El Papa golpea en Perú el imperio económico del Sodalicio y expulsa a dos de sus máximos responsables
Francisco acusa al grupo religioso de “numerosas irregularidades que traicionan el Evangelio”. La organización posee un potente entramado empresarial que levantó a partir de una red de cementerios de lujo exentos de impuestos
EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.
───────────
El Papa ha asestado un golpe definitivo, en su potente entramado económico, al Sodalicio de Vida Cristiana, la organización religiosa ultraconservadora de Perú, con rasgos de secta e inspirada en la Falange española, que se extendió desde 1971 en las clases altas del país y en varios países de Latinoamérica, y en los últimos años ha recibido numerosas denuncias de pederastia, abusos sexuales y de poder. La nunciatura vaticana en Perú ha divulgado en la mañana del martes, última hora de la tarde en España, un comunicado en el que anuncia la expulsión del sacerdote Jaime Manuel Baertl Gómez y del laico consagrado Juan Carlos Len Álvarez, dos de los principales artífices del entramado empresarial crecido en torno al grupo, acusado de enriquecerse con prácticas opacas y desviar fondos a paraísos fiscales. Las víctimas habían protestado precisamente esta semana porque no han recibido indemnizaciones mientras la organización mantenía un enorme patrimonio oculto.
La nota vaticana señala la responsabilidad de ambos “en numerosas irregularidades e ilícitos cometidos por empresas vinculadas al Sodalicio”. Además, “se ha considerado la gravedad del abuso sexual cometido por uno de los acusados”. No aclara cuál es de los dos, pero Baertl ya ha sido acusado de abusos. De este modo culmina, por el momento, la operación de limpieza emprendida por el Papa este verano, cuando envió a Perú a investigar el Sodalicio a dos de sus hombres de confianza, el español Jordi Bertomeu y el arzobispo maltés Charles J. Scicluna. La organización ha admitido ya 67 víctimas de abusos, pero no ha reconocido otras muchas, que se estiman al menos en un centenar.
El Pontífice expulsó al fundador, Luis Fernando Figari, en agosto. En septiembre, a diez importantes miembros de la cúpula, entre ellos un arzobispo. Este martes expulsó a otros dos. Con los de este miércoles ya son 15. Además, excomulgó a dos laicos vinculados a la organización que denunciaron a Bertomeu en la Fiscalía peruana, una maniobra para arrojar sospechas sobre los emisarios papales.
El Vaticano señala en su nueva nota que “algunas gestiones económicas e inversiones promovidas por Baertl y Len al interior del Sodalicio de Vida Cristiana constituyen acciones pecaminosas que traicionan el Evangelio”. “Son ilícitos canónicos intolerables que, más allá del escándalo suscitado a nivel internacional, desfiguran la misión evangelizadora de la Iglesia y merman severamente su credibilidad”, concluye.
Además, añade una observación sobre un punto delicado, las propias relaciones de la Santa Sede con Perú, dado que el Sodalicio se aprovechó del concordato de 1980 entre los dos Estados para hacer crecer su imperio económico sin pagar impuestos. El comunicado advierte que las prácticas de la organización “ponen en peligro la sana cooperación que regula las relaciones entre la Iglesia y el Estado peruano”.
Paola Ugaz, la periodista peruana que junto a Pedro Salinas destapó el escándalo a partir de 2015, explica que Baertl “es el cerebro de las finanzas del Sodalicio”. Martin Scheuch, una de las víctimas que ha liderado las denuncias, lo define como “la mano derecha de Figari para todo lo que eran relaciones con empresarios y hacer negocios”. “Hacía los contactos con un estilo muy campechano, se comunicaba con palabras obscenas y vulgares, para demostrar espontaneidad, que estaba en los mismos códigos”, recuerda. Baertl se ordenó en 1980, pero según esta víctima siempre fue muy pragmático y centrado en conseguir dinero. “No tenía escrúpulos. Decía que Dios perdona que seas pendejo, pero no perdona que seas un cojudo, la traducción al español ibérico sería que Dios perdona que seas taimado, pero no que seas gilipollas”, explica Scheuch.
Ugaz, que ha sufrido una persecución judicial a raíz de sus artículos, opina que la decisión papal “es una clara advertencia, dice que lo que viene va a ser duro, que ahora sí tienen que pensar en las víctimas, que son muchísimas, y que tienen que tomar medidas para clarificar cómo han movido sus negocios utilizando el concordato”. La reportera peruana relata que el Sodalicio comenzó a hacer dinero a partir de 2000 a través de la construcción de cementerios. Logró que los de su propiedad se consideraran “misiones”, exentos de impuestos, gracias a una interpretación forzada del concordato que avalaron dos canonistas, el español Luis Martínez Sistach, luego cardenal y arzobispo de Barcelona, y el italiano Gianfranco Ghirlanda. A partir de ahí levantaron una red de nueve cementerios de lujo en todo el país, con la complicidad de otros tantos obispos locales, que ganaban hasta un 50% más que el resto, “hicieron mucho dinero, que les permitió montar otros negocios”. El Sodalicio tiene intereses en el sector inmobiliario, agrícola y minero, entre otros.
La periodista explica que en Piura, donde estaba José Antonio Eguren, el arzobispo del Sodalicio expulsado en septiembre, la organización creó “empresas exportadoras, inmobiliarias, una ciudad entera a su disposición, con un poder de facto como el arzobispo, que era tan poderoso como la fiscalía o el gobernador, y alimentaron un imperio económico que llegó a tener mil millones de dólares”. A partir de 2015, cuando las investigaciones periodísticas empezaron a sacar sus negocios a la luz, prosigue Ugaz, “movieron el dinero acumulado a través de sociedades offshore, primero a Panamá y luego a Denver, Estados Unidos, donde está ahora su centro principal”.
El Vaticano da a entender en su nota que intervendrá en todo este entramado: “A partir de los principios de la justicia conmutativa y con el objeto de reparar la injusticia cometida con la apropiación y uso privados de lo que tendrían que ser bienes sociales de algunas empresas vinculadas al Sodalicio (…) se han dispuesto contundentes medidas para corregir tan reprobables acciones y evitar su repetición en el futuro”.
Scheuch se declara “en parte satisfecho, es lo que se tenía que hacer, pero todavía falta por hacer”. “Es insuficiente, mientras la cosa se mantenga al nivel de expulsar personas, no se llega a la solución definitiva. Lo que está detrás de todo es la cultura de abusos que impregna todo el Sodalicio. Es un sistema hecho para abusar de las personas bajo la fachada de una formación religiosa militante. Hay que hacer desaparecer el Sodalicio, todo el sistema”, reflexiona. Es la misma postura que expresó la semana pasada el cardenal electo y arzobispo de Lima, Carlos Castillo Mattasoglio, en un artículo en EL PAÍS.
Para Scheuch lo más importante es “señalar que este sistema está corrupto, está podrido y ha dañado a muchas personas”. Explica que la formación de los miembros del Sodalicio “es una manera de desestructurar la personalidad, dominar la conciencia y la voluntad y hacer prácticamente un lavado de cerebro. Superarlo lleva décadas”, concluye.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.