Una vacuna para la equidad
El inicio de la vacunación a gran escala en Malawi es una prueba palpable del papel de la ciencia y la tecnología en el desarrollo de los países más desfavorecidos
Parece el signo de nuestros tiempos el que perdamos de vista del debate público algunas de las grandes cuestiones que afectan a la humanidad y que determinan su futuro: la desigualdad, las enfermedades que afectan desproporcionadamente a los sectores más pobres de nuestra sociedad mundial, y el papel del conocimiento para revertir situaciones inadmisibles. La malaria supone un paradigma de esta realidad. A pesar de que mata todavía a más de 400 mil personas y causa 200 millones de casos cada año, a esta enfermedad parasitaria le rodea un ruidoso silencio.
Sin embargo, hoy, en vísperas de la celebración del Día Mundial de la Malaria, hay buenas noticias. Por primera vez una vacuna parcialmente eficaz contra esta enfermedad comenzó ayer a desplegarse en Malawi, y en los próximos días se desplegará también en Kenia y Ghana. Esta vacuna, conocida como RTS,S, no será la solución definitiva, pero tiene el potencial de salvar miles de vidas y, por ende, contribuirá al desarrollo económico y social de algunas de las zonas más desfavorecidas del planeta.
Para que la RTS,S esté hoy disponible para los niños africanos, quedan atrás más de 30 años de trabajo en los que España ha jugado un papel muy relevante. Sin ir más lejos, el Centro de Investigación en Salud de Manhiça (CISM) en Mozambique, donde se realizaron las primeras ‘pruebas de concepto’ de la eficacia de esta vacuna y que abrieron las puertas a su desarrollo posterior, fue creado gracias al apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID), que después de 20 años sigue apoyándolo.
Los estudios clínicos de la RTS,S en Manhiça son un ejemplo de colaboración entre investigadores de Mozambique y España, concretamente del Hospital Clínic de Barcelona y de la Universidad de Barcelona, precursores del actual Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), un centro que apuesta justamente por que el conocimiento científico contribuya a resolver los problemas de salud más graves del mundo y que, al igual que el CISM, ha sido apoyado por la Fundación Bancaria “la Caixa”.
El despliegue de la vacuna RTS,S a gran escala permitirá entender la efectividad de la vacuna RTS,S cuando sea administrada como parte de los servicios de salud de rutina en los países africanos. Los ensayos clínicos ya han demostrado que previene 4 de cada 10 casos de malaria, y 3 de cada 10 casos en su versión más grave. El objetivo ahora es entender si estos resultados pueden extrapolarse a las condiciones “reales” de implementación. La RTS,S resultará especialmente relevante para proteger a los niños que viven en contextos más desfavorecidos y que, por lo tanto, tienen menos acceso a los servicios sanitarios. Será, pues, una aportación más de la ciencia a la tan anhelada equidad que, en términos de salud, significa que todos debemos tener acceso a los servicios que necesitemos, independientemente de nuestro origen y condiciones socioeconómicas.
Hace algunas décadas la malaria campaba por igual en la mayor parte del mundo. Se extendía por los así llamados países occidentales y no hacía distinciones entre sus víctimas. Hoy por hoy, sin embargo, se trata de una enfermedad de la pobreza: endémica de los países menos desarrollados, se ceba particularmente con sus habitantes más pobres y dificulta que todos -personas y sociedades-, dejen atrás el subdesarrollo. Tan sólo hace unos días, la noticia de la desafortunada muerte por malaria de un marinero que viajaba a borde del buque Juan Sebastián Elcano y que no fue diagnosticado ni tratado adecuadamente, nos ha recordado la descorazonadora realidad de los miles de niños africanos que mueren de malaria por no tener acceso a los medicamentos ni a las medidas preventivas que podrían haberlos salvado.
El inicio de la vacunación a gran escala en Malawi es una prueba palpable del papel de la ciencia y la tecnología en el desarrollo de los países más desfavorecidos. Al mismo tiempo, nos recuerda que, si bien éste es un paso de gigante, quedan todavía muchos por dar. La sociedad española, como sociedad de un país comparativamente rico y culto, está emplazada a ejercer su responsabilidad global para con quienes más lo necesitan.
Pedro Alonso es director del Programa Mundial de Malaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
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