Cómo una lesión en la piel puede devenir en la inflamación de una mano
El diagnóstico precoz de la artritis psoriásica, que en el 80% de los casos aparece al mismo tiempo o después que la psoriasis, logra que los huesos o los tendones afectados no sufran daños estructurales. ¿Pero cómo detectarlo a tiempo? Esta es la experiencia de un hospital de Madrid
De repente, de un día para otro, un gesto insignificante como agarrar un vaso de agua se hace pesado. La mano se resiente, los dedos duelen. Uno no se lo explica. Uno se pone de mal humor, concreta Paqui Moreno, paciente de artritis psoriásica desde mayo de este año. “Aquí pasa algo”, cuenta que se dijo a sí misma, mosqueada. Los antiinflamatorios no servían, no aplacaban la hinchazón de los dedos. Amanecía otro día, se despertaba, y la mano volvía a estar “adormecida, acartonada”. Moreno sospechaba que podía padecer esta enfermedad inflamatoria inmunomediada (IMID) porque es farmacéutica y porque siempre ha tenido psoriasis, leve, pero ha sufrido algún brote: en un 80% de los casos, la psoriasis aparece antes o a la vez que la artritis psoriásica.
Esa hinchazón de los dedos de la mano no es más que una nueva manifestación de lo que algunos especialistas prefieren llamar enfermedad psoriásica, un todo que agrupa a estas dos dolencias, un término que ayuda a estar muy pendiente de cualquier lesión en las articulaciones, los tendones o la columna. Un diagnóstico precoz (un abordaje temprano) puede, cuenta la reumatóloga Beatriz Joven, cambiar el rumbo de la enfermedad, que no se produzcan daños estructurales en los huesos, que el pronóstico sea mejor, que los tratamientos sean más efectivos.
La reumatóloga Joven pasa consulta al alimón con la dermatóloga Raquel Rivera en el hospital 12 de Octubre de Madrid dos veces al mes. Valga este caso genérico: si Rivera sospecha que uno de sus pacientes de psoriasis puede tener afectación articular lo remite a la consulta conjunta para que lo vean las dos a la vez. El diagnóstico así va a ser más preciso y se va a poder prescribir un único tratamiento que sirva para las dos dolencias.
“Lo que no queremos es que cada cosa vaya por su lado. Al final es la misma enfermedad”, cuenta Rivera, jefa de sección de Dermatología en dicho hospital. El 30% de los pacientes de psoriasis desarrolla artritis psoriásica, según la asociación de pacientes Acción Psoriasis. “Llevamos 15 años pasando consulta conjunta. Nace de la necesidad de unificar criterios”, explica Joven, la reumatóloga. Seleccionan casos complejos, los que más se puedan beneficiar de esta atención. Se trata de un tipo de consulta ya con recorrido, implantada en varios hospitales, pero su acceso no está generalizado.
Una dermatóloga del hospital Sant Pau de Barcelona atendió a Moreno en primera instancia. Vio que las manos estaban afectadas y la derivó a una reumatóloga, que la va a ver en diciembre. La dermatóloga le ha puesto mientras tanto un tratamiento para mitigar la dactilitis que padece –o lo que de forma coloquial se llama dedo en salchicha. “Los dedos se quedan como butifarras”, dice ella, barcelonesa de 48 años.
“No ha sido fácil aceptar que tengo una enfermedad crónica. Soy joven”, añade esta coordinadora de siete trabajadores de una farmacia de El Masnou, en la comarca del Maresme. “La psoriasis siempre la he controlado. Estábamos muy habituados en casa, mi padre tenía, mi hermano tenía. Me salía una herida y me aplicaba el tratamiento”, relata Moreno, que padeció lesiones debajo del pecho cuando se quedó embarazada, hace seis años. “Pero la artritis psoriásica es otra cosa, me limita. Las manos las usamos para todo. Que te duelan cuando coges un vaso de agua me pone de mal humor”, afirma. A medida que avanza el día, las articulaciones se calientan y se alivia el dolor. Pero hay que tratarla y pronto.
Más allá de que los pacientes con psoriasis deben estar atentos a cualquier dolor que se desate en los huesos –no se trata de que recaiga sobre ellos más presión, pero sí conviene acudir a los especialistas si notan algo raro–, existen tipos de lesiones que encierran un significado. Las uñas están muy cerca de la entesis, donde los tendones de los dedos se insertan en el hueso. Una psoriasis ungueal puede provocar la inflamación de la entesis y que acabe apareciendo la artritis psoriásica. Al paciente se le pregunta si tiene inflamación y rigidez en los dedos por la mañana. Cuando es así, el dermatólogo se pone en contacto con reumatología. Las placas o las descamaciones en los pliegues o en el cuero cabelludo son factores de riesgo también para que brote la artritis psoriásica. De nuevo, no hay que alertar a los pacientes, no todos van a desarrollar afectación en los huesos, se trata de informarlos de los síntomas típicos de esta dolencia para que lo comuniquen si en algún momento notan algo.
Santiago Alfonso es el director de Acción Psoriasis, que lleva 31 años alentando, asesorando y ofreciendo información contrastada a los pacientes. Alfonso aboga también por el concepto enfermedad psoriásica para que sigan creciendo esas consultas conjuntas que ya existen en algunos hospitales. “La atención precoz es fundamental”, coincide la voz de los pacientes. “Se necesita que haya una vía rápida entre dermatología y reumatología para atender a aquellos que se sospecha que puedan padecer artritis psoriásica”, añade.
Si te tratas antes a lo mejor te curas
El 29 de octubre se celebra el Día Mundial de la Psoriasis y de la Artritis Psoriásica. La primera dolencia la padece el 2,3% de la población. La segunda afecta a entre el 0,5% y el 1%. Los especialistas insisten en el diagnóstico precoz: en el abordaje temprano. “Ahora se habla de actuar en las fases preclínicas”, dice Joven. Los tratamientos en pacientes con psoriasis grave hacen que desarrollen menos artritis psoriásica de la que se cabría esperar; si se trata la psoriasis, se previene la artritis psoriásica, explica la reumatóloga. “Son todavía hipótesis, observaciones. No son los resultados de ensayos clínicos, pero es en lo que se está trabajando ahora”, dice Joven.
Abunda en ello Rivera, la dermatóloga, pero desde el punto de vista de su especialidad. “En lo que respecta a la piel, se está trabajando en el concepto de tratamiento precoz de afectación cutánea”, describe. Si un paciente responde bien al tratamiento, las placas o descamaciones desaparecen sin dejar una cicatriz visible, “pero sí inmunológica”, advierte.
Cuando se le retira el tratamiento, vuelven a aparecer estas lesiones, es lo que se llama recurrencia de la enfermedad. Pues bien, “si conseguimos tratar antes a los pacientes, podríamos evitar las recurrencias”, dice Rivera. “Vamos a poder espaciar las dosis e incluso interrumpir el tratamiento en algunos de ellos, curar esa cicatriz inmunológica”, añade. “La idea es ver si seremos capaces de curar la enfermedad en un futuro. Ahora la controlamos y la controlamos bien”, concluye.
Moreno, que iba para médico pero acabó licenciándose en Farmacia en la Universidad de Barcelona (UB), ha comenzado a cambiar sus hábitos de vida para complementar el tratamiento. No padece colesterol, ni hipertensión, ni diabetes, enfermedades que desarrollan con más frecuencia estos pacientes. “He empezado con una entrenadora personal a hacer ejercicio físico, estoy cambiando hábitos alimentarios”, cuenta. No padece sobrepeso, dice, otra comorbilidad que puede desencadenar la enfermedad psoriásica. Lleva desde el verano haciendo ajustes para acoplarse a esta nueva situación. Lo peor es que la padece. Lo mejor es que ya saben los que lo tienen que saber que la padece.