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La filosofía de hace dos milenios para afrontar los problemas del siglo XXI

Las ideas del estoicismo, que han inspirado las terapias psicológicas con mejor evidencia científica, han tomado impulso durante la pandemia para gestionar tiempos inciertos

Estoicismo
Areso+Quijano, con fotos de Getty Images
Pablo Linde

El estoicismo está de moda. La filosofía que comenzó a predicarse bajo un porche (stoa, pórtico en griego) en Atenas, hace 2.300 años, se ha convertido en una guía vital para mucha gente en pleno siglo XXI. En España, su auge despuntó hace unos cuatro años, cuando comenzaron a publicarse libros sobre el tema. Pero la pandemia y la incertidumbre que las noticias reflejan a diario le ha dado aún más impulso a una forma de ver la existencia que es la base de las terapias psicológicas con mejor evidencia científica, pero que también puede ser contraproducente si no se entiende bien.

En redes sociales es fácil encontrarse a personajes influyentes hablando sobre estoicismo, de forma directa (mencionando la filosofía) o indirecta (refiriéndose de la forma de afrontar la vida propia de este pensamiento). Y lo es también en el ámbito de la salud, tanto mental como física. El interés del fenómeno lo corrobora Google: la palabra estoicismo comenzó a crecer aproximadamente en 2019 como tendencia de búsqueda en español y ha alcanzado su techo este mismo agosto.

¿Qué busca una sociedad que poco tiene que ver con la Grecia antigua en las palabras que se pronunciaron y escribieron hace dos milenios? Para comprobar su vigencia, basta con rescatar algunas frases que parecieran estar pensadas para una ciudadanía que pierde más tiempo del necesario en las redes sociales: “Toma este momento. Sumérgete en sus detalles. Responde a esta persona, este desafío, esta acción. Deja las evasiones”; “es esencial que recuerdes que la atención que le des a cualquier acción debe ser proporcional a su valor”; “¿no sabes que un buen hombre no hace nada por las apariencias, sino por hacer lo correcto?”; “te descubriré un modo de provocar el amor sin filtro mágico, sin hierbas, sin ensalmos de hechicera: si quieres ser amado, ama”.

Las sentencias, de Séneca, Epicteto y Marco Aurelio, son solo un ejemplo de lo que predicaba esta filosofía, que, según escribe Massimo Pigliucci en su libro Cómo ser un estoico, tiene como uno de sus rasgos más distintivos su practicidad: “Se inició bajo la apariencia de —y siempre se lo ha comprendido así— una búsqueda de una vida feliz y con sentido”.

De las muchas enseñanzas de la filosofía estoica, y más allá de centrarse en el momento presente, seguramente las más significativas son estas que relata Pigliucci: “No se centra en suprimir u ocultar las emociones [como es a menudo malinterpretada]; más bien se trata de reconocerlas, reflexionar sobre lo que las provoca y redirigirlas para nuestro propio bien. También se trata de tener claro qué está y qué no está bajo nuestro control, centrando nuestros esfuerzos en lo primero y no malgastándolos en lo segundo [...]. El estoicismo es principalmente una filosofía del compromiso social que también anima a amar a toda la humanidad y a la naturaleza”.

Para Marcos Vázquez, uno de los divulgadores sobre salud más respetados en lengua castellana, una de las ideas más inspiradoras es el concepto de libertad: “En el mundo moderno tendemos a pensar que libertad es hacer lo que me parece, ir donde quiera, comer lo que me apetezca... Y eso es todo lo contrario, es ser esclavo de tus impulsos. Por eso hay mucha gente que come mal, esclava de la bollería, o que no hace deporte, esclava de la pereza. El estoicismo se basa en ser capaz de gobernarnos a nosotros mismos, tener disciplina y tratar de conseguir las cosas que nos importan”.

Cuando comenzó a escribir su libro Invicto, allá por 2018, Vázquez recuerda que casi no había ninguno traducido al español sobre la materia, mientras que ahora se encuentran cientos en las librerías. “Yo diría que la gente se da cuenta de que en una sociedad que va cada vez más rápido, donde nos controla un algoritmo, y donde cada vez tenemos más fuentes de distracción, hay quien encuentra en el estoicismo un punto de reflexión: ‘¿Qué es lo que realmente valoro en mi vida? ¿A qué cosas estoy prestando atención?’. Con la pandemia se acentuó, la gente se ha hecho más consciente de lo frágil que es la vida, muchos se agarraron al estoicismo, empezaron a leer sobre ello y se dieron cuenta de que es una especie de bálsamo emocional”, señala.

Una de las publicaciones más recientes sobre el tema es El pequeño libro de la filosofía estoica, de Guillermo de Haro y Javier Recuenco. Este último considera normal esta tendencia: “No es la primera vez que se pone de moda en los últimos 2.500 años. Venimos de tiempos de máxima incertidumbre, como la pandemia, y es normal que la gente se aferre a ideas que han estado ahí siempre para que la gente las pudiera usar”.

Fue en la pandemia cuando Diario Estoico, la comunidad online en español más grande sobre esta filosofía, se disparó. Y no ha parado de crecer, según Pedro Vivar, su creador. En su opinión, quizás es exagerado hablar de moda: “Estaría de moda si viéramos a Pablo Alborán con una camiseta que ponga ‘Marco Aurelio mola’ o a Sergio Ramos hablando sobre la dicotomía de control. Pero está claro que sí es una tendencia cada vez mayor”. Gran parte del gancho del estoicismo es, coincide con el resto de los consultados sobre el tema, su carácter eminentemente práctico: “Cuando ves las cifras de salud mental, los suicidios, la depresión y ansiedad que se vive en la sociedad... le sumas una pandemia que ha aislado a la población y hay quien ve que puede reducir estos problemas aplicando herramientas prácticas y tangibles”.

Un ejemplo de cómo puede ayudar al bienestar en la vida cotidiana lo pone Pigliucci en su libro. Habla de cuando le robaron la cartera en el metro de Roma: “Mi primera impresión, como dirían los estoicos, fue de sorpresa y frustración porque me habían burlado. Pero mi mente regresó enseguida a Epicteto y me negué de manera categórica a asumir esta impresión. De acuerdo, había perdido la cartera, algo de dinero y unas tarjetas de crédito que tenía que bloquear. Oh, y el carnet de conducir, que tendría que reemplazar. Con las buenas tecnologías electrónicas modernas, ocuparme de todo esto solo me llevó apretar unas pocas teclas en mi teléfono inteligente (¡que seguía en el otro bolsillo delantero!) y unos días de espera. Pero el ladrón había perdido a cambio su integridad. Antes de practicar el estoicismo, una experiencia como esta probablemente me habría dejado enfadado y resentido para el resto de la velada, lo que no habría hecho ningún bien a nadie (esa respuesta no habría afectado al ladrón ni me habría devuelto la cartera)”.

La reformulación de los propios pensamientos es parte importante del estoicismo, que en algunos aspectos tiene correspondencias con el cristianismo, en conceptos como “odiar al pecado, no al pecador”. Y estas reformulaciones son un componente valioso en la psicología moderna.

No es una terapia

Pero hay que tener muy claro que el estoicismo no es una terapia. Ni lo pretende. Aunque la psicología cognitivo-conductual hunde sus raíces en esta filosofía, según sus propios fundadores, no se puede sustituir la intervención clínica, cuando es necesaria, por leer o practicar unos cuantos principios. El psicólogo Ramón Nogueras explica la diferencia: “El estoicismo es una filosofía; la psicoterapia basada en la evidencia es una tecnología, la aplicación de unos principios psicológicos para conseguir unos determinados resultados. El estoicismo no parte de una comprensión de la conducta humana, porque no es su propósito. Reúne una serie de pautas que van en la línea de lo que algunas terapias basadas en la evidencia recomiendan”.

Una de las bases de la terapia cognitivo-conductual es precisamente que el malestar en muchas ocasiones nos viene dado porque nos decimos cosas que nos causan esta zozobra, y no tanto por las situaciones en sí. “Es la terribilización”, explica Nogueras. “Decirte a ti mismo que esto es insoportable en lugar de pensar realmente en las consecuencias y en qué se puede hacer y qué no”.

No es lo único en lo que la evidencia científica dio la razón a los estoicos milenios después de postular sus pensamientos. Cada vez hay más pruebas sobre los beneficios de concentrar la atención en uno mismo (lo que llamaba prosoche) o del contacto con la naturaleza. También fueron pioneros en postular algunos beneficios del ejercicio físico. Séneca hablaba de que su realización con regularidad no solo servía para mantenerse en forma, sino también por su efecto calmante sobre la mente.

Pero, igual que esta filosofía puede ser muy útil para enfrentarse a muchas situaciones de la vida, se puede caer en un error si se supone que lo soluciona todo o es la panacea. “No lo es”, asegura Nogueras, quien cree que es frecuente malinterpretarla. “Muchas veces lo que separa una filosofía de la autoayuda es la falta de matices. Muchas personas desvirtúan el estoicismo y hablan de supresión de emociones, algo que en ningún momento dicen los estoicos. Ellos predicaban que los eventos son pasajeros y hay que esperar a que pasen afrontándolos racionalmente”, añade.

Un estudio publicado este mismo mes de agosto da la razón a Nogueras. Estudia a personas que han practicado esta filosofía y concluye que entre quienes abrazan un concepto erróneo basado en suprimir emociones se producen descensos en el bienestar. “Encontramos efectos especialmente pronunciados para el deseo de no expresar emociones y de sentir menos. A pesar de ser una mala interpretación de la filosofía estoica, estos hallazgos resaltan el importante papel de las orientaciones de los individuos hacia el procesamiento emocional para el bienestar”, señalan los autores.

Una de las conclusiones del estudio es que si los profesionales de la psicología utilizan los principios estoicos en su práctica clínica, deben moldear sus intervenciones para trabajar a través de la lente de los verdaderos principios del estoicismo, y no los equivocados, a los que llaman “ideología estoica ingenua”.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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