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Países Bajos se lanza a producir el cannabis de los ‘coffeeshops’ para frenar el mercado negro y la inseguridad en la calle

Un ensayo prevé que se sirva la droga a partir de diciembre en locales de Breda y Tilburg. Desde 2024, y durante cuatro años, se incorporarán hasta 10 ciudades y el Gobierno decidirá si se regula a escala nacional

Una mujer en un 'coffeeshop' de Ámsterdam, en una foto de 2020.
Una mujer en un 'coffeeshop' de Ámsterdam, en una foto de 2020.Peter Dejong (AP/Lapresse)
Isabel Ferrer

El Gobierno de Países Bajos ha autorizado por primera vez un experimento para comprobar si cabe legalizar el cultivo, distribución y venta de cannabis. Trata de frenar con ello los problemas de seguridad generados por la política de tolerancia con el consumo de hachís y marihuana iniciada en 1976. El control de la producción de la droga figura en los programas electorales de la mayoría de los partidos con representación parlamentaria. De ahí que, a partir de mediados de diciembre, dos proveedores vayan a surtir de cannabis cultivado legalmente a una veintena de coffeeshops, los locales donde está permitido, situados en las ciudades de Tilburg y Breda. Para 2024, se prevé que 10 productores abastezcan a una decena de poblaciones en un ensayo que se prolongará cuatro años.

El ensayo es un intento de vigilar la calidad del producto que llega al consumidor frenando, al mismo tiempo, las redes criminales que lo dominan. La producción y venta de drogas blandas, así calificadas por la Ley del Opio, es un delito en Países Bajos. En los años setenta, sin embargo, el legislador pensó que permitiendo el consumo de marihuana en los coffeeshops —hoy son 570 repartidos en 102 de los 345 municipios del país— evitaría el tráfico en la calle. En ese momento, el cannabis llegaba ilegalmente sobre todo de Paquistán, Afganistán y Líbano. El resultado de la política aplicada a los coffeeshops es paradójico: los mayores de edad acceden sin problemas por la puerta principal; por la de atrás, sus dueños compran la droga a sujetos que operan en circuitos delictivos. En los años noventa, Marruecos pasó a dominar el mercado europeo. Ahora aparecen también en la lista de exportadores Irán, Albania y… Países Bajos, según datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), citadas en un informe de la policía holandesa publicado en 2021.

¿Qué ocurrió en los noventa? La respuesta está en la innovación aplicada a la horticultura, que facilitó el cultivo ilegal del cannabis en Países Bajos. Es la denominada nederwiet (hierba holandesa) que propició un crecimiento exponencial del mercado. La policía holandesa desmantela las plantaciones locales, pero la droga es muy apreciada en el extranjero “por su calidad y por el alto grado de tetrahidrocannabinol (THC), principal constituyente psicoactivo del cannabis”, según el mismo estudio policial. En otro de sus apartados, indica que “aproximadamente entre 53 y 924 toneladas son vendidas al extranjero”. El cálculo es de 2014 y está hecho por el Centro de Investigación y Documentación del Ministerio de Justicia. Es el más reciente.

“Hace 50 años no se pensó en los problemas acarreados por ´la puerta de atrás´ del suministro de los coffeeshops. Es hora de crear una cadena cerrada que vaya del suministrador al consumidor sin depender de redes criminales”, explica a EL PAÍS Paul Depla, alcalde socialdemócrata de Breda, en conversación telefónica. El cliente holandés no sabe qué contiene en realidad la marihuana vendida en su tierra porque la producción es ilegal y no se revisa. “La salud pública está en peligro”, afirma. “Hay que ser realistas: el cannabis es consumido y los delincuentes siguen ahí. No va a cambiar. Por eso es importante el control. Se trata de generar un producto nacional testado para evitar sustancias añadidas y a precios competitivos”, asevera. De lograrlo, le parece que el usuario “optará por el cannabis regulado en lugar del ilegal y nos haremos fuertes contra los criminales”.

Si bien los coffeeshops no pueden almacenar más de 500 gramos de droga en sus instalaciones, tanto la Fiscalía como la policía holandesa saben que esa cantidad es insuficiente para atender a la clientela. Los propietarios acaban comprando más, pero no pueden almacenarla en el propio establecimiento. Aunque la policía no da detalles sobre este aspecto, no suele intervenir si no hay desordenes públicos y mientras los cafés estén a 250 metros de las escuelas, centros de esparcimiento para menores y locales para personas sin hogar o para adictos. Lo que está ganando terreno es la venta de marihuana por Instagram, Telegram y WhatsApp, “y en el mercadeo se juntan las drogas blandas y duras, cuando uno de los principales objetivos de la política holandesa aplicada al consumo de cannabis era separarlas”, según un estudio publicado en 2020 por el Centro para la Seguridad y la Prevención de la Criminalidad, una fundación independiente.

El Gobierno hace hincapié en la necesidad de que los coffeeshops informen y adviertan de los riesgos del consumo. Margriet van Laar, experta del Instituto Trimbos, un organismo independiente especializado en adicciones, no espera un incremento llamativo, aunque reconoce que “puede que la calidad o sabor del cannabis que será legal en estos cuatro años atraiga a nuevos usuarios, o aumente el consumo entre los que ya lo toman”. “Lo veremos en la evaluación del experimento”, escribe, en un mensaje por correo electrónico. Apunta que tal vez los jóvenes crean que la droga no es tan dañina “porque el Gobierno permite durante un tiempo su producción y venta”. “Ese riesgo debe contrarrestarse con una mayor prevención e información, sobre todo a escala local”, añade.

La posible legalización del cannabis va más allá del debate holandés. Este agosto, el Gobierno de Alemania aprobó un plan para legalizar la posesión y consumo de hasta 25 gramos de cannabis, o bien tres plantas, para uso personal. Podrán adquirirse en clubes cannábicos con un máximo de 500 miembros. La norma no ha sido sancionada aún por el Parlamento y, por ahora, el único cultivo y uso legal es por motivos médicos. En 2013, Uruguay fue el primer país del mundo en regular el mercado del cannabis. México, Canadá y 16 estados de Estados Unidos permiten el uso recreativo. Lo mismo han hecho Georgia, Sudáfrica y Jamaica. En la Unión Europea, Portugal ha despenalizado el consumo de estupefacientes y en Malta es legal cultivar y consumir cannabis con fines recreativos. En España es posible el consumo privado y en clubes autorizados, y se penaliza en público.

En Países Bajos, el ensayo se aprobó en 2017, pero ha sufrido retrasos desde entonces, y el Ayuntamiento de Ámsterdam sopesa todavía sumarse con uno de sus distritos. De momento, los dos cultivadores suministrarán cannabis libre de metales pesados, pesticidas o aflatoxinas (causadas por hongos), a los coffeeshops de Tilburg y Breda, al sur del país. La prueba tendrá una duración aproximada de seis meses y podrán vender tanto cannabis plantado legalmente como el que adquieran en el sector ilegal. Cuando haya más proveedores listos para ofrecer la mercancía cultivada legalmente —hacia el primer o segundo trimestre de 2024—, habrá un periodo de transición de seis semanas. En ese lapso, los establecimientos de todas las ciudades participantes seguirán ofreciendo ambos tipos de hierba. Después, solo la regulada. “El experimento debe durar cuatro años. Una vez evaluados sus resultados, la decisión sobre cómo reglar la producción de cannabis dependerá del nuevo Gobierno que surja de las elecciones”, señalan fuentes del Ministerio de Sanidad.

Las cosechas de los dos proveedores con licencia hasta la fecha serán analizadas en laboratorios, pero no se ha puesto límite al contenido de THC. Lo mismo sucede con el cannabidiol (CBD), otra sustancia química de la planta. “Servimos lo que pide el mercado y ofertan los coffeeshops. Se habla del alto grado del THC del cannabis local, pero la realidad es que no hay demanda especial de ese tipo de cannabis considerado más fuerte”, asegura, al teléfono, el cultivador que servirá a los cafés de Breda y Tilburg a partir del 15 de diciembre. Prefiere mantener su anonimato y el de su compañía, y cree que no habrá problemas cuando se vayan sumando los demás productores. “Ha costado mucho tiempo que el Gobierno tomase esta decisión. Contamos con un sistema de alta tecnología sin pesticidas o aditivos, como exige el experimento. No son plantaciones precarias. Es cannabis orgánico monitorizado para que la gente sepa lo que toma”.

Examen previo

Todos los cultivadores deben superar un riguroso examen previo para ver si tienen antecedentes penales, o bien si su empresa está relacionada de alguna forma con redes delictivas. En total, cerca de 80 coffeeshops se sumarán al ensayo, y los proveedores tendrán que demostrar que pueden abarcar ese mercado. El control de calidad de las cosechas corre a cargo de la Autoridad holandesa para la Seguridad del Consumo y los Alimentos. Por su parte, el Servicio de Inspección de Justicia y Seguridad supervisará el suministro controlado de cannabis. En esta primera fase, durante los primeros seis meses, “los coffeeshops de Breda y Tilburg podrán almacenar 500 gramos de marihuana cultivada legalmente, y otros 500 gramos de la adquirida a sus proveedores habituales”, explican fuentes de Sanidad. Y añaden: “Durante la etapa de transición de seis semanas, y después a lo largo del experimento completo, su depósito no deberá superar lo que necesiten para cubrir la demanda semanal de sus clientes”. Los alcaldes pueden decidir en cada caso si se impone un límite más bajo. El coste es un capítulo aparte, ya que no se han establecido reglas oficiales. “El cultivador y el dueño del establecimiento acordarán los precios de compra y venta. El Gobierno no interviene en este punto, aunque se seguirá la progresión para su estudio”, informan portavoces del Ministerio de Justicia. Ninguno de los cuatro cafés contactados por este periódico, en Breda y Tilburg, han atendido las llamadas para que explicaran su situación.

Queda por definir un aspecto delicado del experimento: el transporte de la droga. Justicia puntualiza que “la responsabilidad es del productor; él deberá escoger la empresa y tipo de vehículo, con unos requisitos específicos que no se hacen públicos, para que sean seguros”. El cultivador que prefiere no dar su nombre considera que la seguridad es “como la de una joyería o similar”. “Hay que tener cuidado, pero no creo que haya dificultades”, apunta. El alcalde de Breda, la Fiscalía y la policía conforman el triángulo de seguridad a escala local. Por otro lado, los ayuntamientos supervisarán, como es habitual, la labor de los coffeeshops. “Desde que la agricultura holandesa consiguió cosechar cannabis ilegal, la discusión sobre el cultivo y venta es política. Los alcaldes, de derecha e izquierda, de ciudades grandes y pequeñas, saben que el sistema actual debe cambiar”, asegura Paul Depla.

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