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La crisis del coronavirus
Tribuna
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Vacunas anticoronavirus, ¿mercado ordenado o salvaje?

La legislación del monopolio de patentes hace inasequibles los medicamentos a quienes no tienen capacidad de pago. La cooperación internacional es la clave. O se supera la pandemia en todo el mundo o no se supera

Trabajador de un laboratorio en la provincia de Buenos Aires (Argentina) trabajan en la producción de la vacuna experimental de AstraZeneca.
Trabajador de un laboratorio en la provincia de Buenos Aires (Argentina) trabajan en la producción de la vacuna experimental de AstraZeneca.EFE

La industria de las vacunas es compleja y el libre mercado no garantiza que se descubrirán y fabricarán las que nos hacen falta, ni que se pondrán a disposición de todos. Los efectos externos en su investigación y consumo, los riesgos por contaminaciones y variaciones de calidad y la responsabilidad de los fabricantes por daños, así como las economías de escala plantean problemas agudos de incentivos y concentración industrial que dibujan un mercado con fallos, alejado del modelo competitivo. Por ello es indispensable la intervención estatal. Para estimular la investigación “empujando la oferta” con subvenciones y patentes y “tirando de la demanda”, con campañas de vacunación, obligaciones legales de vacunar y prohibiciones de escolarizar niños sin inmunizar. Pero la covid-19 exige ir mucho más allá, requiere una intervención pública a nivel mundial.

La investigación y el desarrollo de vacunas presentan alto riesgo científico, tecnológico y regulatorio. Por eso es esencial mantener los incentivos y desarrollar gran diversidad de proyectos, que multiplican las probabilidades de éxito, avivan la competencia y facilitarán satisfacer la enorme demanda previsible y la adaptación a los diferentes perfiles de personas. El 3 de septiembre había 321 proyectos en marcha, de ellos 33 en fase de investigación clínica, que usan nueve tecnologías, algunas muy novedosas. El 66% de los proyectos son desarrollados por empresas privadas, entre ellas siete grandes multinacionales farmacéuticas, pero la mayoría son de pequeñas empresas biotecnológicas. El resto es desarrollado por centros públicos, académicos y algunas ONGs. Un tercio de los proyectos son estadounidenses.

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Fabricar vacunas también es complicado. Requiere alta tecnología, equipamiento y métodos específicos para cada producto y plantas complejas, incluso más costosas que investigar la vacuna. Además necesitamos miles de millones de dosis. Las pequeñas empresas biotech y los centros públicos no tienen capacidad y dependen de acuerdos con los grandes fabricantes de EE UU, China, India y Europa. Pero economías de escala y riesgos limitaron la producción global, que ya estaba ocupada por las vacunas precedentes. La urgencia y la escala de la pandemia covid-19 han exigido construir nuevas plantas. Incluso “fabricar a riesgo”, es decir, producir las nuevas vacunas antes de concluir los estudios, aunque fracasen y no lleguen a utilizarse nunca.

La gran pregunta es si en esta ocasión dramática -5.000 vidas al día se cobra la covid-19- tenemos que sufrir un mercado con la dinámica selvática del pasado, o bien somos capaces de ordenar un mercado eficiente y equitativo a escala global, basado en una cooperación internacional verdaderamente humana. ¿La carrera por la vacuna está movida por el interés privado más estrecho, y tendrá un ganador monopolista protegido por derechos de exclusiva frente a demandantes pujando precios muy altos por el suministro que vitalmente necesitan? ¿Quedará limitado el número de vacunados y, por tanto, la victoria sobre el virus? ¿O bien, asistimos a un esfuerzo de cooperación internacional por organizar y potenciar la investigación, la fabricación y la distribución con la mayor eficiencia y rapidez y atendiendo a criterios de justicia mundial?

Esta última alternativa abre una dimensión política emocionante. Si prospera, significaría que, ante la magnitud de la pandemia y la catástrofe económica, la humanidad es capaz de poner en marcha un esbozo de gobierno mundial. Ciertamente, la cooperación internacional es el asunto básico.

Incentivos a la inversión, sí, equidad también

El mercado sin regular no ofrece incentivos suficientes para garantizar la innovación óptima. Para remediarlo la legislación del monopolio de patentes levanta expectativas de altos beneficios que esperamos incentiven la investigación de un flujo de innovaciones futuras (eficiencia dinámica). Pero a corto plazo carga altos precios (ineficiencia estática) y hace inasequibles los medicamentos a quienes no tienen capacidad de pago. Ante la vacuna contra la covid-19, el conflicto no puede ser mayor: necesitamos los incentivos a innovar, fabricar y remunerar la inversión, pero un mercado mundial ordenado, no sólo eficiente, sino también equitativo, debe hacerla accesible, a todos los países y personas que la necesiten y con la mayor prontitud.

Afortunadamente disponemos de mecanismos ya probados que resuelven o atenúan mucho el dilema. Los más importantes, del estilo “tirón de la demanda”, y capaces de crear un mercado ordenado, son los Compromisos Anticipados de Mercado ideados por el premio Nobel de Economía Kremer en 2000, con el pensamiento puesto en los países en desarrollo y las “enfermedades tropicales” . En esencia, se trata de un precontrato de opción de compra, que no queda al arbitrio del optante, sino que sujeta la compraventa a una condición suspensiva obligatoria: que tenga éxito el desarrollo de la vacuna. Si se logra, el innovador/vendedor se obliga a vender y el comprador a adquirir a los precios, en las cantidades y con las características técnicas preestablecidas en detalle en el precontrato.

Las ventajas son claras. Desaparece por ambas partes “a priori” la incertidumbre comercial: el innovador/vendedor sabe que una demanda solvente le va a comprar el producto; el comprador, o sus beneficiarios, adquieren el derecho a obtener la vacuna que tienen reservada en dichas condiciones. El dinero no se gasta si la vacuna no se consigue; el acuerdo obliga a enfocar los esfuerzos en el resultado; la selección de proyectos la hacen los investigadores y las empresas que son los que mejor los conocen; y pueden diseñarse de modo que las vacunas logradas sean las que precisan los más necesitados.

Estos acuerdos pueden servir también a la equidad si la financiación es aportada por estados o entidades donantes que designan como beneficiarios a los países en desarrollo o un consorcio de países desarrollados que proporcionan la financiación de forma cooperativa, como está haciendo la Unión Europea.

Para acelerar la investigación de las vacunas anticovid-19 ha sido importantísimo que, además del sólido diseño del contrato ideado por los economistas, ya tuviéramos experiencia práctica de su funcionamiento con éxito durante los últimos veinte años con frutos tan importantes como las vacunas del neumococo y el ébola promovidas por Gavi (Alianza Global por las Vacunas).

La Unión Europea ya ha firmado acuerdos de este tipo, que llama Acuerdos de Adquisición Anticipada (APA). Combinan un pago inicial (“empujón a la oferta”), que se considera parte del precio y es financiado con cargo al Emergency Support Instrument, con el compromiso de compra final efectivamente completada por los Estados Miembros con el pago del resto, cuando la vacuna esté lista. Ya tiene contratos firmados con AstraZeneca-Universidad de Oxford (300 millones. de dosis más opción por otros 100 millones) y Sanofi-GSK (300 millones de dosis) y negocia otros con Johnson& Johnson; CureVAc, Moderna y BioNTech-Pfizer, hasta asegurarse seis vacunas diferentes. Estos contratos se complementan con un Acuerdo entre la Comisión Europea y los Estados Miembros (de 20 de julio el español, BOE del 5 de agosto), que les abre la posibilidad de adquirir las vacunas en los términos del precontrato APA. Las condiciones económicas no se han revelado, aunque la Comisión se ha comprometido a que el precio refleje una estimación transparente de los costes de producción. Se dice que el precio de la vacuna de AZ será de 3 euros por dosis.

Los españoles podemos estar bastante tranquilos y satisfechos de nuestra pertenencia a la UE, que nos ha puesto en las mejores condiciones para acceder a las vacunas.

La cooperación internacional es la clave para que las vacunas lleguen con justicia a todo el mundo, incluidos los países de bajos y medianos ingresos. Para lograrlo la Fundación Gates estima necesarios 74.000 millones de dólares. El Banco Mundial va a facilitar financiación por 12.000 millones de dólares. La OMS lidera el programa Acceso Acelerado a las Herramientas contra la covid-19 (ACT Accelerator), que ya ha conseguido 3.000 millones de dólares, pero que necesita otros 35.000 millones para análisis diagnósticos, medicamentos, vacunas y refuerzo de los sistemas sanitarios. Se estima que esta inversión se recuperaría en tres días, una vez restauradas la movilidad y el comercio mundial. En este marco, la Comisión Europea lanzó su respuesta global contra el coronavirus, que ha conseguido compromisos por casi 16.000 millones de euros. Trump no ha querido que los EE UU formen parte. España participa en el consejo promotor del ACT-Accelerator. En los acuerdos con los Estados miembros sobre sus APA la Comisión se ha comprometido a que en sus negociaciones con la industria farmacéutica las vacunas se consideren bien público mundial, en favor de los países en desarrollo, pero esta declaración se ha de concretar en compromisos financieros.

COVAX, es el subprograma que fomenta la investigación, la fabricación y la compra y suministro de 2.000 millones de dosis de vacunas para fines de 2021. Incluye 168 países y nueve productos y es liderado por la propia OMS, CEPI (Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias) y Gavi. La Unión Europea ha contribuido 400 millones de euros y España con 125. Gavi también ha puesto en marcha acuerdos anticipados de mercado por 2.000 millones de dólares para comprar 20 millones de dosis. Hay que subrayar la participación en estos esfuerzos de entidades públicas, privadas, filantrópicas y de la sociedad civil.

Vemos que es posible un mercado ordenado de vacunas contra el SARS-Cov-2 orientado a la eficiencia y la equidad global. Pero los países ricos, al margen de la defección lamentable de los EE UU, no tienen que atrincherase en sus acuerdos anticipados de mercado y deben aportar muchos más fondos para financiarlo. Sin duda, España todavía debe contribuir más, especialmente el sector privado y la sociedad civil. Aunque sólo sea por egoísmo. Como dice la presidenta de la Comisión, nadie estará seguro hasta que todos, en todo el mundo, estemos seguros. En los próximos meses sabremos cuál de las dos opciones, mercado salvaje o mercado ordenado globalmente con justicia, dominará nuestro futuro y el de toda la Humanidad.

Félix Lobo es catedrático emérito de la Universidad Carlos III de Madrid y Funcas.

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