“Sin turistas, ¿qué normalidad va a haber?”: La Gomera, El Hierro y La Graciosa se preparan para la fase uno
La Gomera, El Hierro y La Graciosa se preparan para la primera fase de la desescalada sin ninguna confianza en la recuperación de la actividad
La inquietud es el único denominador común entre los gomeros que celebran con la boca pequeña esta entrada en la primera fase del desconfinamiento. Alfonso Blanco ultima cómo disponer las sillas en la terraza de la cafetería que regenta en San Sebastián de La Gomera, la capital de la isla. Mari Carmen Ruiz lleva dos días limpiando el polvo y reemplazando la ropa de invierno por vestidos playeros y camisetas de verano. Ramón Arteaga ni se plantea reabrir su hotel. Ana Belén Hernández dedica horas a subir fotos de la mercancía de su tienda de decoración para colgarla en una web de venta online del Ayuntamiento. Si bien este lunes se permitirá la reapertura de pequeños comercios y terrazas con un aforo del 50% en La Gomera, El Hierro y La Graciosa, muchos vecinos se preguntan para qué abrir. “Sin turistas, ¿qué normalidad va a haber?”, repiten.
“No nos vale solo con poder juntarnos otra vez”, lamenta Arteaga sentado en la recepción de su hotel vacío. “Necesitamos un impulso porque, nos guste o no, las islas vivimos del turismo”, añade. Hace días que viene al hotel solo si es imprescindible. Ver vacías las 68 habitaciones de su negocio familiar y reparar los aparatos que empiezan a estropearse por la falta de uso no es fácil. Sonríe apenado cuando le preguntan por fechas de reapertura. "Mayo seguro que no. Y junio…”. Vuelve a encogerse de hombros.
Cerca del 60% del PIB canario viene directamente del sector servicios. La Gomera –de apenas 22.000 habitantes– recibió el año pasado cerca de 700.000 turistas, según datos del Cabildo insular. Su presidente, Casimiro Curbelo, reconoce los estragos económicos que va a causar la pandemia, pero asegura que ha habilitado 5,2 millones para sanar el tejido empresarial y ayudar a las familias más desfavorecidas. Y centra su preocupación en la emergencia sanitaria. “Lo más importante es aislar la isla”, reitera. Por eso garantiza que el aeropuerto insular seguirá cerrado y que continuará la frecuencia de barcos actual: dos al día.
La prioridad del presidente del Cabildo de El Hierro, Alpidio Armas, es convertir la isla en un “destino turístico covid-free”. Y para ello, dice, hacen falta test. El Servicio Canario de Salud realizó 68.019 pruebas PCR en las ocho islas, que hasta este sábado sumaron 2.212 contagios acumulados y 140 fallecidos por coronavirus. Armas cree que son insuficientes. “Lo ideal sería que en el puerto se habilitaran pruebas fiables para demostrar que los que llegan, están sanos”.
Controles de temperatura
Sin embargo, las muestras recogidas en la isla son enviadas a Tenerife para su valoración. Un trayecto que encarece y ralentiza más aún el diagnóstico. “Estamos estudiando cómo poder realizarlos aquí”. Actualmente, los únicos controles en el puerto son de temperatura y administrativos.
A Berto Mora le preocupa qué será de toda la mercancía que compraron pensando en los próximos festivos en El Hierro. “El Magma Bike, Semana Santa, el puente de mayo...”. En su almacén, más de 50 cajas de cerveza y refrescos y decenas de litros de leche se acercan a la fecha de caducidad. Unas pérdidas que el herreño estima en 3.000 euros. “Compramos todo antes porque aquí los proveedores vienen una vez a la semana y esperábamos recibir miles de turistas”, lamenta. Actualmente, tira de sus ahorros para mantener a sus cuatro hijos de entre seis y 20 años. Un lamento similar al de Juana Toledo. Es dueña de uno de los pocos restaurantes de La Graciosa (700 habitantes) y no abrirá su bar a orillas del mar: “No nos compensa”, explica. Los demás negocios tampoco lo harán. “La única actividad que se va a recuperar aquí es la social”, añade.
En las calles de La Gomera nadie habla de otra cosa. Los vecinos se saludan con la cabeza evitando la inercia canaria de la cercanía. Un grupo de ancianos se agrupa bajo un flamboyán a punto de florecer a contar quién se ha saltado la cuarentena y a quién vieron toser. Conversan alto, como si al metro medio ya asumido, se perdiera el sonido. Las mascarillas tampoco ayudan. Así que algunos se las recolocan en la barbilla dejando libres boca y nariz. “Es lo que hay, mi niño. Toca portarse bien y acostumbrarse”, dicen resignados protegiéndose del sol que ya se parece al de verano.
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