Qué hacer con tres millones de colchones
Aspas de aerogeneradores, colchones, ordenadores o textiles pueden reciclarse para fabricar nuevos productos. Cuatro casos sorprendentes donde la investigación y la tecnología están revolucionando la forma de recuperar estos residuos
Las aspas de los más de 21.000 aerogeneradores que hay en España se pueden convertir en un material que mejora la durabilidad de las carreteras. Los tres millones de colchones que se desechan cada año se pueden procesar para producir otros nuevos idénticos o mobiliario. El interior de un ordenador antiguo es una mina de la que se pueden extraer metales con los que fabricar nuevas piezas electrónicas. Lo permite el reciclaje, una ciencia que aúna investigación, ingenio y tecnología para transformar los residuos en algo útil y evitar que se agoten los recursos tradicionales, finitos y muy explotados. A continuación, cuatro historias sorprendentes de economía circular.
A las plantas de tratamiento de La Bañeza (León) y Campo Real (Madrid) de Recycling4all, uno de los principales gestores nacionales de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE), llegan frigoríficos, lavadoras, televisores o equipos de informática. Y salen, según su gerente, Pedro Antonio Martín, metales, plásticos y tierras raras listas para emplearse en la fabricación de nuevos equipos: “Cada tonelada que pasa por estas plantas es una tonelada de material que no extraemos de los recursos naturales”.
Aquí el proceso de reciclaje es parecido a una disección. De la unidad de un ordenador se puede recuperar prácticamente el 100% de sus materiales. A grandes rasgos, la mayoría de los componentes se trituran y después se separan los distintos materiales. Más del 50% de lo que se obtiene es hierro del armazón. Pero del ventilador se recupera hierro y plásticos, de la memoria ram se sacan metales variados y del disipador se extrae aluminio.
El objetivo de esta empresa participada por Fundación Repsol e ILUNION es impulsar la economía circular, contribuyendo a la recuperación de materiales para la fabricación de productos electrónicos. Martín indica que el pasado 28 de julio ya consumimos todos los recursos que puede generar nuestro planeta en un año completo: “Es decir, que vivimos cinco meses a costa de las generaciones futuras”.
Recycling4all, que cuenta con una plantilla de 93 empleados, de los que el 69% tiene alguna discapacidad, recuperó en 2021 unas 14.800 toneladas de RAEE. No solo de aparatos domésticos: también tratan pequeños electrodomésticos, máquinas de vending e islas frigoríficas de supermercados. Y suman acciones en sus plantas para ser más eficientes en el uso de recursos: “Minimizar el uso de tóner, cambiar la iluminación a led, que tiene menor consumo, e incluso generar parte de nuestra energía mediante paneles fotovoltaicos”.
La empresa recomienda a los consumidores que depositen sus residuos eléctricos y electrónicos en un punto limpio o que los dejen en las tiendas distribuidoras cuando renueven sus equipos.
Los colchones viejos han de llevarse a un punto limpio, el inicio del camino de su reciclaje. Después, gestores especializados los recogen y se encargan de separar los componentes de este objeto cotidiano. Los principales son tres: metal, tela y espuma de poliuretano. El poliuretano, un mullido elemento habitual en colchones, pero también en asientos de coche o sofás, es el protagonista de la planta que Repsol está construyendo en Puertollano (Ciudad Real), la primera en España que lo reciclará para obtener un polímero con el que fabricar otros colchones.
Maite Villajos, ingeniera de Procesos de la compañía energética, contextualiza: “En España, aproximadamente, se desechan unos tres millones de colchones al año. Se tiene constancia de que al menos la mitad acaba en los vertederos”.
El objetivo del proyecto es que los propios colchones viejos alimenten la producción de los nuevos. Gracias a una serie de reacciones químicas, la espuma de poliuretano se convierte en un polímero válido para fabricar nuevos colchones, que tendrán las mismas prestaciones que los actuales: “Lo que obtenemos es una nueva materia prima, que sirve para ser transformada en espuma de poliuretano. Significa que vamos a poder fabricar tanto colchones como cojines de hogar”.
¿Y qué sucederá cuando el consumidor se tumbe en este nuevo colchón? “No notará ninguna diferencia”, asegura Villajos, “tendrá las mismas características de firmeza y confort que los que no incorporen espuma reciclada”. En teoría, este polímero reciclado se podría renovar cuantas veces se quisiera, siempre que el flujo de recogida de colchones viejos continúe: “Podemos cerrar el círculo. Con un colchón que acabaría en el vertedero fabricamos uno con las mismas prestaciones”, termina la experta.
Las gigantescas aspas de un aerogenerador (pueden superar los 20 metros) están hechas de un compuesto de fibra de vidrio y resina y madera. Alicia Aguado, responsable de sostenibilidad del centro tecnológico vallisoletano CARTIF, participó en un proyecto Life -financiado con fondos europeos- cuya misión era dar una segunda vida a estos artefactos: “Actualmente no se reciclan y van a vertederos. Pero la fibra de vidrio, en concreto, es el material más valioso de las aspas y se puede recuperar”.
El principal problema al que se enfrentaron los miembros del proyecto era cómo romper la unión entre el compuesto de fibra de vidrio y resina y la madera. Con una serie de procedimientos mecánicos, que incluyen la trituración y sucesivos tamices y filtros, lograron extraer fibra de vidrio de menos de dos centímetros, el tamaño necesario para aplicarlo en el producto que tenían en mente: los asfaltos.
“Lo introdujimos al 1% en un tramo de un kilómetro y medio a la entrada de Toro (Zamora) y monitorizamos cómo funcionaba durante un año”, detalla Aguado. Los resultados concluyeron que la resistencia a la deformación aumentó un 23,5% y la resistencia a la fatiga un 12,2%. El uso de la fibra de vidrio se alinea con otras soluciones para alargar la vida útil del asfalto, como el reciclado en frío, que consiste en aplicar una emulsión al pavimento para reparar sus componentes sin necesidad de retirarlo de la carretera.
Durante el proyecto se probaron también reciclajes químicos y termoquímicos, métodos con los que se lograba eliminar la resina de la fibra de vidrio, alcanzando “un material más puro y de mayor valor añadido”. Empresas y administraciones, destaca Aguado, están cada vez más interesadas en encontrar salidas sostenibles para estas aspas, cuya vida útil se estima en 25 años. Soluciones que podrían dar un vuelco al reciclaje de los 21.500 aerogeneradores que hay en España, según la Asociación Empresarial Eólica.
Usar retales de la industria textil, como descartes de ropa blanca o ropa interior, para fabricar un papel sostenible y biodegradable. La idea es de Sheedo, una empresa fundada en 2017 por Gala Freixas y Gonzalo Mestre que elabora productos de un papel cuya base es fibra de algodón reutilizada. A la receta le añaden un ingrediente que justifica en parte su éxito: semillas que permiten plantar el papel una vez usado y abrochar así el círculo del consumo. Del envoltorio de un regalo, por ejemplo, puede nacer una manzanilla que regar y cuidar.
Explica Freixas, catalana de 27 años, que Sheedo nació como alternativa al embalaje de un solo uso, como puede ser el papel marrón kraft, uno de los estándares de la industria: “Buscamos mucho hasta que dimos con un papelero artesano que veía nuestra idea y le parecía factible. Queríamos hacer un producto de usar y plantar”.
En la actualidad, además de papel proveniente de fibras de algodón, de color blanquecino, también producen un papel azul a partir de residuos de vaqueros, un papel de café con los posos de esta bebida y un papel de maíz con las hojas sobrantes de mazorca.
Además del carácter reciclado del papel, es el secreto de las semillas lo que está encandilando “a todas las empresas”, se alegra Freixa. Fabrican invitaciones, acreditaciones, felicitaciones, envoltorios, etiquetas… que esconden plantas de zanahoria, tomate, flores silvestres o flores de lis. Basta con colocar el papel en un plato con agua para que, en unos pocos días, germinen las semillas y brote un pequeño tallo que habrá que trasplantar: “Es una forma de acercar la naturaleza a las personas. Ofrecemos la posibilidad de plantar algo de forma sencilla en la ciudad, un acto cada vez más en desuso”, cierra la emprendedora.