El día en que Johnson perdió el pulso de los británicos
El plan de desescalada del Gobierno del Reino Unido confunde e irrita a la población
Boris Johnson siempre tuvo la habilidad política de saber nivelar su discurso con el carácter de los británicos y decirles lo que querían escuchar. O al menos, arrancarles una sonrisa. Hasta ahora. El plan presentado este lunes para comenzar a recuperar la normalidad arrebatada al país por la crisis del coronavirus, bautizado con cierta pomposidad como "Nuestro Plan para la Reconstrucción: La Estrategia del Gobierno del Reino Unido para la Recuperación tras la covid-19”, ha generado confusión y enfado entre ciudadanos, empresarios y los Ejecutivos autónomos de Escocia, Gales e Irlanda del Norte.
Las nuevas medidas anunciadas por Johnson no se “imponen”, se “sugieren o aconsejan”. El plan hace énfasis en la idea defendida durante dos meses de “quedarse en casa”, pero a la vez anima a los británicos a comenzar a incorporarse a sus oficinas y fábricas si el teletrabajo es imposible. Anuncia la reanudación de algunos cursos escolares, “solo si las condiciones lo permiten”, y sugiere que los ciudadanos caminen o vayan en bicicleta, pero a la vez anuncia nuevas reglas de distanciamiento social para el uso de trenes, autobuses o metro.
“Todos entendemos perfectamente la tarea conjunta que nos hemos propuesto. Confío en el buen y sólido sentido común de los británicos”, ha respondido Johnson al líder de la oposición, el laborista Keir Starmer, en la Cámara de los Comunes. Su rival político le había achicharrado a preguntas, con precisión casi quirúrgica, para demostrar que el plan del Gobierno carecía de claridad y había dejado llenos de dudas a muchos británicos. “Lo que necesita el país en estos momentos es claridad y seguridad, y hasta ahora ambas han brillado por su ausencia”, decía Starmer.
El Gobierno había anunciado durante el fin de semana que presentaría este lunes un documento de 60 páginas con los detalles de la estrategia de salida de la crisis. El texto ha ofrecido algunas pistas, pero retrasa a futuras regulaciones las respuestas concretas que la ciudadanía reclama.
En una primera fase, que comenzaría este mismo miércoles, se anima a acudir al trabajo a quienes no puedan cumplir sus obligaciones desde casa. Fundamentalmente, en los sectores de la construcción, manufacturas, logística, distribución e investigación científica. Los centros de trabajo deberán seguir una serie de reglas de seguridad que, a media tarde de este lunes, no se habían publicado todavía. “Si la gente se siente obligada a trabajar en condiciones poco seguras, deberá denunciarlo de inmediato”, incidía Johnson en rueda de prensa a última hora de la tarde.
Los británicos ya no se verán limitados a una sola salida diaria para hacer ejercicio. Podrán hacerlo todas las veces que lo consideren necesario, y eso incluye correr, ir en bicicleta, pasear, tomar el sol o hacer algún tipo de deporte de dos en dos, y con la debida distancia social. El Gobierno anima ahora a todos los ciudadanos a usar mascarilla en sitios cerrados, “pero no estamos obligando a nadie”, insistía Johnson. Y finalmente, se permite a los británicos desplazarse libremente a espacios abiertos, sin restricción de distancias, pero a la vez se conmina a seguir las normas de otros territorios como Escocia o Gales, donde permanece en vigor la orden de permanecer en casa.
En una segunda fase, a partir del 1 de junio, el Gobierno británico plantea el regreso a las aulas de los alumnos de primaria, en grupos reducidos, y aventura “algún contacto cara a cara entre profesores y alumnos” para los estudiantes de secundaria de los últimos cursos antes de que el año escolar se dé por concluido. Algunos comercios podrán reabrir en esta fase, sujetos a las medidas de seguridad que establezca el Ejecutivo. Las actividades deportivas profesionales se reanudarán, a puerta cerrada. Y se permitirá el contacto entre dos núcleos familiares de la misma familia, dentro de lo que el Gobierno denomina un “sistema de burbujas” similar al aplicado en Nueva Zelanda, en el que cada hogar representaría una burbuja. No sería hasta el 4 de julio “como muy pronto”, ya en la fase 3, cuando restaurantes, hoteles o pubs podrían atender de nuevo a sus clientes.
El documento confirma la decisión anticipada por Johnson el domingo de imponer cuarentena, en un futuro próximo aún no especificado, a los viajeros que lleguen al Reino Unido. “Todas aquellas llegadas internacionales no incluidas en una breve lista de excepciones (Londres y París, por ejemplo, acordaron libertad recíproca de movimiento) deberán aislarse durante 14 días a su llegada al Reino Unido. Si no son capaces de demostrar el lugar donde pasarán la cuarentena, deberán hacerlo en las instalaciones preparadas por el Gobierno”.
“Confiamos en que se produzca un avance definitivo [para poner fin a la amenaza del coronavirus], pero tener esperanza no puede ser nuestro plan”, ha explicado Johnson en el prólogo del documento. “La vacuna puede tardar más de un año. En el peor escenario posible, puede que nunca se descubra una”. Esta vez el primer ministro no ha dejado el menor hueco a su habitual optimismo en el mensaje. Y a falta de optimismo, la ciudadanía le ha reclamado una claridad y una certidumbre que Johnson ha sido incapaz de ofrecer.
Información sobre el coronavirus
- Aquí puede seguir la última hora sobre la evolución de la pandemia
- Así evoluciona la curva del coronavirus en España y en cada autonomía
- Preguntas y respuestas sobre el coronavirus
- Guía de actuación ante la enfermedad
- En caso de tener síntomas, estos son los teléfonos que se han habilitado en cada comunidad
- Pinche aquí para suscribirse a la newsletter diaria sobre la pandemia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.