Científicos argentinos ensayan un tratamiento con plasma desde los primeros síntomas del coronavirus
El objetivo es aumentar los anticuerpos de personas de riesgo antes de que se agrave el cuadro de la enfermedad
Mientras el mundo espera ansioso que se desarrolle una vacuna para combatir la covid-19, Argentina estudiará los efectos de la administración de plasma de personas que han superado la enfermedad cuando se presentan los primeros síntomas de la misma y no solo en casos graves, como se hace hasta ahora. Esto supondría una importante esperanza de vida para los grupos de mayor riesgo, porque el 81,69% de los fallecidos en el país sudamericano es mayor de 60 años, de acuerdo a los últimos datos del Ministerio de Salud.
La técnica de plasma convaleciente consiste en aplicar anticuerpos generados por pacientes recuperados de la covid-19 en otros que no tienen defensas. La novedad científica del estudio argentino es que lo hace como medida preventiva, antes de que la infección se agudice. El objetivo principal es evitar el colapso de los pacientes mayores y frenar, también, su internación prolongada.
“El plasma aplicado el último día es como si en una casa entrara un ladrón, destrozara todo y lo atraparan después de eso. En cambio, si se le atrapa cuando está por entrar, se evita el resto. Eso es el plasma aplicado a las 48 horas de detectados los primeros síntomas. Si no funciona en estas condiciones, difícilmente funcionará en otras”, explica Fernando Polack, director del estudio y presidente de la Fundación Infant, que se dedica desde hace casi 20 años a investigar enfermedades respiratorias. Para este estudio cuenta con el apoyo financiero del Conicet (estatal) y fundaciones como la de Bill y Melinda Gates. El proyecto involucra a más de 500 personas entre profesionales de la salud y voluntarios que trabajan desde que comenzó la pandemia. “Es un estudio que una compañía farmacéutica pone en marcha en dos años y nosotros lo estamos haciendo en un mes”, agrega Polack.
La logística del proyecto requiere de mucha precisión. Se dirige a mayores de 65 años con morbilidades (hipertensión, diabetes, obesidad) y de 75 años sin morbilidad. Si un paciente da positivo de coronavirus, se lo invita a formar parte del estudio. Luego se le asigna en forma aleatoria al grupo placebo de control o al de infusión de plasma. Tanto médicos como pacientes no saben la distribución de los grupos, solo el laboratorio que se encarga de infundir plasma o placebo. El paciente queda internado para su seguimiento y si a los siete días presenta una mejoría se le pone en aislamiento en su casa. En caso contrario, se lo deja internado hasta que cumpla los 21 días del proceso de la enfermedad.
“Las ventajas del plasma frente a una droga nueva es que sabemos cómo usarlo, conocemos sus potenciales efectos y sabemos cómo tratarlos”, explica el Ricardo Valentini, jefe de Medicina del CEMIC, uno de los centros que forman parte del estudio y pionero en la aplicación de estos procedimientos. Durante la década de los setenta, Julio Maiztegui, epidemiólogo del CEMIC, desarrolló y mejoró la técnica de infusión de plasma convaleciente en enfermos de fiebre hemorrágica argentina. Los ensayos de Maiztegui redujeron la mortalidad de esta enfermedad viral del 30% al 3%. La técnica se aplicó durante las últimas epidemias de SARS-CoV-1, gripe aviar y gripe H1N1.
El desafío es conseguir donantes
El gran desafío de este estudio es conseguir donantes de plasma de personas recuperadas de la covid-19. Si bien los contagiados en Argentina ya suman casi 23.000, los donantes apenas alcanzan el 5% de esa cifra. Las campañas para donar plasma están a cargo de las instituciones participantes y no del Estado, que acompaña pero no tiene un rol activo en el estudio. La comunicación es personal o telefónica, desde los mismos centros de salud que los atienden. Las redes también difunden flyers de algunas campañas como las del CEMIC, Hospital Alemán y otras instituciones, pero se necesita más apoyo de comunicación.
“Cuando estaba en mi casa en aislamiento, vi en las redes la campaña del Hospital Alemán. No lo dudé ni un minuto. Sentí que fui una afortunada por la manera en que me recuperé y me pareció la mejor manera de agradecerlo”, dice Luisa Montenegro, una actriz de 21 años que en febrero se contagió del virus en Europa. Igual de rápida fue la respuesta de Fernando Demarchi, uno de los primeros contagiados dentro del país. Este gerente de recursos humanos, de 54 años, estuvo aislado durante 15 días, casi asintomático y lo que más le costó fue estar lejos de su familia. “Siempre doné sangre en mi vida, no tuve dudas en hacerlo. Con el alta definitiva, me fui al centro de hematología y ya doné tres veces”, explica.
Los médicos contagiados son los que comprenden más rápido la importancia de este estudio. Es el caso de Laura Figueras, médica infectóloga, que ya donó dos veces. Se contagió la enfermedad en su trabajo, se autodiagnosticó cuando percibió los primeros síntomas y se fue a internar sola. “El momento de despedirme de mi marido y mi hija fue terrible. Ellos quedaron 14 días encerrados en casa, pero no se contagiaron”, aclara. También Florencia Schiliro, médica de familia, no dudó en donar su plasma al recuperarse, pero la enfermedad la dejó muy golpeada psicológicamente. “Quedás bastante dañado con eso de pensar que enfermás a la gente sin sentir nada. Cambió mucho la forma en que trabajamos en el hospital, cómo nos saludamos y cómo nos vinculamos con el paciente”, dice.
Un proceso sencillo
La donación de plasma es un proceso de una hora, muy sencillo, que requiere estar recuperado de la covid-19. “Es igual que la donación de sangre, pero luego de extraer el plasma devolvemos al cuerpo los glóbulos rojos. Eso evita que el paciente se sienta débil al finalizar el proceso”, explica Valentini.
Los resultados de este estudio estarán en dos o tres meses. Si resulta exitoso, la segunda parte de la investigación será simplificar la transfusión de plasma, un proceso que hoy dura casi cuatro horas. Los pacientes recibirán en cambio una inyección intramuscular de 5 ml de plasma concentrado en gammaglobulina, procesada en un laboratorio de la Universidad de Córdoba. “La pandemia va a pasar con o sin nosotros. Hay mucha gente inteligente viendo cómo resolver esto y nadie es indispensable. Lo que hay que rescatar en medio de esto es el gran trabajo colectivo que estamos haciendo”, dice Fernando Polack.
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