“Están explotando 10 años de recortes sanitarios y va a empeorar”
En el centro de salud del barrio obrero de Lavadores, en Vigo, cada médico suele atender al día a más de 50 enfermos en siete horas, unos veinte más que antes de la crisis
La tijera presupuestaria de la Xunta ha dejado hecha jirones la sanidad pública de Lavadores, el barrio obrero de Vigo que nutrió durante décadas de mano de obra el corazón industrial de Galicia. En su centro de salud, haciendo frente a una sobrecarga que los colectivos profesionales denuncian en toda el área sanitaria, cada uno de sus ocho médicos de familia suele atender al día a más de 50 enfermos en siete horas, unos veinte más que antes de la crisis. Y es habitual, según cuentan pacientes y profesionales, que un vecino aguarde dos semanas para ver al doctor y que después tenga que conformarse con una fugaz consulta de cuatro minutos.
En la comarca gallega más poblada esta situación límite ha llevado a dimitir a una veintena de respetados jefes de atención primaria que han recibido el apoyo de compañeros de distintos puntos del territorio gallego. “Están explotando 10 años de recortes sanitarios y el deterioro va a empeorar”, advierte una médico del centro de salud de Lavadores. “La calidad asistencial ha empeorado gravemente y no hemos visto nada de la recuperación económica que tanto se proclama”.
En la última década han sido muchas las cosas que han crecido en este ambulatorio, en el que trabaja una de las jefas dimisionarias y donde se asiste a 14.200 vecinos (2.000 de ellos niños). Han aumentado los pacientes y su edad, el papeleo, las pruebas diagnósticas y las esperas. La plantilla, sin embargo, no lo ha hecho proporcionalmente: ha pasado de ocho médicos en total (siete de familia y un pediatra) a 10 (ocho de familia y dos pediatras) y de ocho enfermeras a nueve. Y las sustituciones por bajas o vacaciones han desaparecido prácticamente.
Como el Servicio Gallego de Salud (Sergas) ya no manda sustitutos a Lavadores, los facultativos tienen que cubrir las ausencias de sus compañeros prolongando cuatro horas su jornada. Se las pagan, pero deben deslomarse. En 11 horas pueden llegar a atender a 80 pacientes. En navidades, verano y Semana Santa ocurre todos los días, relatan. Fuera de estos periodos vacacionales, casi todos.
Después de años de esfuerzo silencioso e intentos fallidos ante la Xunta para arreglar el desastre, a los vecinos de Lavadores no les sorprende el puñetazo en la mesa que han dado los jefes de atención primaria de Vigo. “Lo que me sorprende es que se hiciera tan tarde”, reflexiona José Fernández Piñeiro, de 66 años. “Tienen una barbaridad de gente y eso redunda en los pacientes. Pese a todo, el trato es correcto, quizás más tensionado, pero es normal”.
El Gobierno del popular Alberto Núñez Feijóo insiste en que no reemplaza a los facultativos ausentes por una causa ajena a sus competencias: el paro en la profesión este año es "cero". El gerente del área sanitaria viguesa, Félix Rubial, admite que Lavadores es un centro donde los médicos atienden a más de 1.500 usuarios cada uno, por encima de la media de la comarca (1.380). Pero subraya que ahora mismo hay tres médicos sin vacaciones, una circunstancia a la que atribuye el estallido de descontento. "En estos diez años ha habido grandes mejoras en atención primaria pero en el momento actual vivimos la tormenta perfecta", afirma en referencia a la falta de profesionales, al periodo vacacional y al aumento de patologías por el otoño. "Eso genera una sensación de agobio".
“No tienen médicos porque los han echado”, replica una de las doctoras del ambulatorio de Lavadores. “Están en Noruega, en Dinamarca, en la privada… ¿Qué esperaban? ¿Que se quedasen aquí esperando a que los llamasen para firmar un contrato de lunes a viernes y los despidiesen los fines de semana? Queremos contratos estables y dignos”.
En una repleta sala de espera de este centro de salud, los pacientes aguardan turno cabizbajos. Pero cuando se les pregunta si han notado cambios en la atención en esta década de crisis se lanzan a hablar. María Dolores Fernández, de 75 años, es gallega emigrada a Venezuela y pidió una cita para el psicólogo en mayo que le han dado para la primavera de 2019. No podrá ir porque en enero vuelve a su otro país: “Me voy con doble trauma. En Venezuela no tienen médicos pero aquí, donde se supone que todo funciona, tampoco”.
Mientras otras dos usuarias asienten, Miguel Ángel Rivero cuenta que en su caso han llegado a tardar una semana en darle una cita para una consulta telefónica con su médico: “Con los recortes esto ha quedado hecho un cristo. Y hemos protestado. En Vigo hubo una manifestación que no se podía ni andar y en el telexornal [el telediario de la televisión autonómica] lo pusieron al final, como si no fuera noticia”.
Como las enfermedades no esperan, a las puertas de las consultas de Lavadores llegan cada día unas 15 o 20 personas sin cita. No son urgencias vitales, explican los médicos, pero tienen que ser atendidas. En un barrio envejecido, en el que hace una década un doctor tenía unos pocos pacientes de más de 80 años y ahora tiene muchos que rebasan los 90, también son obligadas las visitas a domicilio. Para las nueve enfermeras es una tarea muy habitual, pero deben hacerla con su propio vehículo y correr con las multas si la falta de plazas y las prisas las empujan a aparcar de forma irregular. “Una compañera tuvo un accidente, su coche quedó siniestro total y tuvo que pagarlo todo ella”, se quejan estas trabajadoras.
Los centros de salud en Galicia han multiplicado durante estos años su trabajo asumiendo tareas que antes les correspondían a los hospitales. En Lavadores se hacen ahora, por ejemplo, citologías, más analíticas y ya no se dan citas directas con dermatología. Son los médicos y las enfermeras los que tienen que dedicar un tiempo a la semana a hacer fotos de posibles lesiones en la piel de sus pacientes para que el especialista del hospital valore si atiende o no a esa persona.
Esta labor de descarga de la actividad hospitalaria que han asumido los ambulatorios no ha traído consigo recursos suficientes. “Somos la hermanita pobre de la sanidad pública”, apunta un trabajador del centro sanitario de Lavadores. Mientras recortaba el gasto, el Gobierno de Feijóo reorganizó las áreas sanitarias unificando la gestión de la atención primaria y hospitalaria bajo el mando de las gerencias de estos últimos centros. Los ambulatorios han perdido así, señalan los médicos de familia y las organizaciones de defensa de la sanidad pública, capacidad de decisión sobre el reparto de fondos. De la menguante tarta presupuestaria se están quedando con las “migajas”, lamentan.
“Queda muy bonito tener un buen aparato en un hospital y es verdad que está muy bien estar a la vanguardia. Pero yo necesito un otoscopio y llevo dos meses esperando”, expone una de las facultativas de Lavadores, un centro de salud en el que los médicos hacen cola para poder hacerse con un MAPA, un aparato que monitoriza la presión arterial día y noche y es fundamental para decidir las pautas de medicación de los pacientes. Desde la gerencia, aseguran que se han invertido en los últimos cuatro años 15 millones de euros en reformas en los ambulatorios de la comarca de Vigo, aunque Lavadores no ha sido uno de los afortunados, y se han levantado cuatro nuevos centros. "Tenemos una tasa de médicos de familia por encima de la media española", apunta Rubial. "Atienden a una población envejecida, sí, pero también menguante".
Los 22 jefes de servicio que han dimitido en Vigo de sus cargos esta semana para “no ser cómplices” de una sobrecarga que consideran “insostenible” son profesionales veteranos y respetados. Desde la gerencia del área sanitaria de Vigo, Rubial les pide “diálogo” para salir de un atolladero que, insiste, ha sido provocado por la falta absoluta de médicos con la que se han topado por primera vez este año. “Los profesionales tienen razón en manifestar su agobio y tienen que ser parte de la solución”, sostiene. “Estamos en un momento sin precedentes por la ausencia absoluta de sustitutos y nos va a obligar a evolucionar el modelo [de atención primaria] y a tomar determinadas medidas que tienen que ser pactadas. Es imprescindible que las personas que tienen mayor conocimiento, mayor experiencia y mayor trayectoria se mantengan en el barco y no se tiren por la borda”.
Con esta presión asistencial queda poco tiempo para los programas de prevención y los profesionales sanitarios de Lavadores están convencidos de que este abandono “se pagará en el futuro”. A la vuelta de la esquina, advierten, están también las jubilaciones de muchos médicos de familia por el envejecimiento de la plantilla, un fenómeno que se ha acelerado porque los más veteranos ya no aguantan la sobrecarga de trabajo.
La privada aprovecha el destrozo
En el área de Vigo la sanidad privada tiene un peso importante. El hospital Povisa, propiedad del empresario naviero José Silveira, está integrado en la red pública y a la cabeza de las listas de espera. Miguel Ángel Rivero cuenta en una de las salas de espera de Lavadores que él llegó a ir a una consulta de cirugía vascular con las pruebas pagadas de su bolsillo en una clínica privada para ahorrar tiempo.
Los médicos de este centro también han percibido un aumento de pacientes que llegan a recoger medicación de operaciones realizadas en la privada, adonde son derivados por la Xunta cuando rebasan ciertos plazos. En estos años se ha puesto en manos de empresas privadas el servicio de mantenimiento y el suministro de material. “Todo se ha ralentizado”, lamentan en Lavadores.
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