He salido mucho
Una cosa llevó a la otra y dediqué toda la mañana a limpiar preciadas prendas, accesorios. Recuerdos
Limpié la bisutería como si fuera a salir. Ya padecí un amago el día anterior, durante el vermú-videoconferencia con Ana, Víctor, David y Edu. Estrené para ellos un collar adquirido en mi vida anterior, a la salida del urólogo, premiándome por el mal rato transcurrido para un buen fin. No me dio tiempo a lucirlo. Lo pensé mientras le sacaba lustre. Una cosa llevó a la otra y este viernes toda la mañana la dediqué a limpiar preciadas prendas, accesorios. Recuerdos.
Un espejo de la casi desaparecida ciudad siria de Alepo, en donde los mercaderes de la antigua unión soviética y los locales, con sus esposas de cardada pelambrera y pesadas joyas, ocupaban el restaurante del hotel Martini, en la ciudad vieja. Cómo estará, dónde estaréis. Delante del espejo, con su marco de rafia trenzada y su mercurio ciego (lo compré en una galería, frente a la Ciudadela: me han dicho que ya no existe), una bandeja con collares. Damasco (el precioso zoco con sus columnas romanas, la fuente, la mezquita Omeya), el mercado artesanal, la calle de las papelerías. Collares de Estambul, mucho antes de Erdogan, en tiempos en que La pasión turca triunfaba entre nosotros, precisamente con Ana. Mejillones ensartados como guirnaldas y sardinas plateadas, brillantes, en el puente Gálata. Musicales collares de Beirut, comprados en un local que da al Mediterráneo: a un lado, mujeres en topless que no podían ser vistas; al otro, un expresidente y 22 personas, reventados por los fanáticos.
No voy a salir, de momento. He salido mucho.
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