Una pandemia para revivir a las telenovelas mexicanas
El melodrama más mexicano revive durante la crisis sanitaria y el confinamiento, con cifras de audiencia que rondan los cuatro millones de espectadores por episodio que lo convierten en lo más visto de la parrilla televisiva
Una mujer atractiva, increíblemente bien peinada y maquillada, trabaja en la cosecha de tequila del patrón. El nieto del millonario, a punto de heredar una inmensa fortuna, se enamora de la campesina. Todo lo demás son unos 200 capítulos extra en los que cualquier espectador sabe lo que va a suceder. Qué importa. Uno no entra a una telenovela para que lo sorprendan. Si no, ¿cómo es posible que después de 40 años esta receta televisiva tan predecible siga teniendo éxito? Alrededor de cuatro millones de personas —imagínese a toda la población de las ciudades de Madrid y Valencia— se reúnen cada día en México frente a una pantalla con el propósito de ver, de sentir, cómo la campesina finalmente come perdices.
El género mexicano por excelencia, el de los nombres compuestos y la hacienda, no solo no ha muerto, sino que ha sido uno de los grandes beneficiados durante la pandemia. Recluidos millones de habitantes en sus casas, muchos de ellos recientemente desempleados o con familiares enfermos, y la mayoría con acceso a la televisión abierta y sin cuenta en Netflix, se han refugiado en una de las pocas vías de escape más efectivas para fundirse el cerebro y no mirar por la ventana y ver cómo el mundo se les cae encima, al menos durante una hora. En la pantalla se observa lo único seguro en estos días: La Gaviota lo va a conseguir.
La telenovela mexicana con más éxito de la parrilla es un melodrama que se estrenó en 2007: Destilando amor. Sus niveles de audiencia, pese a ser una repetición, duplican los de cualquier otro programa de Televisa, incluso el informativo en prime time de la noche que presenta Denise Maerker. Tiene un atractivo especial, la protagonista es Angélica Rivera, ex primera dama de México, tres años antes de casarse con el que fue presidente del país, Enrique Peña Nieto (de 2012 a 2018). Rivera en ninguno de los años del Gobierno de su marido logró que alguien de a pie la llamara por su nombre, ella era La Gaviota, la jimadora de tequila que finalmente logró enamorar al patrón. Y esa conexión con la realidad fue la telenovela que vivió México antes y durante el sexenio de Peña Nieto. Se divorciaron en febrero de 2019.
“Estamos viviendo un resurgimiento de la telenovela con cifras de audiencia que no veíamos desde hace tres o cuatro años. Algunos ejecutivos del medio señalaron que el género había muerto. Y ahora están reponiendo melodramas y observando cómo son lo más visto de la televisión mexicana”, cuenta el director editorial de la revista TvNovelas, Gilberto Barrera. Y añade: “Probablemente la forma de contar las historias se ha tenido de modificar con el tiempo. Pero esto es back to basics: el modelo tradicional sigue imperando”.
¿Cuáles son los ingredientes que no fallan en el melodrama mexicano? Lo explica una de las productoras más emblemáticas del género en el país con más de 40 años de trayectoria, Carla Estrada: “El abc de la telenovela es que los buenos ganan, aunque sea en el último capítulo, porque durante casi toda la trama van ganando los malos; te queda muy claro lo que no se debe hacer, que la familia es la base y que el amor va a triunfar sobre todas las cosas”, señala Estrada.
La productora se convirtió en los años noventa en una de las exponentes del género en un mundo machista, en que eran los hombres (productores o directores) los que contaban historias dirigidas a mujeres. Y este miércoles habla por teléfono recordando sus inicios, cómo ella, siendo muy joven y todavía universitaria, introdujo papeles en los que la mujer no era tonta ni se enamora de un tonto. “Pensaba: yo soy mujer y no me enamoraría de un tonto en la vida. E intentamos sacarla más proactiva, más trabajadora. No tanto la sirvienta que se enamora del patrón, sino tramas más complejas”, recuerda. Unas horas antes de la entrevista telefónica con este diario, su mano derecha, la actriz y directora de escena Mónica Miguel, otra de las leyendas del género, había fallecido en su casa de la Ciudad de México a los 83 años.
“Mientras que haya amor, la telenovela tiene vida”, insiste Estrada. Y considera que, aunque las tramas se repitan y el abc sea el mismo, las combinaciones son infinitas. “Igual que con las seis cuerdas de una guitarra se puede hacer música maravillosa o con las 27 letras del abecedario no se acaba la literatura”, apunta.
Otra de las exponentes del género en México, la productora Carmen Armendáriz, explica por qué un género tan manido en la televisión sigue tan presente. “Porque los mexicanos somos así, melodramáticos. Nuestro cine, en la época de oro, era melodrama. Y nuestras canciones lo son también”. Las telenovelas, no obstante, han sido un éxito en todo el mundo desde hace décadas. Otra de las leyendas del género, la actriz Verónica Castro, recordaba en una entrevista a este diario una de sus giras en Rusia: “A mi llegada al aeropuerto de Moscú me hicieron asomarme a un balcón donde me esperaban miles de personas que, en lugar de gritar mi nombre, decían el de mi personaje: “¡Mariana!”.Y lloraban, aunque yo sonriera, ellos no dejaban de llorar. Lloraban por el sufrimiento de Mariana en la serie. No entendía nada”.
“Las historias de amor funcionan en todos lados. La cosa está en contarlas bien, porque una buena historia es lo que importa. Y si tienes buenos actores, buen director, queda un buen producto”, añade Armendáriz, quien es también hija de uno de los actores emblemáticos de la época dorada del cine mexicano, Pedro Armendáriz. “Yo me creo las historias, me enganchan desde que leo por primera vez el guion”, añade la productora. Y tanto es así, que ahora, cuenta, no puede dejar de ver a la serie de Televisión Española, Isabel, mientras prepara el rodaje de su próxima telenovela, Te acuerdas de mí, una adaptación del éxito turco La reina de la noche.
La pandemia ha dado un nuevo impulso al género, con más espectadores cautivos que nunca dispuestos a digerir culebrones hasta el final esperado. Pero también a la industria, cuenta Armendáriz. Aunque no han comenzado a grabar, están con las pruebas de vestuario y de luz y el escenario es más complicado que nunca. “Bajamos al foro con tapabocas, lentes, sanitizados, manos lavadas 20 veces. Aún no tenemos escenas con actores, pero cuando lleguemos a ese punto y se dé el momento del beso, antes tendremos que hacerles pruebas de coronavirus”, explica la productora. Porque abrazos y besos habrá de sobra en la ficción, aunque en la realidad falten. Uno no ve una telenovela para observar la tragedia que se asoma desde la ventana.
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