Los mensajes contradictorios dificultan el control de la pandemia
Los expertos alertan de que los rifirrafes entre los gestores de la crisis minan la confianza de la ciudadanía
Los mensajes claros y bien estructurados son clave en cualquier comunicación de crisis, y aún más en una gravísima crisis sanitaria como la que ha provocado el coronavirus. Los expertos en salud pública y en sociología alertan de que mensajes contradictorios de las autoridades como los que hemos escuchado los últimos días en relación a Madrid minan la confianza de los ciudadanos y pueden ser muy perjudiciales para trabajar como sociedad en el control de la epidemia.
“Las contradicciones entre niveles administrativos y la falta de acuerdo y coherencia en las medidas tienen un impacto muy negativo en la adherencia de la población a las medidas preventivas”, explica José Miguel Carrasco, vocal de la Sociedad Española de Epidemiología e investigador de APLICA. Pone el ejemplo de que en los barrios no confinados hasta ahora en Madrid los vecinos podrían seguir menos las restricciones a la movilidad por dar mayor credibilidad a quien defiende que el umbral para actuar debería ser más alto (1.000 casos por 100.000 habitantes) que el impuesto (500). “En un momento en el que toda la población debería interiorizar el alcance de la situación que estamos viviendo e integrar en su cotidianeidad la necesidad de seguir las medidas preventivas, las contradicciones y las faltas de acuerdo deberían ser las menos posibles”, reclama.
Los políticos, recuerda el sociólogo Josep Lobera, “de alguna manera descodifican realidades complejas para la gente que tiene confianza en ellos”. Es decir, si el ciudadano no tiene a su alcance toda la información disponible y además se trata de cuestiones que entrañan cierta dificultad, tiende a mirar hacia personas que les inspiran seguridad. Los españoles han visto a la vez al Ministerio de Sanidad diciendo que la epidemia está descontrolada en Madrid y que hay que actuar con determinación –"vamos tarde", llegó a decir el ministro Salvador Illa- y al Gobierno regional asegurando que está todo bajo control y que la ocupación de los hospitales mejora. “Si confías en la presidenta madrileña, vas a interpretar la realidad conforme a lo que ella está describiendo, y eso va a afectar a tu comportamiento”, explica Lobera.
Es complicado medir el impacto en el grado de cumplimiento de las recomendaciones, señala Fernando Rodríguez Artalejo, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad Autónoma de Madrid. Pero afirma: “Las contradicciones en los mensajes son indeseables, porque sugieren que tienen un componente de arbitrariedad, y reducen su credibilidad”. “Si la población percibe falta de control, de que no se sabe bien qué es lo bueno y qué no, solo va a cumplir para evitar sanciones”, añade el epidemiólogo Jesús Molina Cabrillana.
Lobera asegura que las ciencias sociales hace años que tienen evidencias de que ante cuestiones complejas, sobre todo de ciencia y tecnología, los ciudadanos utilizamos lo que se conoce como atajos de confianza, especialmente creyendo a políticos en los que confiamos o a los que votamos. Una investigación reciente examinó datos de tuits sobre vacunas del presidente estadounidense, Donald Trump, que muestran la influencia de esos mensajes en el rechazo a las vacunas entre sus votantes. Y ve un problema a futuro: “Si la presidenta madrileña contradice al Gobierno, que es el que luego nos va a dar recomendaciones de las vacunas, una persona que confíe en ella creerá que el Gobierno se equivoca en el diagnóstico de la situación y en las medidas a adoptar”. Y eso, de rebote, “va a erosionar la confianza que esa misma persona va a tener cuando el Gobierno diga ‘ahora hay que vacunarse' o cualquier otra cosa referida a la pandemia”.
El politólogo Ivan Krastev, autor del ensayo ¿Ya es mañana? Cómo la pandemia cambiará el mundo, asegura que el éxito en la gestión de la pandemia ha dependido de factores como la confianza social, la experiencia en crisis sanitarias y la fortaleza de los servicios públicos, y no tanto de si los gestores han sido regímenes democráticos o autoritarios. Y señala que donde hay más división política se discute más la respuesta. En esos países, entre los que encuadra a España, la polarización se ha hecho más profunda: la gente “apoya más o menos la gestión de la crisis según hayan votado al Gobierno o a la oposición”.
Para César Calderón, experto en comunicación política, en la pandemia hay mucha gente que ya ha elegido bando y “se fía a pies juntillas del bando elegido”. Eso ocurre con los más politizados. El resto, dice, “no sabe a quién creer”. La primera víctima de esta guerra es el ciudadano, pero la segunda es la propia política, asegura. “La credibilidad está por los suelos y los grandes beneficiarios son los que se sitúan fuera del consenso constitucional, los que no proponen nada y su papel consiste solo en criticar. Los políticos tienen que reflexionar y darse cuenta de que abren avenidas para que calen los mensajes de los partidos nacionalpopulistas”, añade.
Los expertos coinciden en cómo deben ser los mensajes en una crisis de salud pública como esta. Carrasco los define así: “Honestos, transparentes y fieles a la realidad, pero también claros, sencillos y comprensibles”. Y apunta a que es muy importante mantener la credibilidad a lo largo de la evolución de la crisis, “especialmente cuando el cansancio acumulado de la población es especialmente alto”. Como ahora, que se pide a la población “un nuevo esfuerzo para seguir recomendaciones que les van a generar molestias en mayor o menor medida”: limitación de movimientos y actividad, reducción de interacciones sociales, etcétera. Los mensajes discordantes de las autoridades políticas, que son quienes gestionan la crisis, tienen otra derivada también peligrosa, apunta Carrasco: “También ponen en juego la credibilidad de quien genera el conocimiento necesario para gestionar la crisis, la ciencia, puesto que se aportan visiones diferentes de un problema sustentado con los mismos datos”.
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