapa en la que el paternalismo se cruzaba permanentemente en su camino. “No soporto que me compadezcan”, se arranca; “recuerdo cuando salía a la calle y la gente me miraba con lástima. Ahora percibo admiración. Sigo siendo la misma de siempre. Tengo una silla pegada a mi culo, pero eso no me ha impedido hacer nada importante. Soy madre. ¿La paraplejia? Tiene solución. La muerte es lo único irremediable. Eres muy egoísta si te quedas mirándote al ombligo. Puedes aislarte en un rincón y decir: ‘Pobrecita’, pero eso no te conduce a nada. Ni a ti ni a nadie. Hay que mirar adelante”.
Polifacética, se adentró en el espinoso mundo de la política en un escaño autonómico por el Partido Aragonés. “Si quieres que las cosas cambien, tienes que formar parte del cambio o provocarlo tú misma”, esgrime; “es un entorno complejo, más duro que la natación porque el resultado no depende de ti, pero tenía vocación de servicio”. Impulsada por su marido, periodista, dio forma a una autobiografía descarnada en Mi vida sobre ruedas e impartió clases en la Universidad de Zaragoza. Ávida de retos —ha viajado al desierto, buceado en el fondo del mar y corrido un rally, entre otros—, ha sido reelegida como representante en el Comité Paralímpico Internacional. “Hemos avanzado. Antes éramos una lacra, desechos. Ahora tenemos mayor reconocimiento social”. Aunque matiza: “El plan ADO está muy bien, pero, ¿cuánto gana un olímpico por un oro? 96.000 euros. ¿Y un paralímpico? 10.000”. Sin perder de vista Río 2016, el coaching deportivo apunta como una estación cercana. “Gané el oro con la mente. Estaba muerta, pero en los últimos metros ganó mi cabeza”. De ella no escapa su “mejor medalla”: su hijo Nano. La guinda de su vida. “Un cuento de hadas”.
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