Cómo frenar una ola distinta a todas las anteriores
Con la incidencia en los veinteañeros disparada hasta los 911 casos por 100.000 habitantes, los expertos insisten en cortar la transmisión entre ellos, tanto con medidas en ocio nocturno, como con comunicación y un exhaustivo rastreo
La quinta ola del coronavirus en España es distinta de las cuatro anteriores. Ha ascendido con una velocidad inusitada, pero mayoritariamente en un grupo de población muy concreto, las personas menores de 30 años, por dos razones principales: el tipo de socialización que ha llegado tras el fin de curso y un año y medio de restricciones, y las altas tasas de vacunación entre la población mayor. Con buena parte de los más vulnerables protegidos, las medidas tienen que incidir en las franjas de edad donde el virus se está extendiendo, coinciden los expertos consultados por EL PAÍS. En los veinteañeros la incidencia acumulada ha alcanzado este jueves los 911 casos por 100.000 habitantes en 14 días, tres veces más que la media nacional.
En todos los focos está el ocio nocturno. Tanto el reglado (bares o discotecas) como el más improvisado que se produce en botellones, fiestas y reuniones de todo tipo. Algunas comunidades autónomas ya están actuando ahí, ya sea limitando horarios, aforos o cerrando algunas actividades. La Valenciana quiere ir aún más lejos: ha solicitado a la justicia que le permita el toque de queda nocturno en los lugares con más incidencia. La medida puede ser eficaz para limitar la sociabilidad y la transmisión del virus, pero tiene poco apoyo: ni el Gobierno central, ni la mayoría de los autonómicos, ni tampoco la oposición, la han puesto sobre la mesa. Supone conculcar libertades fundamentales para las que en otros casos ha sido necesario el estado de alarma y, hoy por hoy, con la presión hospitalaria a niveles aún bajos (una ocupación del 2,35% de pacientes de covid en planta y un 6,55% en UCI), no estamos en ese escenario.
Los expertos en salud pública creen que una vigilancia del ocio nocturno es necesaria, ya sea en forma de cierres de discotecas, interiores, regulación de horarios o cierres nocturnos de parques y playas para evitar botellones. Pero no solamente. Inciden mucho en la comunicación. Lo sintetiza José Martínez Olmos, profesor en Escuela Andaluza de Salud Pública: “Hay que hacer un esfuerzo de pedagogía. No podemos pensar que los jóvenes no son sensibles a lo que pasa. Hay que buscar métodos para hacerles llegar el mensaje de cómo los contagios pueden afectar a su entorno, también en redes sociales, en los espacios donde se comunican, y conseguir empatizar con ellos”.
El riesgo de sufrir covid grave es menor a edades más bajas. La edad es el factor más claramente correlacionado con ingresos hospitalarios en UCI o con los fallecimientos. La estadística de anteriores olas, recogida por el Instituto de Salud Carlos III, dice que aproximadamente una de cada 100 personas de entre 10 y 30 años que se infecten requerirán hospitalización, uno de cada 2.000 necesitará cuidados intensivos y uno entre 15.000 fallecerá (las probabilidades son entre dos y cuatro veces más altas entre los veinteañeros que entre los adolescentes).
Aunque los porcentajes son pequeños, si la ola sigue creciendo de forma exponencial como ha venido sucediendo hasta ahora, se contarán decenas (si no cientos) de miles de casos, que conllevarán el número proporcional de ingresos y decesos. Además, crecerá la incidencia entre personas mayores en contacto con esta población, ya sean vacunados que no han logrado adquirir una completa inmunización o quienes todavía no han recibido las dos dosis (caso de cuatro de cada diez sexagenarios).
No prevén los epidemiólogos que la presión hospitalaria llegue a los niveles de otras olas ni que se vuelvan a colapsar las UCI, pero recuerdan que la atención primaria ya está completamente saturada y que las probabilidades de mutaciones que escapen a las vacunas crecen cuanto más circula el virus.
Estas cifras y razones arguyen los especialistas en salud pública para no dejar que el virus se expanda sin control, como ha vuelto a proponer el primer ministro británico, Boris Johnson, que pretende eliminar cualquier tipo de restricción a partir del 19 de julio, argumentando las altas tasas de vacunación (un 50% de la población británica tiene la pauta completa) y el bajo riesgo de los más jóvenes. Un grupo de científicos ha publicado este miércoles una carta en la revista The Lancet contra este postulado bajo el título La infección masiva no es una opción: tenemos que hacer más para proteger a nuestros jóvenes.
Uno de los firmantes es José María Martín Moreno, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia. Explica a EL PAÍS que cree necesario cerrar el ocio nocturno y restringir horarios, pero también que es clave seguir insistiendo en los grandes pilares no farmacológicos para frenar la propagación: testar, trazar los casos, aislar a los infectados y poner en cuarentena a sus contactos.
Por ahí parece ir la estrategia del Ministerio de Sanidad, que ha puesto a disposición de las comunidades autónomas cinco millones de test de antígenos y a los rastreadores del Ejército para cortar las cadenas de contagio entre jóvenes. El Gobierno ha descartado acciones conjuntas más allá de las que apliquen las comunidades en función de su situación epidemiológica. La ministra Carolina Darias se remite, entre otros, al documento de Actuaciones de respuesta coordinada para el control de la transmisión de covid-19, conocido como el semáforo de Sanidad, que recomienda medidas como cierre de interiores o del ocio nocturno en los niveles de riesgo más altos.
Según la última revisión de los indicadores, sin embargo, todas las comunidades estaban en riesgo bajo o muy bajo. Aunque la incidencia acumulada media en toda España ya se sitúa en niveles de alerta máxima (277 casos por 100.000 habitantes en 14 días), para establecer el riesgo hay que combinarlo con otras estadísticas, como la presión asistencial, que continúa en niveles bajos, aunque ha subido en la última semana.
Por eso, el abordaje tiene que ser en esta ola más concreto. Las medidas basadas en confinamientos poblacionales “serían ahora un disparate”, en palabras de Martín Moreno. Rafael M. Ortí Lucas, presidente de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSH), insiste en actuar donde están los reservorios del virus: “Sobre todo en el grupo de población afectado, en la franja horaria de tarde noche; pueden ser botellones, ocio nocturno, fiestas, puede ser tardeo en algunas ciudades. Ahí está habiendo transmisión. Y hay que cumplir las medidas que sabemos: distancia, barrera [mascarilla] si estamos en interior, ventilación. Lo tenemos más fácil ahora en verano. Si podemos conseguirlo a buenas, perfecto. Si no, habrá que utilizar medidas que han funcionado como el toque de queda o prohibir aglomeraciones. Si la cosa sigue así, no podemos renunciar a ellas”.
Adrián Hugo Aginagalde, también portavoz de la SEMPSH, tampoco descarta que haya que ser más contundentes si la incidencia sigue creciendo. Pero antes de que eso suceda propone impulsar programas de ocio responsable en la tarde noche: culturales, actividades al aire libre, deportivas, que ya se han usado como alternativas seguras a los estupefacientes en campañas para jóvenes. “No parece plausible que la incidencia vaya a disminuir con facilidad en las dos próximas semanas. Más allá es difícil predecir, pero sabemos que con medidas no farmacológicas se puede controlar una ola entre dos y cuatro semanas”, señala.
¿Tiene sentido priorizar la vacunación de los más jóvenes? En opinión de Aginagalde, no. “Hasta que tengan la pauta completa pasará demasiado tiempo y con la variante delta es prioritario completar la pauta de todo el que tenga una dosis, especialmente las personas de más edad”.
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